Lola Moral muestra en la terraza del Hotel Alhambra Palace el contenido de su trabajo reciente. Ariel C. Rojas
Una alhambra con | Lola Moral, dibujante, colorista y ceramista

«El color añade contenido no verbal y legibilidad a la historia»

Es ceramista, dibujante y colorista de cómics e ilustraciones. Defiende que un buen diseño de un plato realza un buen sabor y le gustaría dibujar una montaña de merengue

Jesús Lens

Granada

Jueves, 23 de enero 2025

Quedamos en el HotelAlhambra Palace al salir de una sesión de lecturas comentadas en la Fundación Rodríguez-Acosta, tras dos horas de conversación sobre 'El cielo en la cabeza' de Antonio Altarriba, Sergio García y Lola Moral, publicado por Norma Editorial.Lola venía contenta. «La construcción de un cómic es una labor solitaria y enfrentarte a las opiniones y reflexiones de los lectores es enriquecedor y muy didáctico. Además, este trabajo se presta al coloquio, que no te deja indiferente».

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–¿Qué le pareció la biblioteca de la Fundación?

–Me recordó a un gabinete de curiosidades, un lugar ahora dormido que en su tiempo fue testigo de debates y de largas conversaciones entre amigos sobre pintura, música o política con sabor a pasteles entre el aroma del café y el tabaco. Me gustó mucho una estancia diminuta con un diván en el que seguramente José María Rodríguez-Acosta se repondría después de largas horas de lectura.

–¿Cómo define la profesión de colorista?

–Forma parte del proceso creativo de una ilustración o de un cómic. El color puede aparecer o no pero en todo caso es una elección que afecta a la imagen y al mensaje que queremos trasladar porque añade contenido no verbal y legibilidad a la historia. El color transmite sensaciones incluso antes que el dibujo. Cuando abrimos un libro es el color lo primero que nos llama la atención y nos introduce de forma silenciosa en la lectura. Es un vehículo narrativo que amplía y complementa la información visual y sobre todo no es un adorno, al menos en nuestro caso.

–¿Está bien valorada?

–Empieza a ser valorada y cada vez son más los coloristas que aparecen en portada compartiendo autoría. El color es la parte más reconocible de un libro y sin embargo la menos reconocida, a menudo invisibilizada y atribuida al dibujante. Hasta hace unos años, conseguir una reproducción fiel de los colores era muy complicado porque la industria no tenía los medios técnicos adecuados para hacerla, pero hoy en día no hay excusa y las casas de edición hacen un gran esfuerzo para mejorar los resultados. En mi caso seguiré luchando para que se nos oiga.

–¿Cómo fue el proceso de colorear 'El cielo en la cabeza' y por qué ese tono de la sangre?

–El cómic es un medio de expresión que cuenta cosas. La misión de los autores es hacer llegar al lector el relato haciéndole partícipe del mismo. El guión de Antonio Altarriba nos cuenta el viaje de un niño soldado desde la República Democrática del Congo hasta Europa mostrando la violenta realidad a la que se enfrenta. Para suavizar el dramatismo, Sergio García y yo decidimos buscar un juego estético entre la belleza y la violencia, un equilibrio entre ética y estética para dulcificar en cierto modo una historia tremenda pero necesaria. Por esta razón sustituimos el color rojo por manchas de negro.

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–¿Un personaje por el que tengas preferencia?

–Me gusta mucho Joseph porque representa el valor de la educación y del legado paternal. No sabe luchar, no es un guerrero, pero tiene conocimientos diversos como el de la cocina que le ayudan a sobrevivir. Es ingenioso y aprovecha los ingredientes que tiene a su alcance para convertir una comida de subsistencia en un manjar.

–¿Cómo fue su reencuentro con el dibujo a lápiz para exponer?

–Sorprendente y casual. Rosa Olea, una ilustradora magnífica, me propuso participar en una exposición para celebrar el 8M en la Casa de Mariana Pineda y como el plazo de entrega era corto, decidí no optar por la cerámica y hacer una pieza a lápiz. Descubrí lo mucho que me aportaba una técnica lenta y tan directa. La exposición, 'Seis retratos y una muñeca', en El Silo Eléctrico, me permitió dar a conocer otra faceta mía distinta a la editorial, realizando obras de gran formato a lápiz de color con la finalidad de hacer una revisión de lo tópicos sexistas y las etiquetas femeninas. He usado una narrativa visual satírica consistente en dar más importancia aparentemente a la forma, pero que tiene un fondo conceptual autobiográfico importante en el que muchas mujeres pueden verse reflejadas. Ha tenido un gran impacto de público y eso me anima a continuar por esta vía de investigación artística.

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