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Cartel en inglés de un bar en la Costa del Sol. GEMA MARTÍNEZ
Todavía hay mucho que corregir

Todavía hay mucho que corregir

Dimes y diretes de los sabores ·

He emprendido un periplo por los típicos destinos de costa por los que pasan españoles y extranjeros, aprovechando la Semana Santa, encargado por una universidad extranjera que tiene una Cátedra de Gastronomía y Nutrición. Vuelvo turbado y asustado por el resultado. Y han llegado las penúltimas declaraciones de Dani García y alguien más

PABLO AMATE

PREMIO NACIONAL DE GASTRONOMÍA A LA MEJOR LABOR PERIODÍSTICA

Domingo, 28 de abril 2019, 02:18

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Escogí la provincia de Málaga, pues en pocos kilómetros hay la misma proporción de guiris y turistas nacionales, además de los locales. Comencé observando y admirando sus impresionantes instalaciones de la estación del AVE, situada en el centro de la ciudad. A su lado están la estación de autobuses y el tren de cercanías hasta Fuengirola, que un día dará la sorpresa de llegar a Marbella. Inmensas galerías, grandes pasillos repletos de tiendas de prestigio, juegos para niños... Las tiendas de comida son todas franquicias de 'comida insana', salvo los bocadillos de jamón que venden en la primera planta.

Ver para creer

Visto lo visto, recalo en Fuengirola. Allí hay una mezcla desconcertante de etnias, pues quedan muchos fuengiroleños. Bastantes sacaron partido a sus casas en pequeños callejones, desde la plaza al actual paseo marítimo, montando un negocio hotelero o bien vendiéndolas. Porque son negocios, no museos. En las callecitas del interior suele haber restaurantes de cocina andaluza-española. Quizás tropecemos con un garito de guiris. Se descubren por tener una inmensa pantalla de televisión con deportes varios, aunque predomina el fútbol. Pero en donde hay más locales de este tipo es cerca de la playa. Se habla en inglés, a veces solo saben su idioma. Beben grandes cervezas y se alimentan de hamburguesas y esos tipos de cocina prefabricada. Son ajenos al mundo que les rodea.

Minigolf británico

En Internet reiteran que no admiten pago con tarjeta de crédito. Sólo efectivo. Así de claro, y en español también. Me llamaron la atención sus antiguas instalaciones y decrépitos servicios. Pero lo que fue genial es que las dos señoras ya muy talluditas solo hablaban inglés. No saben español u otro idioma. La comida era prefabricada, de esa de descongelar y freír; el vino, emético; y la cerveza, 'la reina del bar'. Imagino que sólo acuden allí extranjeros, la mayoría anglosajones. Y lo mejor viene cuando pides la cuenta, que yo siempre solicito. Era un papelito sin membrete alguno ni identificación fiscal. Por tanto, sabe Dios qué impuestos pagarán las dos señoras inglesas, si es que los pagan -presuntamente-. Haría falta que quien corresponda haga las revisiones pertinentes, pues bien que usan nuestras infraestructuras, sanidad...

Mirar sentado

Uno de los deportes de los turistas es sentarse en las mesas del paseo marítimo y ver pasar a la gente. De nuevo, observo el aumento día a día de personas, con una proporción mayor de mujeres, que tienen un grado alto de obesidad mórbida, que es ya enfermedad. Y lo que me alarmó fue que gran parte de esas personas, incluidos los hombres, entraba en cadenas de franquicias, de las que ya contaré, y se sentaba en el interior. Nunca a la vista de la gente. Presencié el caso de una chica joven, con desmesurado peso, que pidió delante de su madre, bastante delgada, dos hamburguesas gigantes y varios vasos de refresco de cola normal, no 'zero'. Su madre acompañaba comiendo unas costillas, pero en ningún momento hizo comentario alguno de la ingesta descomedida que hacía su hija delante de ella. Me impresionó ver esa situación.

