Una cena informal, sana, divertida y muy fácil de resolver
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Desde que empezó el calor, en casa nos hemos entregado a las crudités de verduras, una forma cómoda y diferente de cenar ligero... y no morir de aburrimiento en el intentoGastrobitácora ·
Desde que empezó el calor, en casa nos hemos entregado a las crudités de verduras, una forma cómoda y diferente de cenar ligero... y no morir de aburrimiento en el intentoJesús Lens
Granada
Viernes, 3 de julio 2020, 23:47
Se pelan las zanahorias y se parten haciendo bastoncitos con ellas. Los pimientos rojos, grandes y bien duritos, después de la lavarse con atención, también quedan cortados a lo largo. De hecho, la parte curva del pimiento termina pareciendo una especie de Llave Allen vegetal, solo que algo más gruesa.
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También se pueden usar pepinos, apio, rábanos, tomate, espárragos… las verduras favoritas de cada cual, siempre que tengan la consistencia suficiente para ser usadas como improvisado cubierto vegetal con el que disfrutar de las salsas. O, cortadas en rodajas, para 'soportar' que se unten esos aditamentos, vinagretas especiales u otros aderezos sobre ellas.
Esta modalidad de crudité, de origen francés, exige vegetales duros y consistentes que crujan al morderlos y que sean sabrosos de por sí. Y que no se oxiden al ser cortados, en cuyo caso presentan un aspecto poco apetitoso, aunque realmente no les pase nada malo ni pierdan propiedades.
A la hora de presentarlas en la mesa, las crudités permiten jugar con los colores, teniendo a nuestro alcance todo un arcoiris de sabores que combina el naranja de la zanahoria con el verde del pepino, el rojo del pimiento o el tomate y el suave verdiblanco del apio.
La gracia de las crudités es usar los vegetales al natural, completamente en crudo, sin añadirles aceite, vinagre o sal. El aderezo son las salsas que se capturarán con tan insólitos utensilios. Aquí también debe fluir la libertad de los comensales y sus particulares gustos. Es muy común y socorrido usar el guacamole, uno de los alimentos de moda. Pero las crudités permiten descubrir exquisitas salsas de Oriente Medio como el hummus o el baba ganush.
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Este verano en que viajar al extranjero es una quimera, casi una misión imposible, aprovecho para recordar a través del sabor algunos de mis viajes, ya tan lejanos en el tiempo.
Durante unos años, fui mucho a Oriente Medio: Siria, Líbano, Jordania, Yemen, Irán… Una de las cosas que más me gustaba era, en todas y cada una de las comidas, empezar con el hummus y el baba ganoush, que tomábamos generosamente, usando el famoso pan de pita a modo de cubierto. Era una forma rápida de improvisar una especie de sandwich oriental de lo más sabroso, diferente y original.
Ahora, en las cálidas noches de esta Granada extraña y a medio gas, me descubro recordando aquellas otras mil y una noches a través de las crudités, haciendo crujir el pimiento y la zanahoria con los dientes mientras recibimos los efluvios de platos con honda raíz mediterránea, repletos de resonancias míticas.
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Recordemos que el baba ganush es una crema o pasta cuya base es la berenjena, mezclada con ajonjolí, zumo de limón, ajo, zumo de granada y comino, aliñado con aceite de oliva.
El hummus, por su parte, es una crema con base en los garbanzos, que se cuecen con zumo de limón y al que se pueden añadir otros ingredientes como el ajo o el pimentón.
Les confieso que, a la hora de elegir las salsas, muchas noches no nos complicamos la vida: tiramos de las ya preparadas que se venden en determinadas tiendas de alimentación. Hacer un guacamole no es complicado, pero en ocasiones no tenemos los aguacates lo suficiente maduros o, lo que nos falta, son ganas de ponernos a ello. Lo mismo ocurre con el hummus: además del tradicional, se vende uno con pimentón que resulta excelente.
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Para estas noches tan cálidas, nada como un sabroso tzatziki de inspiración griega, una salsa de yogur, pepino y ajo de lo más sabrosa. Los ingredientes son fáciles de conseguir: yogur griego, pepino, ajo, sal, pimienta, limón y aceite.
Se pone una taza y media de yogur griego en un bol y se rallan dos pepinos muy finos para que suelten el agua y se mezcle todo el conjunto. En la receta original se escurren los pepinos y se tira su jugo. Eso ya va por barrios. En un mortero se machacan de cuatro a seis dientes de ajo grandes con el limón. O más ajos, si se desea obtener una salsa más fuerte. Se salpimenta y se añade al yogur con pepino, mezclando bien, sin que sea necesario usar la batidora.
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De una textura suave y un sabor muy potente, el tzatziki es idóneo para las crudités, conformando un menú sano, nutritivo y muy sencillo de preparar. Porque en el verano del 2020, la operación bañador parece importarnos menos que nunca, pero tampoco está de mes darle cariño a nuestro cuerpo.
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