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Jueves, 10 de octubre 2024, 23:35
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Esta tarde de viernes, a las 19 horas, llegará un momento muy especial para Chema Cano: en la Biblioteca Provincial de Granada de la calle Sainz Cantero, con Raquel Paiz, se presenta su primera novela, 'Seis acordes', publicada por la editorial Loto Azul. Chema tiene buena memoria y lo mismo recuerda la concha de ensaladilla del Suizo que las horas de cocción del cocido de su madre. Buen 'cocinicas', entiende perfectamente que la ruta de las especias fuera el eje de movimiento de las personas. «No sé cocinar sin ellas», nos dice. Quedamos en Taberna Granados, donde disfrutamos de sus proverbiales callos.
–¿Por qué, Taberna Granados?
–Porque es uno de los escenarios de 'Seis acordes'. La novela, que transcurre por todo el siglo XX y por diferentes enclaves del mundo, tiene una parada en el centro de Granada. Aquí se detiene en lugares populares donde la vida de la ciudad se resolvía mezclando la conversación con un trago. En el caso de la Taberna Granados, de vino mejorana.
–También aparece el Suizo...
– El Suizo es el vértice de la vida de la ciudad, enclave privilegiado en el que cualquier granadino tiene algún recuerdo. En mi caso, el primero viene de mis padres, que allí fue donde se conocieron. Más tarde, en mi juventud, era parada obligada para tomar caña y concha de ensaladilla.
–Alameda y la tertulia de El Rinconcillo, hoy Chikito...
–Se trata de un lugar emblemático en la Granada de finales de los años 20 del siglo pasado. Una ciudad de provincias que contaba con un espacio concreto en el que la tertulia cultural tenía una representación permanente. Estos cafés tertulia han sido esenciales en el desarrollo de ideas e ideales a lo largo del tiempo. Una pena que la estandarización de locales y la modernización estén arrasando con ellos. ¡Nos queda Chikito!
–¿Por qué escribir una novela?
–La literatura siempre me ha absorbido, al principio como lector y luego como escritor. He llegado a ella después de un largo recorrido, pasando por el relato, los artículos y la poesía. Son géneros muy dispares, pero te proporcionan las herramientas necesarias para afrontar una novela. Me ha llevado dos años escribirla.
–¿De dónde surgió la idea?
–Viendo el discurso de Leonard Cohen el día que le concedieron el premio Príncipe de Asturias. Recomiendo verlo en YouTube: además de cantante y poeta, era un gran contador de historias. Esa en concreto, la clava. A partir de ahí, tenía la idea principal. El final también me aparece justo al empezar a crear la historia, al igual que el título. El resto fue brotando conforme la vida de los protagonistas se convierte en realidad.
–¿Nos cuenta el argumento?
–Es una obra profundamente humana. El personaje principal actúa como puente entre dos figuras legendarias: Leonard Cohen y Federico García Lorca, uniendo dos mundos aparentemente distantes, pero conectados por las emociones universales.
–¿Cómo se documentó sobre dos de los escenarios esenciales de la novela, Vega y Sacromonte?
–A través de la lectura de innumerables publicaciones que hablan sobre esos lugares. También de recorrerlos, de conocerlos y de impregnarme de sus gentes y de su realidad. De manera recurrente he tirado de recuerdos familiares, que mi madre era de la Vega; y propios, del tiempo que viví junto al Peso de Harina. Pisar el terreno es un proceso de documentación infalible.
–¿Muchos cambios con la Granada actual?
–Sí, las ciudades han cambiado sus apariencias, se han adaptado a los condicionantes de la globalización. Los locales del centro de Granada son los mismos que los del centro de cualquier ciudad de occidente. Apenas si podemos saber dónde nos encontramos. Sin embargo, quedan reductos del pasado, como el Sacromonte; lugares protegidos de la modernidad, en parte, y que debemos tratar de preservar a toda costa.
–¿Y las cuevas?
–Recorrer la vereda de Enmedio, sobre todo a horas en las que es transitada solo por los vecinos... es un buen lugar de inspiración. Tomar una cerveza en alguna de las cuevas que ponen quintos fresquitos es un buen método de aprendizaje.
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