Hombre bebiendo mate (1915) e ilustración botánica de Ilex paraguariensis.
Gastrohistorias

El té de los jesuitas o el vicio de Messi

El futbolista es uno de los grandes valedores en nuestro país de la yerba mate, el 'oro verde' que los jesuitas hallaron en Paraguay

ana vega pérez de arlucea

Viernes, 27 de agosto 2021, 00:56

Messi por aquí, Messi por allá. A tono con los tiempos que corren la segunda Semana Trágica de Barcelona no ha tenido nada que ver ... con sindicatos, la lucha obrera ni guerras africanas, sino con que Messi ya no aparecerá en los cromos de la Liga. Durante los últimos días los culés han llorado amarga y literalmente acordándose de todos los antepasados del emir de Catar. El mundo ha intentado acostumbrarse a la imagen del argentino luciendo la camiseta del PSG en vez de la del Barça y yo, mientras, no he parado de pensar en lo incómodo que tiene que ser ir por la vida siempre con un mate en la mano, como hace don Lionel.

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Me he preguntado si le pitará en los arcos detectores del aeropuerto, por quién y dónde le calentará el agua del termo al astro del balón, si un miembro de su séquito exclusivamente dedicado a tales menesteres o un vulgar microondas.

Puede que Messi sea el más famoso de los futbolistas aficionados al mate, pero no podemos olvidarnos de otros adictos al chupeteo constante como Luis Suárez, Diego Godín o Edinson Cavani. Incluso Griezmann, Pogba o Trippier han adoptado con fervor esta tradicional bebida sudamericana cuya preparación y consumo conllevan un rito que a ojos ajenos resulta tan particular como misterioso.

La yerba (no se atrevan a escribir «hierba» o una maldición argentina caerá sobre ustedes), el recipiente, el agua a determinada temperatura, la boquilla… Todo ello nos resulta extraño, fascinante a los no iniciados, y aunque quizás pueda ser exagerado equipararlo con la japonesa ceremonia del té, ambos procesos tienen en común no solo la obtención final de una infusión, sino su condición de símbolos culturales.

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El mate es religión en Uruguay, Paraguay, Argentina, Chile, parte de Brasil, Bolivia y hasta en Siria, adonde llegó a mediados del siglo XX en la maleta de muchos emigrantes que habían vivido en el Cono Sur.

Como todo rito que merezca tal nombre, el mate tiene su propio lenguaje. Si 'matear' es tomar la bebida en cuestión en rondas compartidas, 'cebar' significa echar agua para alimentar la infusión, 'cimarrón' es el mate que se toma sin azúcar (el preferido de Messi, por cierto), «yuyo» el ingrediente que se añade para saborizar (ya sea hierbaluisa o menta), 'tereré' el mate frío, 'bombilla' el tubo con filtro con el que se bebe, etc.

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'Mate' es el vaso en el que se toma y también el nombre de la bebida, mientras que las hojas secas y molidas que se infusionan se conocen como «yerba mate», «yerba paraguaya» o «yerba de los jesuitas». Esta última denominación se debe a que a pesar de que los guaraníes y otros pueblos indígenas la consumieran durante la época precolombina, fue la Compañía de Jesús la encargada de domesticar, seleccionar y difundir esta planta nativa de la selva del Paraná.

Categorías

Su nombre científico, Ilex paraguariensis, alude a la Provincia Paraguaria, que entre 1604 y 1767 constituyó una de las divisiones administrativas de los jesuitas en el virreinato del Perú. Extendida por territorios ahora comprendidos entre Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile, Brasil y Bolivia, la Provincia Paraguaria llegó a contar con más de 50 reducciones o misiones jesuíticas. Los religiosos allí destinados no tardaron en interesarse por las hojas de cierto árbol perenne a las que los nativos atribuían efectos estimulantes. El mate, efectivamente, contiene cafeína y teobromina y su consumo, ya sea en crudo o hervido como si se tratara de té, reduce la fatiga y estimula la actividad mental.

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Aunque en un principio las autoridades tanto civiles como religiosas consideraron el mate un vicio salvaje, no tardaron en darse cuenta de que era mejor que indios y colonos bebieran mate en lugar de alcohol y que, además, la yerba en cuestión podía convertirse en una fuente de ingresos. Los jesuitas consiguieron sacar el mate de la selva y reproducirlo en sus misiones, obteniendo un importante beneficio económico gracias a su exportación a otras provincias e incluso a Europa, donde se conoció como 'té de los jesuitas'.

¿Se acuerdan ustedes de Florian Paucke, el jesuita austríaco del que hablamos aquí el año pasado? Llegó en 1748 a la Paraguaria como misionero y allí estuvo hasta la expulsión de la orden de los reinos españoles, decretada en 1767. De regreso a Europa, Paucke escribió sus memorias y en ellas explicó que había dos categorías de yerba mate: por un lado la basta, compuesta por hojas grandes y ramitas, y por otro la fina, correspondiente a las hojas recientes de la cima del árbol. Esta tenía mejor sabor, mejor olor y un precio mucho mayor, así que solo la podían comprar los criollos de clase alta, que la tomaban con azúcar y unas gotas de zumo de limón. «Los españoles distinguidos tienen sus mates o medias calabazas guarnecidas con plata y una cañita también de plata llamada bombilla con la que se sorbe el agua […] cuando los españoles beben así no les basta uno solo de tales mates sino que beben dos, tres de éstos y aún más».

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Ya ven que los futbolistas no han inventado nada. Ni siquiera el papa Francisco, primer pontífice jesuita y el primero que hace honor a Argentina y a la historia de su orden mateando en el Vaticano.

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