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Banani Salamtu y Rafael Arroyo hablan en El Claustro sobre cooperación con el Sahara. z Ramón L. Pérez
«Estamos creando una escuela de cocina en el Sahara»
Una Alhambra con... Banani Salamtu | Cocinero y cooperante

«Estamos creando una escuela de cocina en el Sahara»

La llama La Escuelita, con la humildad que le caracteriza. Banani Salamtu es un joven saharaui que quiere contribuir a mejorar la vida de su pueblo a través de la cocina

Jesús Lens

Granada

Viernes, 12 de enero 2024, 00:09

El cocinero Rafael Arroyo venía hablándome de este proyecto desde hace tiempo. Si buscan en www.cocinaporelcambio.com y siguen su cuenta homónima de Instagram, se encontrarán con una propuesta fascinante e ilusionante con la que todos podemos colaborar, que hay un crowdfunding abierto. Al frente, Banani Salamtu, un cocinero saharaui que vive a caballo entre los campamentos de Tindouf, Córdoba y Granada. Su objetivo: crear una escuela de cocina en el corazón del Sahara. Quedamos en el bar de El Claustro, en el hotel Santa Paula, un establecimiento que también desempeña su papel en esta aventura.

–Háblenos de su sueño...

–Crear una escuela de cocina en mitad de la nada. En lo más profundo del Sahara, en la 'hamada', el desierto del desierto. Soy saharaui, nací en los campamentos de Tindouf y desde niño aprendí lo que era tener el agua racionada para beber. Mi madre apenas bebía su parte del cupo diario de 5 litros de agua por familia a que teníamos derecho para que mis hermanos y yo tuviéramos algo más. Lo mismo con la comida. Quiero llevar allí una escuela de cocina, convencido de que es una herramienta para el cambio.

–¿Cuándo nace este sueño?

–La idea me rondaba desde hacía tiempo. Por azares de la vida, vine a España muy pronto, con apenas seis años, en la iniciativa Vacaciones en paz. Aquí tuve una familia de acogida maravillosa, que Rosa ha sido como mi segunda madre. Volví a los campos y, años después, mis padres se establecieron aquí, en El Padul. Me he pasado la vida yendo y viniendo y siempre he querido contribuir a mejorar la vida de mi gente. La idea de crear una escuela de cocina, en concreto, nació en la escuela Hurtado de Mendoza.

–¿De dónde le viene a usted la querencia por la cocina?

–De familia, tanto la saharaui como la española. Mi padre, al que le tocó hacerse cargo de sus hermanos desde muy pequeño en Mauritania, compatibilizaba las clases con hacer de cocinero en un pesquero español. Allí guisaba el producto más fresco, recién capturado del mar. Después, en tierra, apenas si tenía ingredientes con los que trabajar. A las mujeres les sorprendía que entrara en la cocina, que era un espacio tradicionalmente femenino, pero le dejaban hacer ya que era capaz de inventarse menús sorprendentes. Por eso, para mí, su bocadillo de huevo cocido era un manjar. Me gusta esa forma saharui de compartir y de comer todos de un mismo plato, el té, etc.

–¿Y su familia española?

–Rosa, mi segunda madre, era cocinera profesional y ha tenido su propio negocio. Pepe, su marido, trabajó toda su vida en La Cueva de Sevilla, a la sombra de la Giralda, hasta que se jubiló hace un par de años. Y mis hermanos adoptivos también se dedican a la cocina.

–O sea, que estaba usted predestinado...

–¡Casi! (Risas). Yo he sido siempre muy inquieto, muy 'trasto', y en mi vida he tenido mejores y peores momentos. No conseguí entrar en la escuela de hostelería Hurtado de Mendoza a la primera. Luego murió mi padre y lo pasé fatal. Un par de años después, allá por el 2014, sí que entré. Y formarme allí fue el clic que me faltaba para saber qué quería hacer con mi vida y cómo podría ayudar a mi pueblo.

–¿Cómo fue ese clic?

–Al ver que el centro tiene su propio 'restaurante', al que va gente de la calle que paga por comer allí. El alumnado prepara la comida y la sirve a la vez que estudia y se forma. Es una manera de conseguir una cierta sostenibilidad que es lo que busco para el proyecto de escuela de cocina en elSahara.Que no dependa solo de la ayuda internacional. En la escuela, Don Antonio Salmerón fue muy importante para mí. Me desafiaba para ser más imaginativo. Allí conocí a Eric de Pedro, uno de mis aliados en el proyecto 'Cocina por el cambio' junto a mi mujer,Sonia Gómez, que ha estudiado cooperación internacional. En un primer viaje pusimos los cimientos de la escuela y ahora me voy otra vez, tres meses, para invertir lo ganado estos años trabajando en diversos sitios.El hotel Santa Paula nos ha cedido la cocina que acaba de cambiar y vamos a darle un nuevo impulso.

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