Todo comenzó el curso pasado, al final de una visita de la Escuela de Hostelería Hurtado de Mendoza a la exposición sobre los títeres de ... cachiporra y Hermenegildo Lanz en el Centro Lorca. Viendo algunos de los papeles originales del poeta, la profesora Beatriz Pérez Ruiz reparó en la cantidad de dibujos referidos a productos de la vega que Federico dibujaba y se le encendió la bombilla. ¿Y si…?
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Y sí. Fue que sí. El pasado miércoles, la Casa Museo de Lorca de Valderrubio acogió el estreno del proyecto formativo 'Desgranando a Lorca', un banquete teatralizado en el que el alumnado del centro preparó varios platos inspirados en la vida y la obra del inmortal poeta, maridándolos con canciones, recitados de poesía y cortas representaciones teatrales de algunos de los pasajes esenciales de la vida lorquiana.
Beatriz Pérez nos explica cómo fue el proceso creativo. «En septiembre asistimos a un curso de 'Universo Lorca' de Diputación sobre flamenco y a otro sobre Lorca, la vega y sus espacios, que nos sirvió de inspiración». Después llegó una labor de investigación brutal. «No solo de la obra de Federico, sino de lo que se ha escrito sobre él por parte de sus hermanos. El libro 'Recuerdos míos' de Isabel García Lorca ha sido clave y también los de 'Tica' Fernández Montesinos. Ahí estaba el anecdotario de qué le gustaba comer a la familia, por ejemplo».
El reparto actoral «fue a petición individual y una vez que estaba claro qué personajes iban a intervenir, mi labor con los cocineros y la gente de sala ha sido formarlos, contándoles la biografía de Lorca y diseñando los nombres de los platos, que tuvieran connotaciones biográficas y gastronómicas para su posterior elaboración».
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Y así llegamos al soleado mediodía del miércoles en el patio de la Casa Museo de Lorca den Valderrubio, que acogió con todo cariño a la comitiva gastro–lorquiana con Antonio García, el alcalde, a la cabeza. Presidía el espacio una gran mesa con inmaculados manteles blancos, para que lucieran los platos. También había una más pequeña, delante, que lo mismo servía como mesa camilla donde se contaban chismes y confidencias que de mesa tabernaria en la que se compartían tragos y tertulia.
Comenzó el espectáculo entre los acordes de la guitarra y las primeras interpretaciones de cuadros con la vida de Lorca. Hicieron su aparición las nodrizas y las criadas que tanta importancia tuvieron en su vida. Llegó el primer cóctel, colorista y con el humo de los ingenios del azúcar y el tabaco. Se hablaba de los cambios en la vega gracias a los ingenios, de la modernidad y la tradición. De la remolacha. De la leche de pava, que fue uno de los primeros platos en presentarse, con la humildad de la calabaza como ingrediente. Los aromas de membrillo dedicados a Tica o esa sutil tarta con bizcocho pasiego, sus toques cítricos y el azahar.
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El juego de dulces y salados entre el salmón y el mango; el juego gastronómico-musical del Teorema de la Copa y la Mandolina, el descubrimiento del mundo de Federico durante su viaje de estudios que le llevó a elegir la literatura por encima de la música, empezando por sus 'Impresiones y paisajes' y el homenaje a Antonio Machado. La sopa castellana de ese viaje por sus campos. La sinestesia entre colores y sonidos, convertir Asquerosa –antiguo nombre de Valderrubio– en una deliciosa Agua de rosas o las guindas, esas guindas que volvían loco a Lorca.
La aparición de Falla y de los cítricos, esa limonada sinestésica en la que los limones podían significaba asfixia y opresión en Bernarda Alba, la búsqueda de la fertilidad en Yerma y la naturaleza en Bodas de sangre. El guiño también llegó a través de una merluza al vapor suflada con una veluté cítrica. La importancia del cante jondo y los pucheros de la cultura gitana con el homenaje a Agustina Fernández en forma de hinojo, a la Niña de los Peines a través del romero y a Conchita con las castañas asadas, puro duende y embrujo.
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El surrealismo entra en escena a través de un plato total: Cofradía de la perdiz, en recuerdo a Maruja Mallo y a aquellas locas cenas tardías madrileñas, cuando Buñuel y Dalí coincidieron con Lorca en la Residencia de Estudiantes. Una gallete catalano-daliniana de perdiz lorquiana con azafrán en homenaje al aragonés Buñuel fue una de las propuestas más ingeniosa y celebrada.
Y las mieles del éxito. El viaje a Argentina, las conferencias y la teoría del duende; las representaciones teatrales sin fin, los recitados y los recitales. Bodas de sangre, en fin, la muerte y el drama representados en un plato terroso con rapto de rojo, dulce como la muerte.
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«Tuvimos que quitar platos, que había demasiados. Tras la primera prueba, dejamos los que más gustaron y seguimos trabajando sobre ellos», explica Beatriz con su mono de La Barraca. El menú resultante, del que apenas hemos explicado unos trazos, resulta espectacular y, en cualquier restaurante se convertiría en un excelente reclamo gastro–turístico con tal de que le pusieran una mínima parte del estudio y documentación, del trabajo, el esfuerzo y el fervoroso cariño del alumnado de la Escuela Hurtado de Mendoza.
Particularizar siempre es injusto. El nivel de las actuaciones, teniendo en cuenta que hablamos de jóvenes sin experiencia previa, fue excelente. Pero hubo una interpretación que me emocionó particularmente: la de la joven Delfina Alonso. Ella estaba en el Centro Lorca el día en que comenzó todo. Y, cuando se planteó leer uno de sus poemas, tiró del 'Romancero Gitano' y se arrancó por 'La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando'.
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José Amo, director de la Escuela Hurtado de Mendoza, se mostraba encantado con la actividad, destacando la imaginación y profesionalidad tanto del profesorado como del alumnado. «En años anteriores se hizo un recorrido teatralizado por el Albaicín que terminó en el Carmen Aben Humeya, para reivindicar el legado gastronómico nazarí. Esta vez ha sido Lorca y el resultado es magnífico», contaba al terminar la actuación con una sonrisa de oreja a oreja.
No es de extrañar que Antonio Díaz, diputado de Fondos Europeos, Desarrollo, Industria y Empleo y responsable de 'Sabor Granada', el sello gastronómico de la Diputación que colaboró en el acto; alabara la calidad del montaje y señalara que formará parte de las actividades del año que viene en FITUR, al considerarlo una perfecto maridaje entre gastronomía y turismo.
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Y es que el proyecto supone una práctica educativa innovadora, integrando una metodología particular: la investigación–acción que logra construir el aprendizaje del alumnado basándolo en la realización de un diagnóstico, diseño e implementación a través de la creatividad para finalmente poder construir un producto y compartir la experiencia. El alumnado implicado fue el de los grados superiores de Dirección en Cocina, Dirección en Servicios y Guías. La propuesta está fundamentada en los pilares del Programa CIMA (Programa para la Innovación y Mejora del Aprendizaje) de la Consejería de Desarrollo Educativo y Formación Profesional de la Junta de Andalucía y es una muestra inmejorable del camino gastronómico por recorrer en Granada.
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