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Fue una apuesta osada, casi temeraria. Pero nunca se ha escrito nada de un cobarde. Dicen. El festival Gravite tenía este año dos puntos fuertes. ... Uno, la Alhambra, esa fortaleza roja que preside la vida de los granadinos desde hace siglos. El otro, Marte. El planeta rojo en el que la NASA tiene puestos sus ojos.
Y con esa premisa, el cocinero Juan Pedro Ortiz, del restaurante Faralá reconocido con un Sol Repsol, aceptó el reto de diseñar un menú único y especial para el festival patrocinado por CaixaBank en el que sus nueves pases fueran monocromos. ¡Todo al rojo!
La primera de las propuestas fue la que todos podríamos imaginar cuando se habla de un alimento de ese color: el tomate. ¡Pero qué tomate! Un tomate en cuatro texturas que se comía con las manos y que no dejaba de sorprender por los sabores, por el crujiente, por el agua gelificada… Un plato de 10 cuya virguera presentación geométrica lo convierte en altamente fotografiable e instagrameable.
Siguió uno de esos platazos que lo tienen todo, del sabor de nuestra tierra al exotismo de allende los mares: carabinero, gazpacho de remolacha y curry rojo. La hondura de sabor de este bocado, sobre todo si no le haces ascos a la cabeza del marisco, es de los que duran y perduran en la memoria sensorial y gustativa.
El corazón de atún era un bocado explosivo en un doble sentido de la expresión. El literal: convenía comerlo de una sola vez para evitar que reventara y salpicara a los compañeros de mesa más próximos; y el metafórico, que era una explosión de sabor en la boca. Para los amantes del mar y del pescado, una auténtica ¡booooomba!
A continuación, dos platos mellizos que se hablaban maravillosamente: el falso risotto con americana de quisquilla y lubina con aceite de pimentón y, seguido, uno de mis pescados favoritos del mundo mundial: salmonete de roca, naranja sanguina y azafrán.
La carne llegó en forma de magret de pato y fresas y la gran sorpresa sápido–visual fue el postre: Planeta Rojo, una representación de ese Marte al que pretende llegar la misión Artemis de la NASA y en la que es pieza fundamental el ingeniero andaluz Carlos García-Galán, reconocido este año con el premio Viajero en el Tiempo del festival Gravite.
Tal y comentaba Juan Pedro Ortiz al finalizar el servicio, fue un desafío preparar un menú monocromo que tuviera sentido, continuación, hilazón y consistencia y que, más allá de jugar con el color, fuera un festival para los sentidos gracias a los sabores, las formas y las texturas hasta llegar a ese sugerente Planeta Rojo tan cremoso, suave y delicioso que puso el punto final al menú.
Me gustan estas propuestas efímeras que, o estás en el sitio y en el momento, o te las pierdes. Como los menús a cuatro manos o estas cenas singulares, especiales y diferentes que sólo pasan una vez en la vida. Porque la vida son momentos y, bien compartidos, saben mucho mejor.
El festival Gravite hizo otro guiño gastronómico especial el día de su clausura. Fue en el restaurante Ruta del Azafrán, a los pies de la Alhambra, donde el escritor francés Pierre Lemaitre presentó su novela más reciente, 'El silencio y la cólera', publicada por la editorial Salamandra.
Para celebrar la presencia de todo un premio Goncourt en Granada, nada mejor que una tapa especial que sirviera de homenaje a uno de los grandes protagonistas de la intensa saga de Lemaitre, parte de cuyas aventuras transcurre en Indochina. De ahí que Antonio Martínez, el cocinero de la casa, preparara un exquisito rollito vietnamita para la ocasión.
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