Ensaladilla de gambas, de Cunini

Recomendar a estas alturas la ensaladilla de Cunini es como tratar de redescubrir la Leyenda del Tiempo de Camarón. Es llegar tarde y parece ridículo, pero a nadie le da alergia el polvo de los libros viejos. Esta catedral del gusto, que se sostiene sobre tres pilares maestros (patatas, mayonesa y gambas de Motril), es una de las creaciones más celebradas entre el populus granadino. No es de extrañar. Es un clásico inmensurable. Y lo que no se mide no se puede mejorar, que lo he leído en internet.

La cosa es seria. Lleva años fuera de categoría. Y allí arriba, en las cimas de la ortodoxia, compite en otra liga como el tweed, Vicky Martín Berrocal o el puto Real Madrid. No sabría contar las conchas que me habré acabado. Solo estoy seguro de que yo, que no invierto en valores sentimentales, lloro cada vez que le veo el fondo al plato.

Un drama, pero así es la vida. Dios solo ayuda a los buenos cuando son más que los malos.

¿O era al revés?