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Se nos pasan las semanas y no les he hablado de aquella tarde que merendamos grillos. Fue en la pasada edición del festival Gravite patrocinado ... por CaixaBank y lo pasamos pipa, además de aprender un montón.
¿Han visitado ustedes la exposición Foodprints en el Parque de las Ciencias, dedicada a la huella de los alimentos? En la puerta del museo más visitado de Andalucía hay unos grandes carteles que muestran insectos, un tenedor y una pregunta: ¿Los probarías?. Les hago seguir la pregunta, estimados lectores. ¿Comerían ustedes hormigas, grillos o saltamontes.
Les avanzo mi respuesta: yo, sí. Sin problema. De hecho, además de esos grillos que nos zampamos en Gravite y de los que ahora les hablaré, ya había comido chapulines y gusanos en algunos viajes. Y ni tan mal. O sí, quizá. Porque los saltamontes salteados que probamos en México me encantaron, así se lo digo. Fritos con sus ajos estaban deliciosos. Lo de los gusanos fue distinto. Los comí en las cataratas Victoria y no puedo decir que no me gustaran, pero… El sabor no era malo, pero la textura… no me quitaba de la cabeza que eran eso, gusanos. Y los sentía así como viscosos. No me los terminé. Y ya me da rabia, ¿eh? Pero volvería a probarlos. Creo. Sin problema. Pienso.
El caso es que los insectos son una gran fuente de proteínas y, en un futuro más o menos lejano, es posible que dependamos de ellos en nuestra alimentación. La colaboración de la Escuela de Hostelería Hurtado de Mendoza y el Parque de las Ciencias permitió que en Gravite pudiéramos disfrutar de una degustación en la que la presencia de los grillos era creciente en cada plato, comenzando con un pan cuya harina incorporaba polvo del insecto y que usamos para relamernos con el aceite de oliva virgen extra que O-Med puso a nuestra disposición. Un doble lujazo de pan y de aceite.
Después le llegó el turno a un suculento bizcocho de algarroba, avena y grillo del que no quedaron ni las migas y cuya receta tengo en mi poder. ¡Estaba buenísimo y el grillo también aparecía en forma de harina! Donde sí lució su presencia con toda prestancia fue en los brownies de chocolate, que cada uno estaba coronado con un pequeño grillo de cuerpo presente, con sus antenitas y todo. Y sí, también estaba riquísimo, que le aportaba un toque crunchy de lo más sugerente. ¿Y de sabor? A mí, desde luego, me supo a… ¡chocolate! Y a gloria, claro. Maravilloso el equipo de cocina de la Hurtado de Mendoza comandado por Rubén Sánchez, un tipo implicado, sabio, generoso y currante como pocos.
Foodprints
Más allá de la cuestión insectívora, la muestra Foodprints nos invita a reflexionar sobre el futuro de la alimentación, como decíamos. Porque comer, hay que comer. Y si se puede, tres veces al día. En el primer mundo tenemos esa suerte. ¿Pero qué pasará en un futuro cada vez más incierto?
Lo que comemos, nuestra dieta diaria, además de afectarnos al bolsillo y a nuestro propio cuerpo, también afecta al Planeta. ¿Somos conscientes de ello? ¿Lo pensamos, siquiera? ¿Nos preocupa? Un paseo por Foodprints hace que, como mínimo, nos lo planteemos, lo que no es poco.
Así se presenta la exposición: 'Comer es una necesidad humana fundamental y una expresión de disfrute y estilo de vida, donde el sustento es un recurso que implica, a su vez, consumo de recursos. La producción de alimentos tiene un fuerte impacto medioambiental y se enfrenta a nuevos retos planteados por los efectos de la crisis climática. La dieta actual sigue diferentes tendencias y lo que se come y la forma en la que se hace tiene un precio: para la economía, el organismo humano, el medio ambiente y el clima.
Garantizar el acceso a los alimentos y lograr que sean imperecederos, apetecibles y asequibles ha sido siempre un objetivo de las innovaciones tecnológicas. La principal meta de presente y de futuro es fomentar la sostenibilidad del sistema alimentario mundial'. Y para ello, ciencia, inteligencia artificial, algoritmos... Lo dicho: ¡hay que verla!
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