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Dio un concierto privado en un lugar privilegiado: la terraza de la casa albaicinera de Fanny y Joaquín, con unas impresionantes vistas a la Alhambra. Estuvo firmando discos en Bora-Bora, visitó El bar de Eric y se recorrió Granada de cabo a rabo. Cantante y compositora, Sofía Comas venía de actuar en Sevilla yJaén y ahora se prepara para sus siguientes shows.El primero, el 29 de junio en la Sala de Teatro Cuarta Pared de Madrid, en la inauguración del Festival Essencia, hasta llegar a Alcalá de Henares el 31 de agosto. Su disco más reciente se titula 'A un pájaro rojo' y nos sentamos frente al fastuoso mural ornitológico en azulejos de Moana Poké para darle sentido visual, cromático y gastronómico a una animada conversación: de formación teatral, Sofía es expresiva, didáctica y de contagiosa alegría.
–Empecemos por el principio. Hablemos de la gastronomía canadiense...
–Efectivamente, nací en Montreal y aún tengo familia allí. Es de ascendencia francófona y un plato como la sopa vietnamita es un clásico. Y, por supuesto, los crepes con sirope de arce, que son superimportantes. Me gusta comer sano, eso sí. Las crudités, por ejemplo, con una crema de aguacate, yogur y limón.
–¿Le gustan los sabores intensos, como es usted?
–Mucho. Podría beber vinagre. (Risas). Nada de sosería. Sabores fuertes como el del chorizo. O la salsa de los caracoles que preparaban mis abuelos, de La Rioja.
–¿Le dejó huella, La Rioja?
–Mucha y en varios sentidos. La verdura, por ejemplo. La borraja, los cardos y las pochas, que me encantan.
–¿Y el vino?
–Y el vino, claro. He aprendido a apreciarlo, a saber cómo probarlo y con qué acompañarlo. A darle valor. Me gusta ir a las cooperativas, ver los procesos de elaboración, la influencia de la climatología, aprender y probar en las catas. Así se valora lo que cuesta el vino.
–¿Cuál es su preferido?
–El blanco Libalis de La Rioja. Se hace con uva viura y moscatel. Y recomiendo, en verano, el zurracapote, una bebida muy refrescante que nos podría recordar a la sangría.
–¿Le gusta el producto de temporada?
–Mi abuelo era agricultor y me enseñó a valorar la ilusión por el cambio de estaciones, que venía con productos de temporada, a sacarles el mejor partido.
–¿Es usted 'cocinicas'?
–No tengo talento, así que sigo las normas a la hora de cocinar. Sí tengo talento para apreciar y comer la comida de los demás, que conste. La gente que no disfruta de la comida me genera mucha desconfianza. También tengo talento para emplatar bien, decorar y que los platos queden muy bonitos. (Risas). Mi madre me sigue dando tápers de vez en cuando y cocino al día, comprando en el mercado.
–¿Es muy de comer fuera?
–¡Mucho! Me encanta. Más allá de las giras y los bolos, me encantan las tabernas. Y algunos temas han surgido al calor de unos gintónics y rones. Me gusta ir a los sitios por sus platos característicos, probar y descubrir sitios nuevos.
–Díganos sus imprescindibles de Madrid.
–la Dolores, al lado del Palace, que ponen unos boquerones en vinagre estupendos. Y La Burlona de la calle Santa Isabel, por Antón Martín. Ponen unos mejillones en salsa de callos y torreznos que son una locura. Para beber, La Bicicleta de Malasaña, con vinos naturales, nada 'cabezones', algunos en grifo.
–En su disco hace un canto a lo natural y a lo espiritual...
–Hemos visto que el cientificismo –que no la ciencia– no es suficiente. Le canto al poeta, al chamán espiritual que nos guía. Hay que volver a lo ancestral y primigenio, a pedir en comunidad, un elemento común a todas las culturas, tiempos y civilizaciones. A la necesidad de embriagarse y a la idea de ritual.
–Y con guiños a Lorca...
–¡Siempre! Era músico y disfrutón y utilizaba símbolos universales para crear sus metáforas, partiendo de lo popular por encima de todo.
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