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Eric Jiménez, en la terraza de El Pesetas de Salobreña, explica sus singulares gustos culinarios. colin bertholet
«Si a mí no me gusta, sé que el plato va a triunfar»
Una Alhambra con... Eric Jiménez

«Si a mí no me gusta, sé que el plato va a triunfar»

Eric Jiménez, además de ser el mejor batería del rock español, tiene un bar reconocido con un Solete Repsol. Sus gustos culinarios, eso sí, son peculiares

Jesús Lens

Granada

Viernes, 3 de septiembre 2021, 00:26

Estamos en la terraza del popular 'Pesetas' de Salobreña. Con la primera cerveza han puesto una tapa de ensaladilla rusa. El músico Eric Jiménez, batería de Lagartija Nick y Los Planetas, no duda en probarla. Es un plato que le gusta. Como las puntillitas de calamar, que las pide «muy fritas», que crujan y estén churruscantes. «Así me recuerdan a los triskys. Es la forma de que sepan a harina y no a pescado».

–¿Es cierto que sus gustos culinarios son singulares?

–Absolutamente. Me gusta la comida que gusta a los niños. Llevo años comiendo patatas de bolsa que, dicen, son malísimas para la salud, pero mis analíticas son perfectas.

–¿De dónde vienen esos gustos?

–Cuando como pescado es como si le diera un beso en la boca a un tiburón. Y cuando pruebo el cordero, me imagino al cocinero detrás con un cuchillo. Es pena por los animales, pero sobre todo es asco. Para mí, un tío comiéndose una tortilla del Sacromonte es como ver una película gore de zombis. Desde siempre me han gustado los mercados de abastos y he ido toda la vida al de San Agustín, pero detestaba su olor a muerte.

–¿Eso limita a la hora de comer?

–Necesito que el pescado no sepa a pescado y que la carne no sepa a carne. Como soy muy retorcido, no dejo de ver a los animales colgados de los ganchos. Por eso me gustan las cocinas internacionales que utilizan muchas especias e ingredientes que enmascaran el sabor original.

–En su segundo libro cuenta cómo, al día siguiente de su boda, pidió una Happy Meal en un hotel de cinco estrellas.

–¡Porque no estaba abierto el San Remo! Esas hamburguesas de franquicias no saben a carne y, por lo tanto, están buenísimas. En los hoteles de cinco estrellas son muy puntillosos con las comidas y tratan de que todo esté equilibrado, de no matar el sabor original del producto. Por eso solo me gustan los postres. Además, con la resaca de la boda, ¿qué me iba a comer? ¿Un cordero lechal? (Risas).

–De ir a restaurantes con estrella Michelin ni hablamos...

–Una vez, de gira con Los Planetas, nos invitaron a uno. Llegó un momento en que me cansé y pedí sencillamente una tortilla liada y nada más, sin reinterpretaciones. «Una omelette», dijo el metre. En cocina tuvieron que añadirle un chorreón de algo y un brócoli, con lo que me la jodieron. Pudo más su movida que lo que yo quería. Quise boicotear al restaurante y que nos marcháramos los quince, pero mis compañeros dijeron que no, que sí quería, que me fuera yo.

–¿Qué come durante las giras?

–Es complicado. Como a la gente le gusta comer bien, miro si hay algo que me apetezca en el restaurante donde paramos y si me gusta, repito. Si no, me doy una vuelta por la manzana en busca de algún sitio chungo que me llame.

–¿Y antes y después de un concierto?

–Antes, nada. Como fuerte a mediodía y ya no pruebo nada hasta acabar de tocar, que me tomo un Calippo fresquito. El problema es que, como me voy directo al hotel en cuanto acaba el concierto, si es tarde, ya no puedo pedir ni un sandwich en la cafetería. Me toca esperar a la mañana siguiente y desayunar beicon crujiente y huevos. Como no se sabe si vienen de la gallina o los produce una máquina, me los como sin problemas. (Risas).

–¿Cómo fue lo de montar el Bar de Eric?

–Me lo propuso un amigo de Madrid. Yo pensaba que era algo sencillo: abrías, venía la gente e iba todo rodado. Un año después comprendí dónde me había metido. Aunque había trabajado antes en bares, no es lo mismo que llevar la gestión. Es más fácil gestionar una multinacional de discos que un bar de tapas. Además, dependiendo de las dimensiones y la terraza, o lo tienes siempre abarrotado o no salen los números.

–¿Le pregunto por la tapa?

–Debería ser de calidad y de pago. Para Granada es nefasta. A otras ciudades, la gente va a gastarse el dinero en comer. Aquí vienen a comer gratis. Debería ser un entrante para abrir el apetito y no para saciarte. ¿Te imaginas ir a comer a un restaurante y que antes de darte la carta te pusieran una hogaza de pan de Alfacar y una lata de kilo de mantequilla? Eso es la tapa en Granada. ¡Además, que nació para que las moscas no acabaran en las bebidas y ya existen los insecticidas!

–¿Qué comida hay en el Bar de Eric?

–Mucho vegano. Cada vez hay más personas que disfrutan de esa dieta. O van a establecimientos especializados o les ponen una rodaja de tomate y ya. Además, queremos que los no veganos prueben estas especializados.

–¿Predica usted con el ejemplo?

–¡No! (Risas). Tengo que aprovechar mis gustos y mi experiencia culinaria. Así, cuando pruebo las nuevas creaciones y no me gustan nada, sé que triunfarán. A los amigos les digo: «prueba este ravioli. A mí me ha parecido una mierda, así que te va a encantar». Y siempre acierto.

MENÚ DEGUSTACIÓN

  • Un ingrediente La canela

  • Un sitio para celebrar La Chumbera

  • Una tapa para abrir boca Ensaladilla rusa

  • Una cocina internacional La mexicana

  • Dulce favorito Los helados de Los Italianos

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