«Disfrutemos de la comida sin culpa, pero con consciencia»
Científica y profesora, Rocío García Pascual nos invita a ser más conscientes de lo que comemos y de cómo y con quién comemos para mejorar nuestra calidad de vida
Rocío García Pascual es profesora asociada en el área Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico en la Universidad de León y vino a Granada para participar en el Festival Biotopías patrocinado por Fundación Unicaja y Alsa y hablar sobre el cerebro. Quedamos en Garden Plaza, un bar biotópico, luminoso y repleto de guiños a la naturaleza.
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–¿Qué tal su experiencia gastronómica en Biotopías?
–Excepcional. En Wild Food brillaron las alcachofas y los tacos. En Garden Plaza, el nido de carne mechada: presentación, textura y sabor de diez. Las croquetas muy cremosas y deliciosas se deshacían en la boca. En Ruta del Azafrán, arroces fantásticos, con vistas y atmósfera que redondean la experiencia.
–Granada y León comparten el concepto de tapa. ¿Le gusta?
–¡Me encanta! Esa forma desenfadada de quedar, picar y conversar es parte de nuestra cultura y de nuestro carácter. En León solemos «ir de tapa en tapa», eligiendo los sitios según la especialidad de cada uno: las croquetas de uno, el embutido del otro, la tortilla o el vino en otro... Es una manera increíble de socializar, de recorrer la ciudad y disfrutarla con los sentidos. Al final, la tapa no es solo comida, es conversación y sabor compartido. Me parece una de las tradiciones más propias que tenemos porque une placer, cultura y vínculo social.
–¿Nos recomienda visitar Cuéllar y algo de su gastronomía?
–¡Cuéllar merece una visita! Tiene un patrimonio impresionante: su castillo–palacio, el conjunto de iglesias mudéjares y ese casco histórico que guarda tanta historia en cada piedra. Tenemos los encierros más antiguos de España, mezcla de emoción, tradición y raíces. ¡Y somos tierra de buen comer! El lechazo asado es el plato estrella, hecho en horno de leña, pero también destacan las carrilleras, el rabo de toro, el bacalao, los callos, las sopas de ajo, el 'almuerzo de segadores' o los cangrejos de río.
–¿Comer bien ayuda a mantener el cerebro en forma?
–Sin duda. La alimentación, junto con el ejercicio, el descanso y la vida social, es la base de un bienestar integral. Al final, cuerpo y mente van de la mano. Lo que comemos influye en nuestra energía, en la concentración e incluso en el estado de ánimo. La clave está en el equilibrio y en disfrutar de la comida sin culpa, pero con consciencia.
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–¿Qué más podemos hacer para mantenerlo 'fino'?
–Salir al campo o a la naturaleza, aunque sean veinte o treinta minutos al día, ayuda muchísimo. El contacto con el entorno natural calma la amígdala y reduce el estrés. Practicar hobbies, dedicar tiempo a lo que nos gusta y mantener relaciones de calidad, las risas y esas conversaciones largas y sinceras con la gente que queremos, son fundamentales. También moverse a diario, dormir bien y cuidar los ritmos. No todo es productividad. El bienestar tiene mucho que ver con la pausa y la conexión con uno mismo.
–¿Nos habla de la conexión entre la microbiota y el cerebro?
–Hoy sabemos que el intestino y el cerebro están conectados por lo que llamamos el eje intestino–cerebro, una comunicación bidireccional mediada por el sistema inmune y una serie de compuestos que producen nuestras bacterias intestinales. Cuando la microbiota es diversa y equilibrada, hay menos inflamación y una mejor regulación del estrés y del estado de ánimo. Para cuidarla, es clave una alimentación rica en fibra (legumbres, frutas, verduras, cereales integrales), incorporar alimentos fermentados (como yogur, kéfir o encurtidos naturales) y fuentes de omega-3 (pescado azul, nueces). Evitar el exceso de azúcares y ultraprocesados también ayuda a mantener el sistema en equilibrio. Estos suelen ser ricos en azúcares, grasas refinadas, sal y aditivos, alteran nuestra microbiota, aumentan la inflamación y se han relacionado con una peor salud mental y menor calidad del sueño. No se trata de prohibirlos, pero sí de reducir su frecuencia y volver a una alimentación más real y natural, basada en alimentos frescos y mínimamente procesados.
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