La calabaza se vuelve protagonista
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Es una de las hortalizas del otoño. Más allá de su visual iconografía, en cocina resulta muy versátil y permite hacer platos tanto dulces como saladosUna calabaza vaciada, tallada e iluminada por dentro es la imagen más reconocible de Halloween, otra fiesta que este año no podremos disfrutar como venía siendo habitual. Sin embargo, no tenemos que renunciar a disfrutar de la dimensión gastronómica de una hortaliza que, ahora, está de plena temporada.
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La calabaza, de la familia de las cucurbitáceas, se puede preparar de muchas formas diferentes, como tenemos ocasión de comprobar con las tres recetas que acompañan estas líneas.
Se trata de una hortaliza que, además de rica y sabrosa, tiene muchas y buenas propiedades, atesorando nutrientes, vitaminas y minerales. Además, es baja en calorías, aspecto nada desdeñable, sobre todo, dados los meses que nos vienen por delante.
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La calabaza es buena para la presión arterial y para el corazón por su alto contenido en vitamina C, fibra y potasio. De los sobresaltos cardiacos provocados por los petardos, eso sí, es posible que nos libremos en este año tan atípico.
De acuerdo con un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard, la calabaza es buena para la fertilidad, por su contenido en hierro. Y, posteriormente, también ayuda durante el embarazo y la lactancia. Es buena para la salud ocular y, en general, refuerza y potencia el sistema inmunitario, algo que, en estas fechas, resulta especialmente bienvenido. Y también se recomienda su ingesta en la lucha contra dos tipos de cánceres: próstata y colon.
El origen más lejano de las calabazas se pierde en el tiempo. Para los griegos, era un 'melón grande' al que se conocía como 'pepon'. A partir de ahí, franceses e ingleses fueron adaptando su grafía a la vez que se extendía el consumo de un producto que, para las culturas celtas, tenía un lugar preponderante en la celebración del Samhain o final del verano, cuando se celebraba el final de las cosechas y se despedía a Lugh, el dios del Sol. Caían las hojas, los días se hacían más cortos y el ambiente invitaba a pensar en la muerte.
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La tradición mandaba dejar comida y dulces a modo de ofrenda en las puertas de las casas y encender velas para ayudar a los espíritus y las almas de los muertos a encontrar su camino hacia la luz. Originalmente, estas velas se introducían en nabos vaciados, pero cuando los irlandeses que emigraron a Norteamérica se encontraron con un excedente de calabazas –hortaliza que ya consumían los nativos americanos desde tiempo inmemorial– y vieron lo fácil que era de tallar, la convirtieron en el símbolo de una festividad que, cristianizada, se llamó Víspera de Todos los Santos, en inglés, All Hallow 's Eve.
Y así es como la gastronomía, la naturaleza, la historia y la leyenda se retroalimentan y se dan la mano, haciendo que estas semanas resulte de lo más placentero que nos den calabazas. Para comer, se entiende.
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