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La importancia de ser responsables, también, haciendo la compra. Efe

Cómo salir a hacer la compra de una forma segura y responsable

Llenar la cesta de alimentos es una de las actividades más importantes que haremos en los próximos días. Seamos igualmente responsables

Jesús Lens

Domingo, 22 de marzo 2020, 01:15

Digámoslo desde el principio: hay que hacer la compra de forma metódica, rápida y científica. Nada de recrearse en la suerte, mirar y tocar el género para elegir la mejor pieza de fruta. Nada de deambular sin rumbo por los pasillos de los supermercados o de juntarse con el resto de clientes en las pequeñas tiendas del barrio para comentar los avatares del día a día.

Porque todo ha cambiado en la última semana. Por el momento, se acabaron las jornadas gastronómicas, los menús degustación y salir de cañas y tapas por ahí fuera. Toca quedarnos en casa. Salir es un verbo utópico. Salir forma parte de la ciencia ficción, en el sentido festivo que le damos la expresión 'salir'. Pero quedarse en casa no tiene por qué ser sinónimo de sufrir o de pasarlo necesariamente mal.

Importante y a tener en cuenta: el abastecimiento de alimentos está garantizado. Lo estamos comprobando en nuestras visitas a la sección de alimentación de las grandes superficies y, sobre todo, en los supermercados y tiendas de barrio. Para comer, hay de todo. Todos los días. Productos no perecederos, por supuesto, pero también alimentos frescos: frutas, verduras, pescado y carne. Tengamos en cuenta, eso sí, que si las fruterías, pescaderías y carnicerías se quedan sin clientes, se verán obligadas a cerrar sus puertas.

Hacer la compra es, por tanto, otro ejercicio de responsabilidad más en el que la famosa lista es elemento imprescindible para no acaparar. También, para no improvisar. Si improvisamos, llenaremos la cesta de bollería industrial, dulzainas, chucherías y alimentos procesados hipercalóricos.

Antes de salir, abramos el frigorífico y los armarios de la cocina y/o despensa y miremos qué tenemos, para no desperdiciar alimentos. A partir de ahí, planeemos los menús de los siguientes tres o cuatro días. Se puede hacer. Anotemos qué nos falta para ese pollo al horno que tanto nos gusta, para una jugosa empanada o para un pescado fresco. Compensemos comidas y cenas.

Dejemos para el primer y el segundo día las recetas con los productos que más rápido se echan a perder, de ensaladas frescas a frutas climatéricas con menos aguante dado que se recolectan en el punto exacto de maduración para su consumo.

Menús saludables

Planeemos menús saludables. Vamos a pasar muchos días en casa. Seamos rigurosos con la dieta. Es un tópico, pero no hay que pasar hambre para llevar una alimentación sana y adecuada. Anotemos en la lista todo lo que necesitemos. Si no, terminaremos olvidándonos de lo básico y esencial. Pero que no sea la carta a los reyes magos de un niño de siete años.

Llevemos nuestros guantes desechables y nuestra propia bolsa, cesto o carrito a la compra. Si se pueden evitar los del súper, mejor. No toquemos el producto perecedero. Desde luego, no sin guantes. Insistimos: hacer la compra también es un ejercicio de responsabilidad.

Mantengamos las distancias en todo momento. Por seguridad y en beneficio de todos. Hablemos lo justo y necesario. Hagamos cola en la calle. Y mejor pagar con tarjeta o con el móvil que tocar el dinero en efectivo.

Al llegar a casa, lo primero y más importante: lavarse la manos. Con intensidad y fruición. Después, al colocar los alimentos, dejemos a la vista los que más rápido se pueden echar a perder, los que vamos a necesitar para las primeras recetas previstas.

No diremos que esta crisis ofrece oportunidad alguna ni que tiene nada de bueno. Puede ser, eso sí, un gran momento para volver a guisar, más allá de limitarnos a preparar la comida o la cena, como he leído estos días por ahí, en afortunada expresión. Guisar evoca una cocina lenta, tranquila y pausada. ¿Hace cuánto que no guisamos?

No sé ustedes, pero en los primeros días de confinamiento, como si tratara de luchar contra la lasitud del tiempo, yo he estado hiperactivo y sin parar. Los momentos más tranquilos y pausados, los que han supuesto una tregua en el seguimiento compulsivo de la actualidad, han sido los relacionados con la comida.

No comamos con la televisión encendida. Como en el cuento de Monterroso, cuando terminemos de almorzar o cenar, la actualidad seguirá ahí. Convirtamos los almuerzos en momentos de diálogo, risas y convivencia entre la familia. Hagamos del acto de guisar un ritual diario que nos permita sentirnos cómodos y a gusto.

Y si está usted solo, resulta todavía más importante, si cabe, cuidar la alimentación. No vale comer cualquier cosa frente a la tele o el ordenador, rápido y corriendo. Olvídense de los socorridos sandwiches, de las latas y las conservas.

Oblíguese a hacer comidas y cenas diferentes y variadas, que le fuercen a pasar rato en la cocina. Le sentará bien a su estómago, a sus piernas y a su espalda. Y a su cabeza, sobre todo. Que el chup chup de un buen puchero reconforta tanto por fuera como dentro.

Es importante, también, mantenerse activos. En los móviles hay Apps con tablas de ejercicio para todos los niveles. Si no le convencen las planchas y los abdominales, camine. Haga ochos en el salón o trate de batir el récord mundial de marcha en su pasillo. Pero ande. Aunque los pronósticos más bienintencionados hablan de un encierro de quince días, el propio Gobierno ya ha dejado caer que posiblemente serán más. Y de acuerdo con el ejemplo italiano y dadas las dramáticas cifras de contagio por coronavirus en España, debemos prepararnos mentalmente para un confinamiento más largo.

En ese sentido, importante darle algunas alegrías gastronómicas al cuerpo. De ello hablaremos la semana que viene. Pero recuerde: los atracones bulímicos, que sean de series. Con la comida, mucho ojo, cariño y miramiento.

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