Inés Castillo y Francisco Moreno, propietarios del Mesón Nacimiento de Vélez de Benaudalla. PEPE MARÍN

Costa interior, la alternativa al chiringuito

Aunque aún hace calor y sigue apeteciendo el 'pescaíto', comienza una época en la que las carnes y otras propuestas rurales llaman igualmente la atención. Muy cerca de la costa, varios pueblos tienen una atractiva oferta

SERGIO SEBASTIANI

Viernes, 2 de septiembre 2022, 00:21

El verano encara su recta final, ya en un plano más tranquilo en cuanto a movimiento turístico. La afluencia a los chiringuitos y establecimientos de ... playa comienza a bajar, y al compás de la climatología van apeteciendo también otro tipo de propuestas. Sin alejarnos demasiado del litoral, muchos pueblos de interior ofrecen interesantes propuestas gastronómicas, ya con la carne como protagonista en lugar del pescado.

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Con la montaña como telón de fondo, emergen tradicionales establecimientos con mucho sabor rural y ambiente familiar, donde las raciones destacan por su abundancia para que ningún comensal se vaya insatisfecho. Y además, se enclavan en un entorno en el que incluso el visitante de la playa encuentra un espacio para el disfrute de la naturaleza y con atractivos turísticos.

Un caso emblemático es Vélez de Benaudalla, que además de su señero Jardín Nazarí, su castillo o su iglesia, cuenta entre sus reclamos con el paseo del Nacimiento, donde aflora el agua de un acuífero subterráneo de las faldas de las sierras Nevada y de Lújar que alimenta las múltiples acequias del municipio. A escasos metros de ese manantial se encuentra el Mesón Nacimiento, asador especializado en comida casera mediterránea, con un horno de leña como protagonista.

Las carnes se distinguen en su menú, con una variedad de platos que incluye chuletón, entrecot de ternera a la pimienta, solomillo de ternera con rulo de cabra y cebolla confitada, pluma, tiras de secreto ibérico o codillo braseado al horno. Pero los productos del mar tienen también un lugar destacado, hasta el punto de que el pulpo a la parrilla con mahonesa de mojo picón y garrapiñadas es «el plato estrella», según explica Inés Castillo, que regenta el local junto a su esposo Francisco Moreno desde que abriera hace nueve años. La oferta marinera se completa con bacalao gratinado al ajo tostado sobre tomate confitado o gambones al ajillo con huevos.

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Para acompañar, Mesón Nacimiento sugiere distintas propuestas de la huerta como berenjena rellena, croquetas de calabaza con mahonesa de chorizo, portobello relleno de espárragos trigueros y jamón al horno, setas gratinadas con mozzarella o ensalada de rulo de cabra. Para finalizar, merece la pena probar un postre muy tropical como la tarta de queso al horno con mermelada de níspora.

«Como en casa» es el lema de este restaurante que se define como «familiar y actual» con una «cocina de calidad y artesanal, platos recién hechos y raciones generosas», y que a la vez se denomina como «tradicional con toques modernistas». Inés Castillo destaca asimismo el entorno: «Aunque hay varios nacimientos en Vélez, este es el principal. Las mesas de la terraza están junto a la poza de agua y no pasan coches, está en una zona peatonal». A ello se suma un pequeño espacio interior, aunque en verano la terraza es la preferida, con gran afluencia de veraneantes de la Costa que se acercan a degustar sus platos. En invierno, además de los veleños, el público se conforma especialmente de vecinos del litoral y de Granada.

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No muy lejos de esta localidad, en pleno Valle de Lecrín, Pinos del Valle se configura como otra atractiva propuesta de turismo interior. Un pueblo rodeado de sierras y naturaleza y con impactantes vistas al embalse de Béznar, cuyas aguas de un azul intenso le aportan mucho color al paisaje. En un rincón de su escarpada geografía surge el Bar Venecia, único establecimiento gastronómico de la localidad –aunque no del entorno–, ideal para tapear, degustar raciones o algún plato típico de la zona.