Comida basura

Soy de la opinión de que para opinar de algo hay que conocerlo y estudiarlo antes. Siempre y en todo lo he hecho así. En este caso, fue un esfuerzo incómodo por mi parte. Y en un centro comercial de la Costa del Sol, dado que llovía, le eché agallas y me senté en una mesa del local que creía menos 'peligroso'. Pedí cerveza y con valor fingido solicité un plato de carne que indicaba la carta que era lomo de vacuno con salsa barbacoa. Y llegó a la mesa. Cuál fue mi sorpresa cuando dicho vacuno, embadurnado en esa salsa, era también carne picada, como la de las hamburguesas. Probé tres bocados y me rendí. Lo siento. No estaba bueno. Por lo menos, para mí gusto, que esperaba un jugoso trozo de carne. Me consta que hay a quien le gusta. Por eso les dejo cortesmente mi sitio.

Dani García y Capel

Leo con asombro las penúltimas expresiones que Dani García declara en este su periódico IDEAL. Lo interesante es lo que dijo un par de semanas antes José Carlos Capel, crítico gastronómico y presidente creador de Madrid Fusión, hoy con nuestro grupo Vocento. Transcribo literalmente: «Siento cansancio psicológico en la búsqueda de la novedad pero no de la comida, porque yo me vuelvo loco con unos canelones o una barra de pan». Y Dani, a la semana de tener tres estrellas en la guía roja, cerró el chiringuito dejando con tres palmos a los editores de la guía, que todo el 2019 tendrán que soportar el error en sus páginas dedicadas a Marbella, recomendando un local que no es tal.

No a lo que hacía

García ha declarado que ya no le gusta la cocina moderna. Que prefiere las comidas de siempre y que ahora disfruta haciendo boquerones fritos en la televisión. Lógicamente, cobrando por grabar los programas. Le he visto un par de ellos y le diría con todo agrado que hablara menos y dejase a los demás expresar sus ideas. Llevo años diciendo que con este tipo de cocina es como el 'Rey Desnudo'. La fábula relataba cómo el sastre real tenía engañado a su señor, diciendo que iba vestido. Y en realidad no llevaba nada. Total, que aquí la tan cacareada creatividad sólo es cuestión de dinero. Si no se gana con ese tipo, pues a freír pescado en la tele. Mucha suerte.

Usted sí que sabe

Admiro el trabajo de los vendedores de hostelería. No me refiero a la empresa, sino a los comerciales. Sobre todo, los que venden productos alimentarios. Y el mérito total es de los que distribuyen bebidas, por tener que batallar con personas cuya mayoría no tiene conocimientos reales sobre vino. No tienen tiempo y se guían solo por el precio, y acaso si lo llegan a probar. Además están los que se las dan de saber de vinos. Cuando llega el comercial y el comprador dice que le nota un toque de vainilla en boca, el sufrido vendedor le da la razón aunque este probando un vino blanco. Conozco un chico que su padre tenia un buen restaurante en Almería. Se lo cargó, y para venderle vino, todos comerciales le decían que sabían mucho. Él se lo creyó y el restaurante está cerrado hace tiempo y el de camarero; pero sigue presumiendo, de lo que no sabe.

Dónde comprar vinos

Para los normales y particulares, recomiendo una serie de pautas a la hora de comprar un vino. Jamás se le ocurra adquirir una botella que está en el escaparate de la tienda o restaurante. Tampoco las que se encuentran bajo un punto de luz en el propio local, aunque sea una bombilla LED. Nunca escoja por precio. A lo sumo, compre una sola botella, cátela en casa y si le gusta vuelva y compre las que quiera. Ya en casa, almacénelas en un lugar idóneo. Oscuro, con humedad del 60% mínimo y temperatura máxima de 15º C. Se ha comprobado que no es obligatorio tenerlas tumbadas. Eso sí, almacenan más y mejor.

Gambrinus

La cadena de cervecerías perteneciente a Beer&Food, ha presentado su nueva imagen, un reposicionamiento integral de la marca, que pasará a denominarse Casa Gambrinus y que se ha presentado en su nuevo local de la calle Santo Domingo de Silos, 8, de Madrid, en los aledaños del Estadio Santiago Bernabéu. Bajo el lema 'donde se arregla el mundo' el nuevo Casa Gambrinus busca posicionarse como un verdadero punto de encuentro entre amigos, familias, parejas o compañeros de trabajo, donde poder disfrutar de la mejor variedad de cervezas, junto con tapas, tostas y raciones de comida casera elaboradas cada día en el restaurante. Sean buenos y disfruten.

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