Bares de Granada
Una cata de altura en el templo de Casa EnriqueBares de Granada
Una cata de altura en el templo de Casa EnriqueParadoja: para disfrutar de una cata de mucha, muchísima altura, me tocó bajar a las profundidades de Casa Enrique, un vertiginoso descenso hasta su Sancta Santorum donde oficiaban Luis Alberto Montes y David Gómez como cálidos, entusiastas y generosos anfitriones. En lo que va de año, es la tercera vez que me pongo bajo su magisterio. La cuarta, si le sumamos el viaje en taxi que compartimos desde IFEMA hasta el centro de Madrid, durante Madrid Fusión. ¡Qué tipazos, oigan! ¡Qué tipazos!
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Miércoles noche. Los vinos de la bodega García de Verdevique como protagonistas de una sesión que aspira a convertirse en cíclica y habitual en uno de los templos tabernarios por excelencia de Granada, esa Casa Enrique que no deja de darnos alegrías desde su reapertura, hace ya un año.
Cuando me sumé a la reunión ya rulaba por la mesa el primero de los vinos en liza: el Verdevique Vigiriego 2020, fermentado en barrica sin añadido de ningún tipo. Vino ecológico monovarietal de una uva autóctona de la Contraviesa. Ahí tenemos ya dos de las características esenciales de una excepcional bodega granadina: respeto absoluto al medio ambiente y reivindicación de uvas locales. Más que heroica, practican una viticultura homérica, con viñedos a más de 1200 metros de altitud.
Imposible que les cuente todo lo que el experto Ricardo Martínez, encargado de conducir la cata de forma didáctica y pedagógica, nos iba contando en fértil diálogo con el auténtico protagonista de la noche: el bodeguero Alberto García, joven y sobradamente preparado.
Mientras daba cuenta del primer bocado de la noche preparado por el equipo de cocina de Casa Enrique, un soberbio lomo de caballa ahumada sobre alioli de lima y jengibre con caviar cítrico que le iba como anillo al dedo al vino, compareció en la mesa el Mil pieles 2021, un vino 'imposible' hecho con una amplia variedad de uvas. Un vino de aprovechamiento para darle vida a lo que otros no habrían dudado en tirar a la basura. Un vino naranja, ese orange wine que tan poco vemos por estos lares, que no es ni blanco, ni tinto, ni rosado. Es único, es toda una declaración de intenciones y, acompañado por la mítica anchoa Casa Enrique, hecha según la ancestral receta de la casa, fue un subidón.
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Más alto aún nos llevó el Jaén Negro 2021, con un humilde gorrión en la etiqueta. Me acordé de mi querido Alfonso Salazar y su novela 'Un gorrión sentimental', primera entrega de su mítico Detective del Zaidín. ¿Ven como en Casa Enrique me hacen sentir como en casa? Otro vino que es una declaración de intenciones, que se hace con una uva denostada, olvidada y repudiada, ahí es nada.
A esas alturas de la cata, la lengua ya se había soltado y solo la metíamos en paladar a la hora de hincarle el diente al surtido ibérico con jamón ibérico 100% bellota, morcillo 100% ibérico bellota, lomo doblao 100% ibérico de bellota —me comí el mío y el de mi vecina de mesa, que titubeó y amenazó con dejarlo en el plato— lomo de orza con receta granadina y ese tomate raf de Casa Enrique que me vuelve loco.
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El momento más chispeante de la velada llegó con el García de Verdevique Brut Nature, una auténtica locura. Nunca había probado un espumoso como ese. Era puro Far West. No me acuerdo exactamente de qué dijeron Ricardo y Alberto… solo podía pensar en que sería el Brut Nature con el que brindarían los pistoleros del Lejano Oeste, a mis héroes del western, tras un buen golpe. Puro cuero. No me extrañó, pues, que Luis y David lo combinaran con un quesazo: el contundente Stilton macerado durante 21 días en sidra de hielo Valverán que, disculpen la grosería, me comí a 'palás'.
La sorpresa final, la última traca, llegó en forma de vino dulce: el PX de Verdevique 2020, acompañado de un tocino de cielo según receta de Jerez de la Frontera del siglo XIV que nos dejó un inmejorable sabor de boca. Fue un goloso beso final que nos hizo levitar escaleras arriba, camino de la madrugada.
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Termino en corto: me siento un auténtico privilegiado por haber participado en una de esas veladas para el recuerdo, única y especial. Aunque espero que no irrepetible. Calidez y calidad. Calor y color. Saber y sabor. ¡Enhorabuena a quienes lo hicisteis posible!
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