En busca de la dieta contra la Covid 19

Cada día aparecen nuevas razones para comer bien, que no significa darse una panzada diaria, sino hacerlo con criterio. La pandemia nos ha dado alguna más. Alimentación sana y ejercicio se muestran como las mejores herramientas para protegerse frente a la infección por coronavirus, porque una y otra, las dos juntas, permiten reforzar el sistema inmunitario, auténtico escudo natural que nos sirve para hacer frente a las enfermedades. Para los científicos, no es casual que los pacientes que peor lo estén pasando sean precisamente los diabéticos, los obesos y los hipertensos. Los que sufren, en definitiva, enfermedades ligadas a una dieta inadecuada.

«Un sistema de defensas que decae con el paso de los años, unido a una dieta que se va empobreciendo con la edad, constituyen la tormenta perfecta para esta enfermedad», advierten José María Ordovás, científico español en la Universidad de Tufs (Boston), pionero mundial de la nutrigenética (la ciencia que estudia la relación de los genes en la nutrición humana), y su hijo José Manuel Ordovás, científico de la Universidad de Harvard.

Ambos participaron hace unos días de manera telemática desde Estados Unidos en el foro internacional EIT Food Innovation, donde se han presentado las últimas novedades en el campo de la salud y la alimentación. A los Ordovás no les cabe duda de que la tragedia que se está viviendo en las residencias de ancianos tiene que ver con esta cuestión, la suma de una inmunidad debilitada y una dieta inadecuada. «El problema no es tanto la existencia de una potencial cadena de contagio como que haya una comunidad con un sistema inmunitario pobre y una alimentación que no es la óptima».

Una cosa es quitar el hambre (saciarse) y otra muy distinta alimentarse con las sustancias y elementos básicos y necesarios para la vida (nutrirse). ¿Pero sirve realmente de algo cambiar de estilo alimentario de la noche a la mañana? ¿Pueden corregirse así –de golpe y porrazo– los 'vicios' de una maquinaria como el cuerpo humano, acostumbrada durante años a una dieta concreta, con sus consiguientes consecuencias para la salud y el organismo? ¡Pues claro! No se desanime. La respuesta a ambas preguntas es que sí.

No cabe duda de que la nutrición ocupa un papel fundamental en la lucha contra la infección. También es conocido que un cambio de costumbres hacia hábitos más saludables protege frente a esta y otras enfermedades. Laboratorios como los que trabajan los Ordovás tratan de desenmarañar algunas cuestiones que, sin embargo, aún permanecen ocultas para la ciencia. ¿Existe una única dieta saludable? «Seguramente no. Tenemos todos en la cabeza el paradigma de la dieta mediterránea, que nadie duda de su salubridad, pero no solo dentro de la cuenca del Mediterráneo encontramos muchas variantes alimentarias, sino que, además, al otro lado del Atlántico existen otras formas de comer, diferentes, que son absolutamente sanas. Siguen el patrón de pescado, cereales y fruta, pero carecen de elementos definitorios de lo que conocemos como dieta mediterránea, como el aceite de oliva o el bonito del Norte», explican los expertos.

Los Ordovás aseguran que a día de hoy es temprano aún para definir una dieta más saludable frente a la infección. Ésta y otras preguntas tendrán posiblemente respuesta en cinco años, solo cinco años. «Una nutrición adecuada, ajustada a los patrones tradicionales, ayuda. Lo hemos visto en el pasado con la malaria, y, probablemente, nuestra dieta, la mediterránea, sea la más beneficiosa de todas», afirman. Tenemos suerte y hay que aprovecharla.

En un futuro próximo, en un lustro, se cree que será posible definir dietas sanas en función de los gustos alimentarios de cada uno. De eso va la nutrigenómica. ¡Un auténtico chollo!