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ALBERTO FLORES
Viernes, 2 de abril 2021, 10:19
Las setas son un producto cada vez más demandado en la hostelería. Numerosos restaurantes las ofrecen como sugerencia cuando llega la temporada de setas y ... siempre resulta difícil resistirse cuando nos ofrecen unos buenos níscalos, unas shiitake o las de cardo. Y a orillas del río Fardes, en la comarca de Guadix, hay quien las cultiva de una manera muy especial: en cuevas y con unas condiciones de temperatura y humedad prácticamente únicas. Hablamos de Ana Huertas, una granadina de 29 años que en 2018 decidió iniciar un proyecto en la finca de su familia para hacer realidad uno de sus sueños. Y desde entonces ha sido capaz de poner su firma a miles y miles de kilos de setas de diferentes variedades en sus ocho cuevas de 100 metros cuadrados.
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«La idea es, poco a poco, ir aumentando las ventas, hacer que la gente conozca y aprecie más el producto y disfrutar viendo cómo crece la cultura gastronómica setera», cuenta Ana, que reconoce que entre 2018 y 2019 llegó a cultivar alrededor de 9.000 kilos de setas. Calera es el sello que llevan los productos de su finca pero lo cierto es que es mucho más que eso. «Es una finca familiar que lleva con nosotros más de 50 años. Comenzó con olivos plantados por mi abuelo, siguió con el cultivo de melocotón a manos de mi padre y ahora con las setas. Es mi vida y la de mi familia, lo que me ha enseñado a tener paciencia y valorar las pequeñas cosas de la vida. Ha tenido mucho peso en mi educación».
Ana lo pasaba cada verano en la finca entre melocotones con sus padres y hermanos, algo que le hacía ver el sacrificio que requería una actividad como aquella. «Me planteaba hasta qué punto quería sacrificarme para dedicarme al campo», confiesa. Hasta el punto de que no tenía del todo claro por qué camino seguir. Sin embargo, al final optó por estudiar Ingeniería Técnica Agrícola. Y si el campo ya le gustaba, a través de sus estudios descubrió que era a lo que realmente se quería dedicar el resto de su vida. Se marchó a Almería y tras un periodo de varios años entre universidad, prácticas y algunos trabajos, por fin volvió a casa. Fue en ese momento en el que las setas llegaron a su vida para quedarse. «Me contaron que era posible cultivar setas en troncos y me entró la curiosidad», recuerda Ana, que recrea con emoción cómo fue verlas crecer por primera vez. «Es precioso vivirlo porque son como mis niñas, las veía crecer y me hacía mucha ilusión». Comenzó a investigar, a conocer los beneficios saludables de las setas y las diferentes variedades que existen y se dio cuenta de que «era una maravilla de mundo».
Y eso le llevó a comenzar Calera, su gran proyecto. Unos inicios complicados que le obligaron a buscar otro trabajo para poder hacer frente a todos los gastos que debía realizar. Por las mañanas, como Ingeniera Técnica Agrícola en otra finca, y el resto del día con su proyecto, la única manera de hacer realidad su sueño. «No sabía cuántas horas iba a dormir, pero era la única opción. En alguna ocasión trabajé los fines de semana como camarera si veía que me faltaba dinero». Y lo que era un sueño en 2015, cuando empezó a planificar todo, un tiempo después era una realidad y a día de hoy es un proyecto sin techo cargado de ilusión y grandes posibilidades.
Cultiva muchas variedades diferentes en sus cuevas. Para ello, consigue sustrato natural que somete a una humedad y temperatura concretas, algo que controla a través de la ventilación, para que las setas comiencen a crecer. «Es un proceso difícil porque son muchos factores los que influyen». Y el resultado es un producto completamente natural que crece en unas condiciones inmejorables. «Busco las condiciones perfectas para su crecimiento y eso es algo que se nota al final en su textura y en la calidad».
Pese al éxito de sus setas, su madre le recuerda que es un trabajo demasiado duro. «Ella no quiere verme trabajando tanto porque sabe lo sacrificado que es esto, pero mi idea es hacer crecer a Calera y a los productos cultivados a orillas del río Fardes, que los prueben en todos los puntos de España».
Todos los productos de Calera, que además de setas gourmet cultiva melocotones y granadas, crecen a orillas del Río Fardes, en un ambiente y condiciones inmejorables. Un «hábitat troglodita», según Ana, que les permite obtener unos productos maravillosos que todo el mundo debería degustar al menos una vez.
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