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Andrea Ambel reivindica en Casa Rafa esos bares de toda la vida que son punto de encuentro.
«Hasta echar una cerveza lo metemos ya en agenda»
Una Alhambra con... Andrea Ambel Villena | Psicóloga clínica

«Hasta echar una cerveza lo metemos ya en agenda»

Andrea Ambel cocina cada vez más y mejor. No entendía el concepto de 'leche frita', pero ahora le encanta. Es autora de la novela policiaca 'Punto muerto'

Jesús Lens

Granada

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Viernes, 3 de noviembre 2023, 00:01

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Quedamos en Casa Rafa, en la calle Alhamar, para tomar una cerveza y comer un 'pescaíto' frito bien bueno. A la cita acuden dos Andreas en la misma persona. Por una parte, la psicóloga clínica. Por otra, la novelista que hoy viernes participa en Granada Noir en una mesa redonda en la Librería Picasso, a las 18 horas, junto José Piqueras y Nicolás Díez; sobre novela negra granadina. Por ahí arrancamos.

–¿Por qué escribe en el pasado?

–Porque soy una apasionada de los años 90, en los que hubo tantos cambios. Fue una década de color que rompió con el gris y consolidó la Transición antes de la explosión tecnológica de los 2000. Me gusta todo de los 90: las series, la ropa... Para mí es sinónimo de felicidad.

–¿Y por qué se inventó un territorio mítico como Noirbaie?

–Pensé situar la trama en Granada, pero me hubiera obligado a ser realista. Al situar la acción en una localidad ficticia de Francia tenía libertad para imaginar con mi escritura, que bastantes límites tenemos ya en el día a día.

–¿Se ha inspirado en algún pueblo que nos recomiende visitar?

–Con mi marido, Javier Irigaray, vamos de vez en cuando al País Vasco Francés y he tomado como referencia sus casas, plazas, el color verde... Me gusta que sea frontera entre dos países. Este verano estuvimos en pueblos con nombre de mujer como Ainhoa o Sare y Hasparre. Son preciosos.

–En 'Punto muerto' la naturaleza es a la vez fascinante y amenazadora...

–Así la siento yo. Me encanta el mar y hacer surf, pero me aterra que una ola gigante me arrastre. O los bosques, tan atractivos, pero ahí están las historias de miedo sobre el hombre del saco. Lo he querido transmitir en la novela.

–Hablemos de miedos desde el punto de vista de la psicología clínica. ¿Cómo la definimos?

–Es una disciplina que atiende las demandas de los pacientes y los acompaña en el camino para encontrar las respuestas que necesitan.

–¿Qué casos son más frecuentes en estos tiempos?

–Trastornos de ansiedad, angustias y depresiones. Mucha gente se ve incapaz de afrontar no sólo situaciones graves o difíciles, sino el día a día. El malestar está generalizado. Podríamos decir que es un malestar costumbrista.

–¿Tiene la gente menos aguante que antes, la famosa Generación de Cristal?

–Hay una mezcla de factores. La situación laboral y económica es muy complicada. Hoy, ser mileurista es como para darse con un canto en los dientes y hay mucha presión. Pero también es verdad que se cría a los niños con miedo y eso no es bueno. Ya no juegan en las calles, como nosotros. Los hay que están sobreprotegidos y eso es un problema. Sobre el aguante: es algo muy subjetivo. ¿Quién calibra el sufrimiento?

–¿Tiene pacientes del gremio de la hostelería?

–Sí. Hay trabajadores de bares y restaurantes que se muestran afectados por la baja calidad de los puestos de trabajo y de los contratos. Por la discontinuidad, los horarios y los sueldos bajos. Los empresarios, por su parte, sufren al ver que no llegan a fin de mes. Que las cuentas no salen. Como la patrona de Granada, la gente está muy angustiada.

–¿Y la famosa figura del camarero-psicólogo?

–¡Es muy necesaria! (Risas). Ese tipo de bar de toda la vida en el que hay parroquianos habituales, al que vas sabiendo que siempre encontrarás gente interesante, es esencial. Pero el bar como lugar de encuentro está en peligro. Ahora todo es más frío e impersonal y cada vez se improvisa menos. Llevamos una vida de locos y hasta echar una cerveza se mete ya en la agenda. Me gustan esos bares que llamo 'de padres', con su jamón su queso, su buen pan...

–¿Sitios que le gustan?

–Pizzería Altamura. Voy desde niña con mis padres. Me encantan esas escaleras y esa distinción, como si fuera un club. Ahora vamos con nuestros hijos. Es nuestro lugar de celebración y estamos felices de que no cierre con la marcha de Adriano. También Taberna Bardana. Y en la zona Fórum donde vivo, Cala y Arriaga. Voy poco, pero su nivel es excelente. Por aquí, por Alhamar, el Britania, que está siempre a tope.

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