«A la gastronomía granadina le falta promoción»

A la hora de decidir dónde quedamos, Diana Rubio, no titubea: «en la Taberna Ríos del Zaidín». Y es que el barrio tira mucho. Sobre todo, cuando vives fuera de Granada en estos tiempos. Licenciada en Ciencias Políticas y experta en protocolo, Diana es una de las mujeres españolas más influyentes del mundo en todo lo relacionado con comunicación política.

–¿Qué comen los políticos en campaña electoral?

–Comida rápida y sandwiches... Conozco a un político, eso sí, que se alimenta de yogures nada más.

–¿Se puede conquistar a un líder por el estómago?

–Absolutamente. Hay países en los que los tratos se cierran en las comidas, por lo que no se puede bajar la guardia, que en una mesa se puede malograr un negocio. Ojo con poner cebolla si después del ágape se van a seguir las conversaciones y mejor evitar gazpachos o pasta con salsa de tomate que nos puedan dejar un lamparón.

–Acaba de publicar su libro 'Protocolo para Millenials'. ¿Un consejo rápido para ellos?

–Naturalidad y sentido común para evitar hacer el ridículo. Si no saben pelar las gambas con cuchillo y tenedor, que las pelen con las manos. Pero que no chupen la cabeza, por rica que esté. (Risas). Y en los tiempos del Zoom, no usar vasos transparentes o botellas de plástico para beber. Mejor utilizar una taza opaca. Y si la taza tiene mensaje, mejor.

–Hamburguesas, alitas, pizzas... ¿desaparecerán los cubiertos?

–Rotundamente no. Comer con las manos es lo más rudimentario. Usar cubiertos es un signo de evolución. En España, por ejemplo, los introdujo Isabel de Valois.

–¿Qué podemos comer usando las manos, pues?

–Carnes con hueso, como las costillas. El jamón y el queso, aunque cogiendo una servilleta para limpiarnos la grasa y las aceitunas.

–¿Con qué comida triunfamos?

–En España, con el jamón serrano, carne de ave o con un pescado bien hecho. Pero lo mejor es preguntar y asegurarse. Sobre todo por la cuestión de las alergias.

–Allá dónde fueres, ¿come lo que vieres?

–Sí, pero echa un protector gástrico al bolsillo. (Risas). En mis viajes me gusta experimentar. Por ejemplo, me gusta el picante, pero los niveles de picante en países como India o Malasia no se parecen en nada a los nuestros.

–¿Le gusta experimentar?

–Sí. Es una forma de conocer otras culturas. En Asia existe toda una tradición gastronómica callejera. El truco es probar los puestos en los que más gente se arremolina. El mejor helado de coco lo comí en un garito de Kuala Lumpur.

–¿Lo más raro que ha comido?

–Grillos en México, carne de cocodrilo, un horrible arroz revuelto con huevo y pescaditos fritos de Kuala Lumpur, precisamente. También participé en un ritual en el desierto de Arabia con leche de camella, de la que solo diré que es el mejor laxante del mundo. (Risas).

–¿Qué hacemos cuando, de viaje, nos proponen comer algo que nos tira para atrás?

–Decir que tenemos la tripa fastidiada y pedir arroz, un plato universal que se encuentra en todo el mundo.

–¿Qué plato echa de menos cuando está en el extranjero?

–La sopa de pollo de mi madre, que templa el cuerpo y el alma.

–¿Se vende bien la gastronomía granadina por ahí fuera?

–Se trabaja bien, pero le falta 'punch' para que sea más conocida. Por ejemplo, siempre me llevo pastela moruna y triunfo, pero fuera no se conoce. Hay productos, como los piononos o el caviar de Riofrío, muy bien explotados y otros que podrían tener más recorrido.

–¿Y la tapa?

–Cuando estoy fuera le echo de menos y siempre presumo de ella. Es algo característico, pero hay que cuidarla y darle calidad.

–¿Cómo percibe la evolución de la gastronomía granadina?

–Se ha diversificado mucho. Antes era sota, caballo y rey y ahora hay más variedad, pero hay que saber venderse. En Alimentaria, por ejemplo, los stands de Granada estaban llenos de profesionales y esa imagen hay que trasladarla al público en general. Falta marketing. De las 4 P (producto, precio, punto de venta y promoción) nos falta esta última.

–¿Qué oportunidades de negocio gastronómico en Granada ve desde fuera?

–El turismo halal. Apenas hay establecimientos preparados para atender a estos turistas, de alto poder adquisitivo muchos de ellos. Prefieren alquilar apartahoteles y cocinar ellos mismos.