Mucho más que un bar
La vuelta tras el confinamiento ·
No son las cervezas, ni las tapas las que crean el vínculo con las 'benditas' barras, son las historias y los nombres propiosSecciones
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La vuelta tras el confinamiento ·
No son las cervezas, ni las tapas las que crean el vínculo con las 'benditas' barras, son las historias y los nombres propiosTatiana Merino
Granada
Jueves, 21 de mayo 2020, 23:41
Este será el undécimo domingo que no acudirá puntual a su cita de la una de la tarde con la familia Oruezábal. Hasta que llegó este estado de alarma, don Francisco mantenía viva su costumbre de acudir cada domingo al restaurante Chikito para disfrutar de ... la buena mesa en compañía de quienes conocen bien sus gustos. Como él, el señor Gómez, vecino de la plaza de Bibataubín, se viste y sale a pasear, ahora por las calles no tan bulliciosas, que le llevan hasta la puerta de madera acristalada que da paso a la barra de Chikito. Su recorrido desde hace más de treinta años. Igual que don Francisco. A ambos la viudedad les ha llevado a compartir la carta con la familia Oruezábal.
Desde aquellas mismas ventanas, hoy cerradas, se ve algo de luz mientras Daniel, uno de los hijos del fundador, organiza en el interior algunos papeles del bar. Sopesa, junto a sus hermanos, reabrir el próximo lunes. Javier y Juan son vecinos del barrio. Hace unos días ya pasaron a interesarse por el regreso. Hay ganas. Son de barra, jóvenes y fieles como pocos, de tres o cuatro visitas semanales.
Chikito es tan sólo uno más de entre los 2.700 bares y restaurantes de la capital –6.500 en la provincia–, que esconde experiencias, momentos y vínculos únicos con sus clientes. Volver al bar se ha convertido en uno de los anhelos durante los días más duros del confinamiento. Volver al café de la mañana, a la tapa de la una o al encuentro entre amigos tras la salida del trabajo tiene mucho de emocional, de regreso a la bendita normalidad.
Mientras llega, o no, en la calle Hermosa, Francisco Espinar levanta de nuevo la persiana del histórico bar Casa Julio. A esos mismos toneles, volverán Carmen y Paloma para tomar un plato de adobo y un par de cervezas, acompañados siempre de un «qué bien cocina Mari». Ponerse al día con las cosas ahora llevará un tiempo, comenta Francisco por teléfono. «Volver a ver a Chesco y Juani es otra alegría», cuenta Mari. Los Espinar son de trato cercano, por eso saben bien que a Chesco no puede faltarle su media copita de manzanilla, y no más porque se le calienta y ya no es lo mismo. A Juani hay que enfriarle bien el vaso para servirle una caña en condiciones, y así con cada cliente que entra a su casa.
En el número 10 de la calle Varela, Sergio y Jesús contestan con un mensaje de cautela y gratitud cuando preguntan por la reapertura. La mesa 1 de La Botillería espera a los asiduos, como Miguel y sus cuñados, buenos clientes, que tendrán que esperar para disfrutar de sus platos de jamón. Mientras, avanzan en los ajustes necesarios para mantener la seguridad, como medir las distancias en las mesas de la terraza.
Cerca de la Plaza de la Trinidad, Fran Soria, con la persiana aún cerrada, también calienta motores. La barra del Soria no es una barra cualquiera, es una barra de granadinas maneras. Allí se vive de otra forma, y quien comparte en él vivencias lo sabe. A peculiar no le gana nadie, ni su clientela. También tiene asiduos con nombre propio con los que espera reencontrarse, como Nacho y su esposa Bea, a quienes acompañó en sus días de romance y los vio darse el sí quiero como invitado de honor. Ahora, espera que, tras el confinamiento, traigan al nuevo miembro de la familia, que nacerá en escasos días, al bar que acompañó su historia.
Silvia Álvarez, junto a su hermano y su padre, también ultima detalles en el rincón de don Francisco Sierra, un lugar especial de Las Tinajas, con nombre y apellido. Se afanan en un negocio de 40 años, con una clientela que acompañó a su padre a disfrutar de un trago y una buena comida en el céntrico establecimiento granadino. Hay fieles, como Maribel, Tere, Merche y Felisa, abonadas a los jueves, que llevan unas cuantas faltas por estar las puertas cerradas del establecimiento. «¿Cómo estará don Emilio Martínez de la Victoria o las hermanas Prieto?», se preguntan. Queda poco para saberlo.
Así son los bares, lugares que acompañan nuestras vidas y capturan momentos. Somos de compartir risas al sol y vivencias con ellos. En ellos se atenúan penas, se guardan secretos y son testigos de generaciones, por las que pasan dejando huella y formando parte en una simbiosis tan peculiar como bella.
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