En busca del fresco perdido, agua de manantiales y spa
Pablo Amate
Jueves, 31 de julio 2025, 18:43
Por estas fechas, y a pesar del cambio climático, les voy proponiendo destinos donde la temperatura es más grata. Nada asegurable, por efectos como las danas y demás actividad meteorológica inesperada, que pueden dar al traste a unas vacaciones. Hoy les invito a ir a Lanjarón, la 'Puerta de la Alpujarra', famoso por su agua mineromedicinal y su balneario, que data del siglo XVII. El pueblo también tiene una rica historia ligada a su castillo, la resistencia durante la Guerra de la Independencia y la posterior repoblación tras la expulsión de los moriscos.
Seis manantiales
Lanjarón, nombre prerromano, significa 'tierra de manantiales'. El pueblo del agua de la eterna juventud. Situado entre Sierra Nevada y la Alpujarra, era considerada el agua de la vida, de la salud. Fue descubierta por los mozárabes, pero no se comienza a explotar hasta el XIX como actividad medicinal y vacacional.
Famosos, cesta y charla
Ya en el siglo pasado se convierte en cita obligada de los personajes más notables de la época como Virginia Woolf, Bertrand Russell, Manuel de Falla o García Lorca. El edificio se construye en 1928 y el del hotel es de 2012. Hoy día, la decadente imagen lanjaronense tiene encanto para muchos. El Hotel Nuevo Palas se adecuó a estos tiempos. Conocí bastante a sus dueños. Familias de toda España pasaban largo tiempo en esta ciudad balneario mientras alguno de sus familiares tomaba las aguas prescritas. Otros muchos alquilaban pisos haciendo vida total en este pueblo, entrada de la Alpujarra. Y al anochecer, con la fresca, sacaban silla y hamacas a las aceras. Y eso que seguía siendo una calle–carretera. Allí, envuelto en un halo de cadencia, transcurría el estío.
Paseos por calle Real
Cuando los balnearios eran moda, no las playas, Lanjarón era de los más afamados. Mañana y tarde se veía pasear por la calle Real a hombres y mujeres de todo nivel social y nacionalidades variadas. La mayoría llevaba un vaso de cristal, en una cestita tejida con mimbre. Venían muchas familias del norte de África y España. Yo, unos años, recogía del aeropuerto a la abuela Nines Arenillas, esposa de Víctor de la Serna y gran crítica gastronómica de El País, llevándola hasta el balneario de Lanjarón.
Yantares y condumios
Había quienes paraban en una fuente a la altura de Dúrcal, otros llegaban a la Venta de las Angustias, cruce y desvío para Lanjarón, sin más ventas por el camino. El desayuno tradicional era buñuelos o churros con chocolate y una copilla de aguardiente. Es pueblo fresquito. Disfruten con los 'cañoneros'.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.