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Domingo, 1 de agosto 2021, 17:22
La bodega tiene un nombre con inequívoco sabor literario y aroma a los grandes clásicos. Irving presenta ecos de cuentos, leyendas y mitos literarios. Su fundador, Rafael Fernández, es un enamorado de la historia en general y de la historia de Granada particular. De hecho, el primer nombre que barajó para su bodega, situada en Huéscar, fue Conde de Lerín, por la relación del personaje con la zona. Ante los recelos surgidos en la D.O. de Navarra y gracias a la pasión de su mujer por los 'Cuentos de la Alhambra', terminaron bautizándola como Irving.
«Mi mujer, Luisa Herrero, era profesora de Lengua y Literatura y le gustaba que sus alumnos leyeran la inmortal obra del autor norteamericano, que vivió en la Alhambra mientras escribía sus cuentos. Le pregunté a ella y a mis hijos si les parecía bien el nombre Irving y a todos les gustó», recuerda Rafael.
La bodega Irving es familiar, conformada por un complejo enológico con unas características muy especiales, dado que los viñedos están situados a 1400 metros de altitud. Las instalaciones de la bodega, con una extensión de 600 metros cuadrados, se encuentran situadas en la finca El Duque, propiedad de la familia desde hace generaciones, situada en la ladera del macizo de La Sagra.
Las Bodegas Fernández Herrero cuentan con 9 hectáreas de viñedos repartidos en tres fincas distribuidas por la comarca de Huéscar, con 12.000 cepas de Tempranillo, 8.000 de Cabernet Sauvignon, 4.000 de Syrah y 2.000 de Merlot. Aunque no están lejos unos de otros, que se reparten en 15 kilómetros aproximadamente, sí hay diferencias suficientes como para permitir la aclimatación y la diversificación de la producción, dadas las distintas características de los suelos y del clima.
Todos los viñedos se cultivan en espalderas y con una plantación media de 2.900 cepas por hectárea, lo que permite lograr la máxima calidad en las uvas y respetar el medio ambiente. Así, los viñedos de El Duque, una finca con una superficie cultivada de 2 hectáreas de Syrah, se encuentran a una altitud de 1.350 metros, en un suelo magroso de mediana permeabilidad. Los viñedos de Cubero, una finca con una superficie cultivada de 3,5 hectáreas de Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Merlot; se encuentran a una altitud de 1.100 metros en un suelo arcilloso de baja permeabilidad.
A Rafael, su pasión por el vino le viene desde que, al comienzo de su carrera profesional, pasara un año en las Bodegas Paternina, en Haro, arreglando un desaguisado que se había producido por el uso de un cemento inadecuado. Esa pasión fructificó a partir de 2002, cuando recuperó la finca en que su bisabuelo ya elaboraba vinos y puso el proyecto de los vinos Irving en marcha junto a su familia.
En los vinos Irving, la altitud desempeña un papel fundamental, no en vano, los viñedos se encuentran a 1.400 metros de altitud, como decíamos antes. Eso hace que la maduración de la uva vaya más atrasada que en otras zonas debido a que las temperaturas nocturnas son más bajas y, también, a la gran oscilación térmica, con 20 grados de diferencia entre el día y la noche. Se puede pasar de los 35/36 grados diurnos a los 15/16 nocturnos, a final de verano.
Así, la uva tiene mayor grado de acidez y mayor graduación alcohólica, lo que se aprecia en el color del vino. «La uva madura de forma singular, de ahí que nuestros vinos sean tan especiales», señala Rafael, que recoge la uva a final de septiembre y todo a mano. «Es un proceso artesanal y usamos cajas de 15 kilos, para la mejor protección de las uvas, que se llevan a un furgón frigorífico para que estén frías, a unos 5 o 6 grados, para que no se pierdan los aromas».
Los vinos Irving que se están vendiendo ahora son de las cosechas de los años 2014, 2015 y 2016. De cara a este año, Rafael Fernández se muestra optimista y confiado: «Va bien la cosa, que las lluvias han sido generosas. También hemos tenido suerte con que no nos haya pillado ninguna granizada. Aunque en la zona las ha habido, pero no ha caído en nuestros viñedos. Tenemos que cruzar los dedos, que a las inclemencias hay que tenerle respeto», concluye.
Entre las múltiples referencias de la bodega, se puede destacar el Irving 2016, un tinto crianza singular con coupage de Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Merlot. Un vino de color intenso, cereza muy elegante y ligero matiz violáceo, con aromas a frutas rojas como la grosella y un gran equilibrio aromático entre madera y fruta, con los taninos bien integrados. En fase gustativa, tiene una sedosa entrada en boca y un final muy equilibrado y redondo.
Otro de los vinos de Irving más singular es un Syrah monovarietal que podríamos definir como extremo, ya que nos situamos a 1400 metros de altitud, nada menos. Presenta un tono evolucionado debido a su paso tanto por la barrica como por la botella, con aromas a cuero, pimienta y aceitunas negras. En boca destaca su peso en fruta.
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