Mon Chéri y vivido París
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pablo amate
Viernes, 23 de abril 2021, 00:41
Si me pidieran hoy volver a Paris, no iría. Opto por el recuerdo de lugares y personas con vida. Lo mismo sucede con mi entrañable ... Francia. Desde noviembre tienen cerrada toda la hostelería: cafés, bistrot, brasserie, restaurant, hoteles, cafés, etc. No recuerdo, ni falta que hace los años que voy, vivo y vengo de Francia. Sobre todo Paris. Creo conocer el 72% de sus «departamentos» o regiones. Cursé estudios y titulaciones en disciplinas académicas: vinos, quesos, acuicultura, coñac, champagne y en la Universidad de la Sorbona, sobre Derecho y Gastronomía.
Duele imaginar las recoletas plazas y calles, antaño atiborradas de mesas en las aceras. Protestaba por tener que bajar a la calle, con los vehículos, pegados a ti. ¿Cuánto daría ahora por vivir esos momentos? Eran tiempos donde el Código Da Vinci, con culturetas que decían no haber leído. Vivía en la «ciudad de la luz». Seguí rutas que Simenon o Dan Broy marcaban en sus libros. Un día comí con la alcaldesa de Paris. Me llevó a Chef Fernandes, Cuarta generaciones de españoles.
Con «s» al final. Bullicioso local, mesas pegadas. Si te toca en la bancada corrida, para ir a la toille, levantabas dos veces de 8 a 14 personas. La gaditana Anne Hidalgo, alcaldesa de Paris, sabía de ese bistrot. Más parecido a una venta gaditana. Mantel de cuadros rojos. Mesas apretadas y el mejor confit de oca probado. Un tinto de Minervois, joven pero educado, limpiaba las papilas gustativas de la grasa del confit.
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A 20 metros, y por una estrecha calle, aparecía la catedral de Saint Sulpice. En la escondida iglesia, sigue real el fenómeno óptico del rayo de sol. Lo galos no se avergüenzan jamás de haber creado el foiegras de oca, emblema nacional. Le casuletlet, tanto que cerca de La Madelaine las tripes del barrio viejo en Niza. Y un hueso con su tuétano, toque de sal de la Camarga y copa de Burdeos.
Antiguo barrio judío, con imagen estereotipada. Calles ni grandes, ni pequeñas, algunas peatonales, con farolas y adoquines, balcones románticos y luz agradable. Y allí, gracias a la sensibilidad de la directora del Museo Picasso; engarzado en un palacete entre callejuelas. Algo mágico surgió. Organizaba algo muy importante para Andalucía y España. Me gusta regalar vinos españoles. Y a esta dama entregué una botella de vino Pajarete de Casa Guardia, Málaga. Me hizo una propuesta «excitante». Accedí, y vimos el museo, con una copa cada uno en la mano de la tierra de Picasso. ¿Imaginan?
Sea para manifestarse o pasar la noche. Que amanece en el Canal de San Martín. Después de cenar en Amarante, o en muchos de los bistrop y brasseries. Coquetos y pequeños restaurant. Hoy todo cerrado. Ni en los peores sueños se puede imaginar lo de ahora. En este barrio, el mejor cocinero del mundo. Que no compra puntuaciones, ni anuncia hamburguesas o donuts, Alain Ducasse, de Montecarlo, puso un tienda de chocolates. La mejor. Qué recuerdos.
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