Comer higos en verano

Gastrobitácora ·

Por encima de melones y sandías, para mi gusto, la fruta que mejor representa el estío es el higo

Viernes, 21 de agosto 2020, 00:15

Leía una de las tiras cómicas de Liniers, historietista argentino cuya obra tiene el punto de nostalgia justo y necesario. Una niña trepa por un árbol frondoso, lee bajo su sombra y se columpia utilizando una de sus ramas. Al terminar, le dice a su gato: «Si tus recuerdos de la infancia no incluyen algún árbol en particular, hiciste algo mal».

Publicidad

En mi infancia hubo dos higueras que forman parte de mi educación sentimental. Y gastronómica. Porque nunca hubo higos que supieran mejor que aquellos que mi hermano y yo íbamos a coger por la mañana en compañía del yayo. Mis abuelos bajaban a La Chucha desde Madrid todos los 1 de agosto, en un flamante 600. Salían antes del amanecer y, tras completar un viaje homérico, llegaban a la playa después de comer en alguna de las ventas que, por aquellos entonces, todavía existían al borde de la N-323.

Cogíamos un capacho y nos dirigíamos a las dos gigantescas higueras que se encontraban en mitad de un campo enmarañado al que se llegaba por un sendero cubierto de malas hierbas. Cantaba la chicharra y el ambiente olía a hierbas aromáticas. Hasta que llegabas a aquellas higueras que, con sus grandes hojas de piel rasposa, nos aguardaban para regalarnos su jugoso fruto, goloso y reventón.

Mi abuelo le echaba mano a los frutos más accesibles. Pero también llevaba una caña larga que, abierta en uno de sus extremos, servía para capturar los que se encontraban en los extremos de las ramas más débiles. Mientras, mi hermano y yo arramblábamos con los que podíamos coger encaramados en lo alto del árbol.

De aquellas mini excursiones recuerdo el olor de la fruta y el del árbol, intensos y penetrantes. La savia, las manos pegajosas y, cuando encontrábamos una fruta madura de más, devorarla allí mismo. La sensación de trepar por las ramas y estirarnos en escorzos imposibles para alcanzar ese higo, rajado, que insistía en escapar. Al volver, mi madre distribuía la cosecha en varios platos y a mi hermano y a mí nos tocaba repartirlos por las casas de los vecinos. También aprendimos, ojo, lo mal que sientan los higos verdes. Es lo que tiene lo del 'prueba y error', en su versión gastro… intestinal.

Publicidad

Fueron muchos años manteniendo aquella inveterada costumbre. En agosto, por la mañana se recogían los higos y a mediodía, se comían fresquitos, una vez pasados por el frigorífico. Desde entonces, el higo tiene para mí las mismas propiedades que la magdalena tenía para Proust.

Con el paso del tiempo descubrí las propiedades nutritivas de los higos y lo buenos que son para la digestión, gracias a la cradina, un fermento con alto contenido en fibra que mejora el tránsito.

También aprendimos lo peligroso que es escribir artículos como este: seguro que más de uno lo habrá leído en tono de guasa. O de sonrisa vertical. Porque el higo… ¿qué les voy a contar que ustedes no sepan? Hablar de los higos secos o del sorbete de higo, por ejemplo, también hará aflorar sonrisas.

Publicidad

Volvamos a la seriedad que el higo demanda, que se trata de una fruta con la que es fácil reencontrarte cuando estás de viaje por Oriente. En Egipto y Turquía es de lo más habitual. A cuando se podía viajar, me refiero. Además de ser un postre sano, el higo se usa en un buen número de salsas o como acompañamiento de platos salados, especialmente de carnes rojas y fuertes, con mucho sabor, sirviendo de contraste. Lógicamente, por su propia naturaleza, se usan en repostería y para hacer sabrosas mermeladas (más risas).

Para rematar, nos queda el pan de higo, un clásico en excursiones y travesías dado que, desecado y con almendras; resulta energético y reponedor. Uno de esos alimentos que, cuando te ves al borde del desfallecimiento, incapaz de dar un paso más, te pone las pilas y te permite coronar otros dos o tres picos antes de regresar al punto de partida.

Publicidad

Brindemos, pues, por una fruta generosa y de lo más versátil. Y lo haremos con licor de higo, un aguardiente de lo más poderoso. De ahí que también brindemos con moderación y mucho miramiento, faltaría más. ¡Salud!

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede a todos los contenidos el primer mes por 0,99 €

Publicidad