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Catas para salir ciegos perdidos

Catas para salir ciegos perdidos

Gastrobitácora ·

Invitamos a una reflexión sobre el cuestionable sentido de algunas catas de vino en las que prima la cantidad sobre una mínima calidad

Jesús Lens

Granada

Viernes, 4 de septiembre 2020, 00:13

No es lo mismo una cata a ciegas que una cata de la que sales ciego. O, al menos, de la que saldrías dando tumbos si tuvieras la osadía de tomarte todos los vinos que te ponen por delante. Aunque llamar vino a según qué productos… pero empecemos por el principio y volvamos a Ronda, una semana más.

En el Casco histórico de la famosa ciudad serrana hay un Centro de Interpretación del Vino situado en un edificio que data de la época de los romanos cuya visita concluye con una cata acompañada de un aperitivo. El precio: 5 euros. Por un poco más de dinero (15 euros), la cata incluye tres vinos de una categoría superior. Y por 30 euros, tres vinos mejores aún.

Tras el buen sabor de boca dejado por la visita a las bodegas de Jerez, nos animamos a repetir experiencia. Elegimos la gama intermedia de vinos para la cata e iniciamos la visita a la bodega que, tras la información dispensada por la persona encargada, se hace por libre. En realidad, la mayoría de la información viene dada por paneles de plexiglás complementados por la exposición de algunos objetos, ánforas y jarrones curiosos. Y la cava, con sus botellas cubiertas de polvo.

Lo más interesante es saber que estás en un edificio histórico y que, según te cuentan, ya era usado para hacer vino en tiempos de los romanos. Y el patio, que es bonito.

Al terminar la visita, que se hace rápido, llega el turno de la cata. La misma persona que vende las entradas y explica el contenido de la visita prepara los tres vinos seleccionados, de gama intermedia. Los sirve a la vez, nos explica sus virtudes y características básicas y nuevamente nos deja a nuestra bola. Junto a las copas, un canastillo con colines.

A los pocos minutos, vuelve y nos dice que llega el turno de probar los vinos incluidos con la entrada a la bodega. Vinos jóvenes que manan de una llamada fuente del vino. ¡Cinco! Son las dos de la tarde de un día de agosto en el que frío, lo que es frío, no hace. Y frente a nosotros hay 8 copas de vino de las que apenas hemos terminado la primera.

Dudamos de a qué tirarle, si a los vinos de gama media, de cuyo nombre y características esenciales ya es imposible acordarse, o darle a los jóvenes y dejar los mejores para el final. Optamos por esta opción. Primer sorbo al primer joven. ¡Foh! Apartado. Otro sorbo al segundo joven. ¡Otro foh! A un lado. Siguiente tentativa con el tercer vino. ¡Requetefoh! Y así todo.

A ver. Los vinos de gama intermedia, todos ellos con el marchamo de Denominación de Origen Sierras de Málaga, estaban buenos. Doy por sentado que los de gama superior estarían mejor aún. ¿Pero qué más da, cuando te los ponen sin orden ni concierto, junto a cinco llamados 'vinos jóvenes' a los que resulta imposible meter mano?

No hay que ser matemático para hacer las cuentas: si una entrada de 5 euros da para probar 5 vinos (con aperitivo incluido), ¿cómo serán esos vinos? Pues eso. Que salimos por piernas del Centro de Interpretación sin asomarnos siquiera a la sección dedicada a la venta y renegando de la marca Sierras de Málaga. Y no creo que ese deba ser el fin último del invento…

Por cierto que no hemos hablado del aperitivo. O, mejor dicho, sí lo hemos hecho: colines. Y ya. No esperaba yo grandes exquisiteces gastronómicas, pero llamarle 'aperitivo' a un cestito con colines tiene tarea.

Tras la experiencia con los fuera de carta que les conté la semana pasada y con lo de la cata para salir ciegos de hoy van a pensar ustedes que le tengo manía a Ronda. Y no es así. En absoluto. Pero es uno de los problemas de las ciudades volcadas al turismo, sobre todo, al extranjero: rebajar los estándares mínimos de calidad para ofrecer un producto muy cuestionable a un precio de derribo.

Si la misión del Centro de Interpretación del Vino de Ronda es que el visitante salga con una tajada como un piano, misión cumplida. Si lo que busca es mostrar la calidad y la variedad de los vinos que se hacen ahora mismo en Málaga, un rotundo suspenso.

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