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¡Boti, Boti! La fiesta del buen comerEs bonito asomarse a la etimología de las palabras, sobre todo, de las que suenan bien. Botillería. ¿No les parece preciosa? Sonora y rotunda, abierta, ... repleta de vocales y posibilidades. En Granada tenemos una maravillosa Botillería en uno de los centros neurálgicos de la mejor gastronomía, por la calle Varela y alrededores. La Botillería deja chico el concepto de casa de vinos para convertirse en un señor restaurante donde se come y se bebe muy bien, un establecimiento con personalidad propia y acusada. Y suele estar a tope.
Se lo he contado otras veces, alegrándome cuando encuentro mesa un sábado a mediodía casi a última hora. Me da (casi) tanta alegría como pillar un pellizco en la Lotería. Y es que, como soy caótico y desordenado y los días de diario tengo exceso de citas, reuniones, programas y agenda tasada; los fines de semana me gusta ir a mi aire. Y así es difícil hallar sitio en el centro de Granada, que va de reventón en reventón. Por eso, cuando me dijeron que sólo les quedaba una mesa de dos, pegué un brinco de alegría. ¡Me la pido!
Como soy Géminis, creo en las dualidades y me gusta parafrasear a Clint Eastwood en 'El bueno, el feo y el malo' cuando decía que en este mundo hay dos tipos de personas, «los que tienen armas cargadas y los que cavan». Apuntando a su rival, remataba: «tú cavas». En el mundo de la restauración hay dos tipos de establecimientos: en los que siempre pasan cosas y en los que hay tediosos tiempos muertos y largas esperas. En La Botillería no se para un segundo desde que te sientas a la mesa. El equipo de sala ejecuta una perfecta coreografía que te permite disfrutar desde el primer momento.
Como teníamos entrada para el cine a primera hora de la tarde, fuimos comedidos en el comer y el beber. Un vermú para brindar por el fin de semana y un sabroso aperitivo de arroz de la casa dieron paso a unas alcachofas salteadas con gambas y una golosa salsa romescu de las de mojar pan. En la salsa también. Y la carne, claro. Una de esas ricas 'carnazas' que son marca de la casa: una sabrosísima pierna de lechazo asada para compartir. Acompañamos con un vino de Granada, ese Paraje de Mincal que es un acierto seguro.
Con los postres, es obligatorio tomarse uno, dos, cinco o mil bartolillos. A mí me provocan adicción. Tanta que soy cauto al pedirlos –van por unidades– y los acompañamos de una cremosa tarta de queso con frutos rojos en almíbar. Para no deshidratarnos, nos deleitamos con uno de esos vinos Málaga Virgen tan suculentos y golosos, que no empalagosos: Moscatel Naranja, ideal para el postre.
¡Boti, Boti! La Botillería, un sitio excelente donde disfrutar de las mejores viandas y de un servicio impecable, lo que convierte un sábado cualquiera en un sábado memorable.
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