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Aquí y ahora es la divisa del emboscado. Y se pronuncia firme cuando uno se asoma a la barra de Poetas Andaluces. Aquí y ahora, ... grité como el niñito que quiere un beso cuando me ofrecieron un costillar de cordero lechal que había hecho la mili en un horno más grande que los de Vizcaya. La fuente de barro ardía tanto como mi corazón y la carne, toda ella, desprendía un olor que abría ventanas. Sensible al portento, sus hechuras terminaron por cautivar todos mis ánimos.
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Probar esa carne, empaparme de sus jugos y el vino, siempre el vino, me convirtieron en una persona respetable. Como siempre que voy a Poetas, ese restaurante de mesa y mantel al que yo prefiero entrar sin avisar para instalarme en su barra y esperar a ver qué pasa. El milagro siempre se esconde tras la tercera copa de vino y entonces, como cantaba el Torta, «tó me parece poco». Un plato de jamón, una sopa de cebolla o carne, Dios la bendiga, al horno, estofada o como sea. Da un poco igual, pero tiene que ser aquí y ahora. En la barra. Es la divisa del emboscado.
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