Confit de pato, de 'El Olivo de Miguel y Celia'

Es el genial mundo del chef Miguel García. Él, ya jubilado, aún se pasea, como el Cid, por un comedor de mesas amanteladas y paredes llenas de recuerdos. Allí sus clientes son felices con las recetas francesas que se sirven en un menú que es de valientes. Mejor no desayunar. El confit de pato es un fijo. Y no sorprende. Uno se siente como un guapo 'chevalier' viendo cómo se separa, casi con mirarla, la dulce carne del hueso que estructura un muslo que ya lo quisiera Rosalía. La compañía son unos cherris escaldados que chapotean en la misma grasa del animal. Es un plato enorme, fiel a un tipo de cocina demodé que se podría reconocer hasta en un espejo roto.