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pablo amate
Viernes, 29 de octubre 2021, 00:22
Ponga el soniquete que corea el público del Teatro Falla en Carnavales, y podrá oír: «¡Esto sí es Carnaval!» La moda del maridaje culinario ha ... tomado el pelo y la cartera a los comensales. Antes, si querías comer con vino había que pedir media o una botella entera. Ahora cobran por dos copas de un vino vulgar lo que costaba la ½ botella.
Frente a tanta pamplina, pensada para incrementar la cuenta de su comanda y volver loco a su paladar. No olvidaré mi primer menú maridaje. Siempre me gustó el restaurant parisino Lucas Carlton de Alain Senderens. Un día me dejó desconcertado. Venía de estar dos meses en Asia y diseñé mi regreso con escala en la Ciudad de la Luz por regocijarme en cuatro mesas de enjundia.
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Lucas Carlton obtuvo sus 3 estrellas en 1933, hasta que en 2013 las rehusó. Edificio histórico con sus 3 estrellas Michelin en la fachada, había cambiado por dentro. Decoración inusual, ahora minimalista. Temí lo peor. Hasta la mesa y cubiertos. Mire mi Vacherón. No había tiempo para cambiar de local. Carta ligera de gramaje, diseño actual, pero provocativas propuestas en medias raciones también ¡Y buenos vinos por copas! Era mi primera vez. Y lo iba a experimentar.
Dos 'flautas' de Krug con caviar Beluga. Unas Coquilles Saint-Jacques con vieiras y champiñones, salteados en mantequilla y gruyere. Con un blanco, Chablis 1º Cru. Con el 'rouge' salmonete bebí Louis Latour Pouilly-Fuissé. Una variante de sus famosos caracoles, por supuesto con Borgoña. De remate, un trocito de pichón de Bresse asado, con Burdeos tinto Margeaux. No pude pedir postre.
La BBC. Que patético es perseguir con gestos a los camareros para que te pongan un poco de vino. Culpa no siempre suya. Cuando se 'ajusta' un convite, se cierra el precio por cubierto, con la bebida –vinos– incluidos. Por eso, en las francachelas jamás dejan las botellas encima de la mesas. Asistía a un ágape ofrecido por el presidente de México. Éramos cuatro el equipo de España. Mediaba el festín, y nosotros ni agua. Pregunté a un miembro del ejecutivo mexicano y me exclamó: «¿Pero usted ya dio...?».
Muy sencillo: elegir la comida y bebida, que no se solapen. Mejor que se enaltezcan ambos. Un queso muy curado añejo con un blanco muy joven sin crianza, será agua en boca. Otras locuras son ostras con Rioja tinto Gran Reserva. Caviar con vodka. Los rusos lo hacen porque no tienen, la mayoría, para un buen champán francés. Y tras un opíparo banquete nupcial, ahíto de comida, comer tarta con un espumoso seco, ácido, con gas artificial, inyectado; es absurdo. Pero si a usted le gusta...
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