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F.A.
Viernes, 25 de octubre 2024, 00:09
Comer es muy posiblemente el penúltimo placer en perderse. Cuando viajar es imposible, el sexo pasa a segundo plano y la copa de vino diaria ... te la quitaron hace ya ni se sabe cuántas consultas, sólo te queda la comida y las buenas compañías, que por definición siempre permanecen. Ése penúltimo refugio del ser humano puede convertirse, sin embargo, en una carga pesada cuando se padece una enfermedad crónica, que a cierta edad suele ser lo más habitual. Es posible que algún día la comida deje de excitar sus cinco sentidos y llegue a pensar, incluso, que enfrentarse a ella solo forma parte del tratamiento médico. Si le ocurre, no tire la servilleta. Aún se puede volver a disfrutar de ella.
«A partir de cierta edad en que los achaques son el pan nuestro de cada día, la pérdida de apetito es algo muy normal», explica la biomédica Isabel Martorell, responsable del equipo de Nutrición y Salud de la empresa Nootric, de nutrición personalizada. Muchas enfermedades, explica, pueden reducir el apetito, especialmente en edades avanzadas y más cuando se tiene una enfermedad incurable. No se asuste por el término: incurable no tiene por qué significar mortal. Con frecuencia, ese tipo de pensamientos afecta al estado de ánimo. ¡Cómo le va a apetecer comer así!
Hay enfermedades, además, que se caracterizan por la pérdida de apetito. La lista es larga: cáncer de colon, de páncreas, bronquitis crónica, demencia... Y para colmo hay algo que ocurre con mucha frecuencia. Basta que a uno no le apetezca comer para que todo el mundo le venga con la monserga de que es por tu salud.
Usted puede conseguirlo
Los que siguen son una serie de consejos que ayudarán a quien afronte una situación así. Bien porque son pacientes o porque cuidan de ellos. Piense que la mejor forma de vivir la vida es disfrutándola a bocados, aunque sean pequeños.
1. Valore la posibilidad de un psicólogo. Tiene que estar tranquilo para poder afrontar su enfermedad y su pérdida de apetito con responsabilidad. Si está harto de la pelmada de los que tiene alrededor, quíteselos. Quizá alguien ajeno a su entorno le ayude a verlo de otra manera.
2. No más estrés. La alimentación no tiene que convertirse en una carga emocional extra. Al contrario, es su energía, la que necesita para afrontar la enfermedad. Cuanto más coma, más fuerte se sentirá, mejor afrontará los tratamientos. Volverá a recuperar el gusto por la comida.
3. Pida ayuda para la elaboración de la lista de la compra. Quítese preocupaciones. Emoción y alimentación están íntimamente ligadas. Ver la comida de manera positiva o negativa influye directamente en la forma en que los pacientes se sientan a la mesa.
4. Analice la razón por la que no come. Quizás el tratamiento contribuye a que nada le sepa bien, se le hinche el estómago, tenga diarrea... Hable con su médico.
5. Recuerde: dieta mediterránea. Es el patrón alimentario que le devolverá el deseo por la comida y el más sano. Legumbres, cereales, verduras y pescado más que carne, preferiblemente blanca. Comer de forma ordenada mejorará el cumplimiento de su terapia.
6. De vez en cuando, dese un premio. Quite de su vocabulario el término prohibido. Sólo sirve para bloquearle.
7. Haga ejercicio. El que pueda. Su bienestar físico y emocional dependen de que coma bien, descanse y haga alguna actividad física. Aunque sea andar por casa o ejercitarse con un kilo de azúcar en una mano y otro de sal en la otra. «Mejor hacer el 20% de algo que el 100% de nada»
8. Su enfermedad es solo suya. Es más que posible que necesite soluciones ajustadas a sus necesidades. Búsquelas. Lo que lea en internet puede ser como lo que le decía a su madre la vecina del quinto.
9. Disfrute de la vida hasta el final. ¡Feliz semana!
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