Los secretos gastronómicos de la familia Scorsese

Hace unos meses descubríamos los secretos culinarios que se escondían en la Trilogía de 'El Padrino', de Francis Ford Coppola, en su portentoso libro editado por Norma. Atentos a lo que cuenta el propio Coppola en el libro del que vamos a hablar hoy: «Tengo muchos recuerdos agradables de cuando visitaba el apartamento de los Scorsese en Little Italy. Las reuniones, por lo general, tenían lugar alrededor de la mesa y de la comida que hacía la señora Scorsese... Todos conversábamos a voces y hablando al mismo tiempo y la comida era realmente maravillosa».

Si son ustedes aficionados al cine de Scorsese, sabrán que en sus películas se come mucho. Y muy bien. De hecho, el despegue criminal del protagonista de 'El irlandés' se produce cuando distrae las mejores piezas de carne que transporta en su camión para vendérselas bajo cuerda a un capo mafioso.

'Italoamericanos. El libro de cocina de la familia Scorsese' es una pequeña joya, editada por la editorial Confluencias, en la que se mezclan una buena cantidad de recetas tradicionales de la gastronomía tradicional italoamericana con sabrosas anécdotas culinarias de las películas del magistral cineasta Martin Scorsese. Como señala el propio director: «Los italianos de la generación de mis padres se mantienen unidos gracias a la institución de la familia. Esta es la razón de que la salsa de la pasta sea algo tan sagrado en una familia italiana».

Menos mal que Catherine Scorsese, madre del cineasta, decidió romper con la inveterada tradición de sus progenitores: «Mi madre nunca usaba recetas. Antes todos lo hacían así. Jamás medían las cantidades. Si salía bueno, salía bueno. Si no, mala suerte». De esta manera, podemos disfrutar de un libro que trufa el cine con hasta cerca de 50 recetas, tanto de diferentes tipos de pasta como de sopas, carnes, pescados y mariscos, verduras y huevos, pizzas y calzones y algunos postres.

Los Scorsese dedican un capítulo especial a los especiales platos que se comen en determinados días de fiesta, como la pasta con salsa de anchoas del día de San José o las tortitas con harina de garbanzo de Santa Lucía. Y una maravillosa anécdota: «Nueva York era como una gran casa. La gente solía dejar las puertas abiertas. Uno podía entrar en cualquiera... Si no te gustaba lo que tu madre había cocinado, bajabas las escaleras y comías en otro sitio. Éramos una gran familia. Ahora es diferente».

Durante los rodajes de sus películas, la madre de Martin Scorsese solía cocinar para el equipo de filmación. Y muchos de sus platos acababan apareciendo en pantalla. ¿Se acuerdan de 'Uno de los nuestros', cuando los personajes interpretados por Ray Liotta, Joe Pesci y Robert de Niro paraban en la casa familiar de uno de ellos, de noche, portando un cadáver en el maletero del coche? La venerable anciana que les prepara la cena, sin preguntar, es Catherine Scorsese. Y lo que los actores comen vorazmente había sido efectivamente cocinado por ella.

Para esa escena, Pesci pidió que la madre del cineasta guisara unas alubias y berenjena a la parmesana. Martin Scorsese le aconsejó que no comiera demasiado, dado que era previsible que tuvieran que repetir la toma varias veces. Pesci respondió que no le importaba. Que comería en todas las tomas. Y así lo hizo. Hasta el punto de que su estómago acabó más hinchado que un balón de fútbol.

Para De Niro, en fin, la madre de Scorsese hacía la mejor pizza del mundo. Sin que le importara que Catherine la cortara con tijeras: «Así se corta mejor y, además, no rayas la bandeja», explicaba.

Terminamos este repaso por la gastronomía italoamericana dándole la palabra a Francis Ford Coppola otra vez. «Mi plato favorito era el pollo al limón que hacía la señora Scorsese. Ahora está en la carta, exactamente como ella lo hacía, de mi Blancaneux Lodge de Belice. A Martin también le sale muy bien. Como él dice, el truco consiste en 'ahogar al pollo en zumo de limón'. Yo sigo este consejo al pie de la letra».

Y es que Coppola lleva varios años pasando mucho más tiempo entre sus viñedos de Napa y sus hoteles de Belice que en los estudios de cine. Perdemos los cinéfilos, pero ganamos los gastrónomos y los buenos aficionados al vino.