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Gabriel Hernández Walta habla de cafés y cómic en la terraza del Hotel Alhambra Palace. Ariel C. Rojas
Una Alhambra con | Gabriel Hernández Walta, dibujante

«Las cafeterías de 'Carretera fantasma' tienen escala humana»

No es muy dulcero, hace la compra en los comercios del Realejo, le encantan los bocatas del Aliatar y es uno de los mejores dibujantes del mundo

Jesús Lens

Granada

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Viernes, 26 de julio 2024, 00:01

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Como buen vecino del Realejo que es, el prestigioso dibujante Gabriel Hernández Walta a veces sube al Hotel Alhambra Palace. Atesorador de dos premios Eisner, los más prestigiosos del mundo del cómic, nos cuenta algunas de sus rutinas profesionales. Quiso la casualidad que el día que nos citamos también nos acompañase Íñigo Entrala, nuevo gerente de la Fundación Rodríguez-Acosta. Hay encuentros afortunados. Éste fue uno de ellos.

–¿Conoce la Fundación Rodríguez-Acosta?

–Mucho. Pero hace tiempo que no voy. Me encantaba subir a ver las exposiciones de los artistas becados por la Fundación. (Entrala le invita a visitarla de nuevo, cosa que Gabriel hizo a los pocos días, mostrándose encantado). Si no fuera por los plazos de entrega de mi nueva serie, 'Carretera fantasma', me pasaría allí el día dibujando sus jardines y fuentes, el museo. Es un sitio maravilloso. Algo tenemos que hacer...

–Además del cómic, le encanta dibujar del natural en Granada...

–Lo hago siempre que puedo. Y es que de Granada me gusta todo. Al dibujar el Campo del Príncipe, a donde me gusta ir a tapear, por cierto, dibujo las fachadas de sus bares, restaurantes y cafeterías.

–¿Y qué sitios le gustan para ir a comer?

–¡El Aliatar y sus bocadillos! Y le he contagiado esa pasión a mis hijas, Clara y Lucía. Siempre que vienen amigos suyos de fuera les organizan el circuito Aliatar-Italianos. Y no falla.

–Usted trabaja en casa. ¿Es de asaltar el frigorífico cada rato?

–¡No! (Risas). Me controlo. Suelo salir a hacer la compra a los comercios del barrio y aprovecho para estirar las piernas dando un paseo, que me paso muchas horas al día sentado, dibujando. Me gusta hacer la comida del día a día, la de batalla, no solo un plato espectacular de vez en cuando para hacerle fotos. En ocasiones me complico más y hago arroz con costillas, lasaña, carrilleras... Cuando tengo plazos de entrega comprometidos salgo menos y sí es verdad que pico más.

–En su nueva serie con Jeff Lemire, 'Carretera fantasma', las cafeterías desempeñan un papel esencial...

–En la tormenta de ideas previa, como íbamos a mostrar esas interminables carreteras norteamericanas, decidimos que las llamadas áreas de descanso, que son un trozo de civilización en mitad del desierto, tendrían una gran importancia argumental: se convierten en los puntos de paso de una realidad a otra. Y hasta ahí puedo contar...

–No son precisamente aquellos 'no lugares' de los que hablaba Marc Augé, ¿verdad?

–Al contrario. Y eso que he experimentado esa pérdida de identidad en ocasiones, como en los aeropuertos, pero las cafeterías de 'Carretera fantasma' no son así. De hecho, la historia comienza con un camionero charlando con una camarera. Les hemos dado una escala muy humana, tanto para las conversaciones como para la violencia.

–¿En qué se inspiró para el comedor de 'Sentient'?

–Fue una mezcla curiosa. Por una parte, en las películas de ciencia ficción de los 80, como 'Alien', dándole un aspecto 'sucio'. Me gusta hacer una reconstrucción analítica de lo que necesito para la historia y me acordé del ferry a Melilla en que iba a con mi hermano para visitar a mi abuelo, con todo atornillado al suelo y un máximo aprovechamiento del espacio.

–¿Y para la inteligencia artificial de la nave?

–Necesitaba que tuviera pinzas para manejar objetos y pensé en diferentes animales. Al final me decidí por un ave. En concreto, el pelícano, que tiene una gran simbología, dado que la hembra sería capaz de mutilarse y arrancarse sus propias vísceras para alimentar a sus crías. Es un símbolo del altruismo llevado al sacrificio y argumentalmente funciona muy bien. Cuenta la leyenda que el pelícano macho mató a las crías y la hembra les devolvió la vida. De ahí surgen las virtudes teologales; fe, esperanza y caridad. Los botes de tinta Pelican lo reflejan y mi suegro, que talla y restaura madera, me ha contado que en Granada existen zapatas muy antiguas que muestran a la hembra del pelícano picándose el pecho. ¡Habrá que buscarlas!

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