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Fermín Apezteguia
Jueves, 7 de noviembre 2019, 23:17
El cuidado del medio ambiente no se inventó ayer. Los primeros en preocuparse por el cuidado de la naturaleza no fueron los hippies de los años 60 ni el movimiento verde surgido en la Inglaterra del siglo XIX, con el despunte de la industrialización. El hombre y la tierra conviven desde hace más de 200.000 años. Al movimiento verde, aun con todo, hay que reconocerle el mérito de haber tomado conciencia del valor del mundo en que vivimos en el momento en que el ser humano se convirtió en su primer depredador.
Vivimos un mundo diverso y plural.Cada uno es libre de alimentarse como quiera y –en este mismo espacio lo hemos escrito– es posible ser vegano y comer sano, siempre que la dieta incluya algún suplemento de vitamina B12, imprescindible para la vida humana. Lo que nunca habíamos contado, y hoy lo hacemos, es cómo mantener una dieta sostenible sin prescindir de ningún producto, ni siquiera carne.
¿No se lo cree? Es posible y se cuenta con detalle en el libro 'Pasión por la vida. Guía práctica de estilos de vida saludables', editado por la Fundación Eroski, con motivo del cincuenta aniversario de la cooperativa.El volumen, de momento, está agotado, pero puede descargarse de manera gratuita. Coordinado por la especialista Marta Arroyo Izaga, del departamento de Farmacia y Ciencias de los Alimentos de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), el trabajo parte de una idea que ya es básica en nutrición: «No existen alimentos 'malos', sino dietas 'poco saludables'; y para seguir una de ellas debemos comer habitualmente la cantidad correcta de alimentos en la proporción adecuada».
Un patrón de comidas sostenible sería aquel que, según la FAO, la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, genera un bajo impacto ambiental y, al mismo tiempo, proporciona seguridad alimentaria y nutricional,además de «contribuir a la salud de las generaciones presentes y futuras». Es una forma de sentarse a la mesa «respetuosa con la biodiversidad, los ecosistemas y la cultura». La dieta mediterránea, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, también la posibilita. El secreto puede resumirse en diez pasos.
1. Priorice los alimentos de origen vegetal. Frutas, verduras, cereales, legumbres, aceite de oliva y frutos secos.
2. Los lácteos son necesarios en la dieta. Son ricos en calcio, entre otros minerales y en abundantes vitaminas.
3. El consumo de carne y pescado puede ser sostenible. Pescado y carnes magras son una buena fuente de proteínas y vitamina B12.
4. El mejor aceite, siempre el de oliva. Priorice el uso del virgen extra frente a otros de semillas o grasas como la mantequilla. El de oliva realza el sabor de los alimentos y tiene propiedades antioxidantes.
5. Para beber, agua. Bébala aunque no tenga sed.
6. Apueste por recetas tradicionales y locales. No es sólo una cuestión de cuidar el patrimonio gastronómico de los pueblos. Los alimentos de proximidad y de temporada son más frescos y pueden adquirirse a mejor precio
7. Adapte la dieta a las circunstancias. A la edad, condiciones de vida, temporada...
8. Reparta la ingesta de alimentos. Los nutricionistas aconsejan de 4 a 6 comidas al día, más pequeñas y sin obviar el desayuno.
9. Comer es un placer, no lo olvide. No es sólo una cuestión de energía y nutrientes. Es comunicación, compañía, familia, amigos...
10. Aplique la regla de las tres erres. Reduzca el desperdicio de alimentos, reutilice las sobras (eso sí, con seguridad) y recicle adecuadamente tanto los envases como el género.
El planeta nos lo da. Cuidémoslo.
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