Y en ese apartado, el puchero de hinojos es el que se lleva la palma, ya que se elabora con hinojos recolectados en los alrededores por sus mismos propietarios, que lo preparan con patatas y habichuelas y lo sirven acompañado de pringá de tocino y morcilla. Eso sí, «para eso tiene que llover, que es cuando sale el hinojo. Y este año ha llovido poco», afirma el propietario Antonio Montoro, añadiendo que la temporada otoño-invierno es la más propicia. Por lo demás, el Bar Venecia –inaugurado hace ya 45 años– permite saborear tapas variadas y raciones como carne con tomate, albóndigas con salsa de almendras, arroz o jamón al horno, en este caso solo los fines de semana. Y todo ello, con unas estupendas panorámicas de las sierras de Lújar y de Mondújar que se aprecian desde la terraza. Para el invierno, el interior cuenta con un acogedor salón con chimenea.

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El campo sobre el mar

Más cerca de la playa, en el anejo salobreñero de Lobres, se puede vivir el verdadero ambiente rural pero a tiro de piedra del Mediterráneo. Sin alejarnos mucho del rebalaje podemos degustar la propuesta del Merendero La Tahiba, especializada en carnes a la brasa y con platos típicos como el choto en salsa de almendras. En un salón decorado a base de antiguos enseres de labranza, se pueden degustar chuletillas de cordero, secreto, chuletas de cerdo o conejo, todo ello a la brasa, mientras que este último se sirve también al ajillo. Todo acompañado con guarnición de patatas y verduras, y tampoco faltan la morcilla o la longaniza.

Si alguien no quiere carne, puede optar también por el pez espada. Aunque como afirma Alejandrina Matías –propietaria junto a su marido Salvador Albertuz–, La Tahiba sirve «comida de plato lleno. El que venga, a comer», dejando claro que las raciones no son minimalistas y que todo comensal se irá satisfecho. Destaca que «aunque estamos cerca de la playa, nosotros somos más de invierno, que es cuando más gente viene. Suele ser gente de la Costa, o de Granada que ya nos conoce».

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También en la Costa Tropical interior, pero en el Valle del Río Verde, se plantean interesantes propuestas gastronómicas de corte rural. El restaurante Buenavista, en Otívar, se especializa en cocina mediterránea y carnes a la brasa, con platos de toda la vida elaborados en un horno de leña por su jefe de cocina Iván López. Destacan la pierna y paletilla de cordero al horno, codillo o costillares de cerdo, y también trabajan la vaca frisona, a lo que se añaden la morcilla y la longaniza caseras que elaboran ellos mismos.

El establecimiento tiene una gran terraza y un salón interior con vistas a la sierra y al valle tropical, y de ahí su nombre. «Sube mucha gente desde Almuñécar, Salobreña o Motril. Allí se come pescado, y vienen aquí buscando carne», relata su propietaria Andrea Fajardo, y añade que muchos clientes son personas que acuden al río Verde a hacer barranquismo, para lo cual este restaurante es paso obligado. Con gran solera, Buenavista fue inaugurado en 1965 por los abuelos de la actual propietaria. En 1989 pasó a la segunda generación, y en 2020 a la tercera.

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El encanto de los pueblos de la Costa interior

Todo pueblo granadino tiene su especial encanto, y más si está situado en zonas de sierras y montaña, que suelen propiciar espectaculares paisajes naturales. En la costa granadina interior y su zona de influencia, como pueden ser el Valle de Lecrín o la Contraviesa, son muchos los pueblos donde se puede disfrutar esa experiencia rural, tanto a través de la naturaleza como de la gastronomía. La especialidad de estos restaurantes son las carnes, que al degustarse desprenden el auténtico sabor a leña, en entornos que reúnen todo el encanto y la rusticidad del medio rural granadino. Y todo ello, a escasísimos kilómetros del Mediterráneo, lo que permite combinar perfectamente ambas experiencias.

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