A lo largo de estos dos últimos años he aprendido a mirar los alimentos naranjas con auténtica devoción, poco menos como si contuvieran el elixir de la eterna juventud, piedra filosofal gastronómica que nos ayuda a mejorar nuestra vida y a cuidar de la salud.
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El boniato es uno de esos tubérculos que, sólo por su color, que le viene dado por los beta carotenos que atesora, deberíamos consumir más y mejor. Que venga de dentro de la tierra le aporta calidez e invita a la confortabilidad. De esa forma, se convierte en una delicia culinaria para los fríos días del invierno, buen aliado de nuestro cuerpo en tiempo de virus, gripes y resfriados.
Se trata de una raíz parecida a la patata, tanto que muchas de sus preparaciones son semejantes. Pero son especies distintas y, de hecho, el boniato atesora aportes nutricionales más interesantes. Es bueno tanto para el sistema nervioso en general como para el tejido cerebral en particular, con propiedades antiinflamatorias.
Los antioxidantes que aporta combaten los efectos del envejecimiento y la vitamina A contribuye al crecimiento y cuida nuestra vista. Además es muy rico en fibra, por lo que ayuda en las digestiones y a la hora de depurar nuestro organismo. A pesar de su sabor dulce, sus índices glucémicos no son particularmente elevados, evitando los picos de insulina. Ojo a las calorías, eso sí, que un producto de dieta no es. Entre los minerales, el boniato es rico en magnesio, uno de los de más difícil absorción, por lo que debería formar parte de la dieta de quienes tengan déficit de uno de los minerales esenciales en numerosos procesos metabólicos.
El boniato en cocina
Primo lejano de la patata, el boniato se puede preparar frito en aceite de oliva, en rodajas o en forma de bastones, con su toque de sal y pimienta al gusto. Cuanto más fino se corte, más crujiente resulta. Sale riquísimo, pero ya no será tan bueno para la salud como si lo preparamos al horno. En este caso también se puede trocear como las patatas fritas y añadirle especias como la cúrcuma, el curry o el pimentón. Cocido con azúcar y canela resulta un postre estupendo y muy fácil de hacer, pero hay que redoblar el miramiento con las calorías.
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