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Jesús Lens
Granada
Viernes, 24 de junio 2022, 00:05
Cuando hablamos de terrazas, lo natural es pensar en las mesas y sillas instaladas a pie de calle, en el exterior de bares y restaurantes. Pero la primera acepción de terraza es, según la RAE, un sitio abierto de una casa desde el cual se puede explayar la vista. O la cubierta plana y practicable de un edificio. Y es a esta dimensión aérea y con vistas de las terrazas a la que nos referimos hoy.
Entramos al hotel Barceló Carmen Granada, en plena y bulliciosa Acera del Darro, cogemos el ascensor y pulsamos el 8, que nos sube a Bheaven, la terraza del cielo de Granada. Es increíble el cambio de perspectiva. Nos saludan una atmósfera limpia y una tarde muy fresca, lo que resulta especialmente de agradecer tras la salvaje ola de calor de la semana pasada.
Resulta imposible no soltar una gran exclamación. ¡Ohhhh! Es una exclamación admirativa, extasiada ante la perspectiva que se abre a la vista. De frente, la Alhambra. Hacia la derecha, el Realejo. Las Angustias en primer plano y, al fondo, Sierra Nevada. Y a la izquierda, la magnificencia de la Catedral. Sentados a una de las mesas, miles de años de historia, cultura y patrimonio se extienden frente a nosotros y nos contemplamos mutuamente.
La carta de Bheaven está a la altura de las vistas. Y no es un reto fácil. El cocinero jefe, Dionisio Palma, ha diseñado una propuesta que cambia dos o tres veces a lo largo de la temporada para adaptarla al producto más fresco posible y a los rigores del clima. Una carta que responde a las vistas, también, por estar basada en la historia de Granada, en sus monumentos y su historia. Y todo ello, a unos precios muy razonables.
En el apartado dedicado a 'El frescor de los jardines de la Alhambra y laderas de Sierra Nevada' priman las ensaladas más naturales, pero con un punto diferencial, del aguacate asado al bonito escabechado, un sushi roto que incluye aliño de coco, mejillones de roca en escabeche o los populares tomates cherrys.
Y ojo a las propuestas más picantes, hechas con las famosas salsas Sierra Nevada. Del cielo al infierno, efectivamente, como anuncia la carta juguetona. Y es que en Bheaven, aunque pertenece a una cadena, trabajan mucho con los proveedores locales, por lo que se pueden degustar quesos de Las RRR de Maracena o los vinos de Fontedei.
La Granada más golfa, la del Sacromonte, Ganivet & Pedro Antonio de Alarcón, invita al canalleo gastronómico. Como la Street Food que mezcla los ingredientes de la tierra en platos internacionales, como los noodles con puntillitas. Esa comida informal en que priman las alitas de pollo viajeras, los huevos rotos con pulpo salobreñero y su salsa, las croquetas de camarón o las mini burgers de la mejor calidad.
Amplia selección de pescados y carnes al Josper, que permiten mucha versatilidad, completan una carta para todos los gustos que se habla de tú a tú con un skyline único, imantador y subyugante.
En Bheaven organizan conciertos de músicas diferentes, actuaciones de DJ y actividades culturales variadas, por lo que en esa terraza siempre pasan cosas. Los horarios también cambian con el tiempo. En verano, los mediodías quedan para los clientes del hotel que quieran comer algo sencillo, aprovechando la piscina. La tarde es para los cafés y la coctelería, que es capítulo aparte, y la noche para esas sabrosas cenas a la luz de la luna, a la carta. En otoño y primavera, priman los almuerzos y el tardeo.
Otra terraza gastronómica granadina con unas vistas que son una locura, un escándalo, en palabras de Ángel Garrido, su jefe de cocina, es la de Alarique, establecimiento situado en plena Cuesta de Gomérez. De hecho, consta de dos terrazas diferentes, una con vistas a la Alhambra y al Albaicín y otra desde la que se aprecian muy bien los detalles de nuestra Catedral.
A Ángel le gusta cambiar la carta de acuerdo a la temporada y la que presenta Alarique ahora mismo es muy fresca y sabrosa. Abrir boca con la ensaladilla de langostinos es una opción inmejorable. A partir de ahí, todas las propuestas son sugerentes, de los gofres de atún picante a un ceviche tropical que incluye el mango de nuestra costa. Un salmorejo particularmente atractivo y los sorprendentes baos de calamares en su tinta.
El interior del local, igualmente agradable, permite comer en mesas altas en un ambiente informal y desenfadado. Alarique invita a hacer un alto en el camino cuando se camina por el centro de Granada, al subir o bajar de los bosques de la Alhambra. Y atención a la propuesta de coctelería y cocina líquida en la que están trabajando de cara a las semanas más tórridas del verano. Dará que hablar.
Si a la hora de comer, el gusto y el olfato son los sentidos primordiales, las terrazas granadinas también estimulan la vista, ofreciendo perspectivas sin igual para convertir las cenas de verano en experiencias memorables.
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