A l hacer la reserva nos decía 'Mesa alta', pero resultó ser barra, algo que a mí personalmente me gusta sobremanera. Hubo un tiempo en ... que, antes de dedicarme profesionalmente al tinglado de la gastronomía, publiqué en mi blog una serie llamada 'Embarrados'. Mi cuate Pepe y yo visitábamos nuestros bares de cabecera y, sin despegarnos de sus barras, pedíamos de todo, además de cerveza. Creo que ni siquiera había redes sociales, así que imagínense.
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Las barras tienen una mística especial y en ellas se genera una complicidad singular. La supuesta informalidad potencia la cercanía, el calor y la magia. Sobre todo si al otro lado tenemos al chef trabajando, que verle actuar en vivo y en directo tiene un punto de artisteo de lo más canalla.
Restaurante Mimar es el garito de moda ahora mismo en Granada. Dos personas de pico fino ya me habían puesto sobre aviso y el Instagram daba buena cuenta de lo visual y espectacular de algunas de las propuestas de José Pablo Frías, el dueño de un establecimiento que apenas lleva abierto dos meses y ya ha conquistado el favor de los buenos gastronómadas de la tierra.
Fuimos un sábado a mediodía y estaba todo lleno. Pero es un lleno agradecido, tranquilo y relajado. Sin bullas. Nos sentamos en nuestras elegantes y cómodas banquetas, pedimos unos vermús y empezamos a bichear la carta. Había un plato fijo que teníamos que probar: el aguachile de corvina y gambas. Es uno de los muy instagrameables, llamado a convertirse en icono, y necesitaba comprobar que estaba tan bueno como pintaba en la foto. ¡Y a fe que sí! Un platazo.
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De entre los entrantes también pedimos una ostra con maracuyá y tomate de la que no les voy a hablar porque del 'capítulo ostra' me gustaría hacer un especial. O sea, estaba espectacular, ojo. Vayamos a falsas interpretaciones. Pero ya les digo que de este producto quiero hablar otro día. Y probamos las gyozas de gamba blanca con jugo de su cabeza y una espectacular tempura de aguacate con espuma de kimchi y tierra de calamar.
Y cuando yo pensaba que la segunda parte del menú la íbamos a dedicar al sushi, que para algo estábamos en un establecimiento nikkei, mis compañeras de barra optaron por platos más convencionales… o no. Porque el sabrosísimo pollo huancaína, sisho y miel o el delicado bacalao a baja temperatura, baba ganoush y enoki son cualquier cosa menos normales y corrientes, en el mejor sentido de la palabra. Los postres, igualmente exquisitos.
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Saben ustedes que me gustan las fusiones gastronómicas cuando están hechas con lógica y sentido y José Pablo Frías tiene muy claro su concepto, que atesora una importante trayectoria a sus espaldas. Formado en la Escuela de Hostelería y Turismo Hurtado de Mendoza y tras pasar por algunos establecimientos de la provincia, recaló en Sibarius, especializado en cocina nikkei y donde empezó a hacerse cargo del sushi. De ahí pasó a diferentes restaurantes del cocinero Luis Arévalo, tanto en España como en Francia. Ya de vuelta a Granada, se encargó de Mokuren, el restaurante especializado en cocina japonesa del Hotel El Mirador de Loja.
En su nuevo restaurante de la calle Arabial lo está reventando y, entre su cocina fusión de altísima calidad y el esmerado servicio de sala de todo su equipo, José Pablo se suma a esa pléyade de jóvenes cocineros de amplia y sólida experiencia que no dejan de enriquecer el , fértil y cada vez más amplio y variado panorama gastronómico granadino.
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