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ALFREDO AGUILAR
Los exquisitos productos 'de etiqueta' en Granada

Los exquisitos productos 'de etiqueta' en Granada

Calidad. La Denominación de Origen Protegida (DOP) y la Indicación Geográfica Protegida (IGP) representan un valor diferenciado, un marchamo de garantía en los diversos productos 'estrella' granadinos del mercado

Eduardo Tébar

Huétor Vega

Viernes, 19 de febrero 2021, 01:54

Aparecen en el etiquetado y dan pistas sobre el origen y la calidad diferenciada del producto. Son las denominaciones de calidad. A menudo pasan desapercibidas. Otras veces seducen al consumidor atento, ese que toma buena nota de haber escogido un producto con un marchamo que le distingue de sus similares en las estanterías. Entre las figuras que protegen las indicaciones geográficas en la Unión Europea se distinguen tres regímenes de aplicación en función de los productos amparados por las mismas: vinos, productos agroalimentarios y bebidas espirituosas; y dos instrumentos de protección: la Denominación de Origen Protegida (DOP) y la Indicación Geográfica Protegida (IGP).

Varias de las comarcas o localidades granadinas célebres por su 'producto estrella' se han amparado en esta exigente catalogación. La presidenta del consejo regulador de la IGP Jamón de Trevélez, Pilar Álvarez, explica que la IGP, junto con la DOP y la Especialidad Tradicional Garantizada (ETG), «son figuras establecidas en la legislación europea y constituyen el sistema utilizado para el reconocimiento de la calidad diferenciada».

«El rótulo de 'Poniente Granada', referido al aceite de oliva extra, refleja el esfuerzo del sector olivarero»

«Son figuras de calidad que amparan productos con características propias y diferenciales, que vienen dadas por las materias primas, los procesos de elaboración y el factor humano que participa en los mismos, vinculados, en el caso de la DOP e IGP, al medio geográfico», aclara Álvarez. «Jamón de Trevélez ya era conocido como un producto de calidad, por las materias primas, la elaboración y el lugar donde se elabora desde hace siglos. La IGP supone un reconocimiento, una protección y una garantía, ya que es un producto tradicional, con mucha historia, y cuya curación natural es posible por el entorno geográfico en el que se elabora. Solo aquí, y gracias a los artesanos que lo han elaborado durante generaciones, manteniendo el método tradicional, es posible que el producto tenga las características que lo hacen único y distinto de otros», continúa.

«Esta IGP reconoce esa diferenciación, esa tradición y ese vínculo con el entorno. Permite mantener y asegurar el método de elaboración tradicional. Protege el nombre frente a posibles usos indebidos en productos distintos, promociona el nombre de manera genérica y garantiza al consumidor, no solo su origen, sino una calidad diferenciada», concluye la presidenta del consejo, que reclama «más información y promoción por parte de las administraciones para que los consumidores conozcan estas figuras y no las vean como algo selecto, sino como algo que garantiza un producto saludable y cercano».

¿Falta, por tanto, fomentar la cultura de las denominaciones de calidad entre consumidores? Responde José Olea, presidente del consejo regulador de los vinos con Denominación de Origen de Granada: «Hay una falta de cultura porque evidentemente no todo el mundo es viticultor ni todo el mundo está obligado a saber de vinos. Ahí hay un trabajo que realizar desde el punto de vista sociológico. Quizá, uno de los problemas que tengamos en Granada es que somos desconocedores de la propia historia de Granada en el mundo de la viticultura».

«La calidad del vino de aquí no empezó hace veinte años. Hubo un tiempo en el pasado de Granada en el que el vino tenía tanta importancia que se llegó a proteger de una manera escandalosa. Se prohibía vender cualquier vino que no fuera de Granada. Esto ocurrió durante más de trescientos años. A veces digo que fuimos la primera denominación de origen. La palabra 'Carmen', que es tan granadina, significa 'viña'», reflexiona Olea.

No son multitud los vinos de Granada que cuentan con la DOP. Cualquier productor la puede solicitar, «pero debe comprometerse a cumplir con los estándares de calidad que implica el pliego de condiciones, que se puede consultar en internet», señala el presidente del consejo regulador. Un requisito esencial: las uvas deben ser del territorio. «La DOP debería suponer, aunque la sociedad todavía no lo perciba como tal, que existe un marchamo de calidad en el producto de acuerdo a los estándares del mundo de la viticultura. Se hacen muchos vinos que no pertenecen a la DOP porque no cumplen con los requisitos estrictos que exige el pliego de condiciones», comenta Olea.

Promoción

En este sentido, el rótulo de 'Poniente Granada', referido al aceite de oliva extra, refleja el esfuerzo y la ilusión del sector olivarero y almazarero de una comarca que se ha unido para promocionar la calidad de sus aceites bajo el distintivo de una DOP. Ello, apuntan, ha sido posible gracias a la influencia del medio natural que ofrece esta zona, con excelentes condiciones mediterráneas para el cultivo del olivar, y a la enorme riqueza en variedades de olivo. Factores esenciales para lograr aceites multivarietales llenos de personalidad y portadores de una tradición que se remonta a la época medieval.

«La DOP es un distintivo oficial, reconocido en el ámbito de toda la Unión Europea, concedido para reconocer productos agroalimentarios por su calidad diferencial, por las condiciones específicas que le imprimen el marco geográfico en el que se producen», indica José Juan Jiménez López, secretario general del consejo regulador de la DOP Poniente de Granada.

En similar escenario se encuentra el espárrago de Huétor Tájar, reconocido en 1996 por la Consejería de Agricultura y Pesca, cuando se aprobó el reglamento del consejo regulador y de la Denominación Específica. En 2000, la Comisión Europea lo distingue como una Indicación Geográfica Protegida por sus características únicas en el mundo. «Este espárrago es famoso por su delicado sabor amargo dulce, que combinado con un aroma intenso y textura tierna pero firme se convierte en un auténtico placer», destaca la cooperativa Centro Sur, referente con un volumen de producción de seis millones de kilos.

«Esta marca supone un pilar para el desarrollo del entorno rural»

La IGP es un señuelo del que también puede presumir el pan de Alfacar. En 2011, la Junta de Andalucía dio luz verde a su inscripción en el Registro Comunitario. «El principal objetivo es la protección de los bollos, roscos, roscas y hogazas que continúan elaborándose de forma tradicional», subrayan. En la inscripción se definen las características del 'Pan de Alfacar', los ingredientes, el proceso de elaboración, los formatos en los que se presenta, las zonas en las que se elaboran (Víznar y Alfacar)...

Como detalla Pilar Álvarez, presidenta del consejo regulador de la IGP Jamón de Trevélez, «la IGP está íntimamente ligada al territorio donde se elabora, y para un entorno rural como este, la marca de calidad supone un pilar importante que ayuda al desarrollo, tanto económico como social de la zona donde se elabora; pone en reconocimiento el valor de ese territorio y esa población y lo da a conocer sirviendo como reclamo también para otros sectores como el turístico o gastronómico. Ayuda a fijar la población al territorio y evita la despoblación de zonas rurales».

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