Maridaje coctelero de alto voltaje
gastrobitácora ·
Esta semana fue por barrios, que alterné la Carretera de la Sierra con el Realejo. No estoy acostumbrado a comer con gin-tonic y ron, pero el experimento salió de lujoJesús Lens
Granada
Viernes, 23 de abril 2021, 00:45
Me apetecía otro, lo confieso. Y me lo pedía el cuerpo, que seguía teniendo sed tras más de media hora caminando entre el Zaidín y ... la Carretera de la Sierra.
–Gracias, Curro, pero prefiero esperar ya a la comida.
¡Quién me ha visto y quién me ve! Dejar pasar la oportunidad de disfrutar de uno de los míticos vermús de Garaje –y no exagero– del Asador Curro no es nada fácil pero me acababa de enterar de que el maridaje de sus jornadas gastronómicas con Royal Bliss iba a ser exclusivamente a base de cócteles y más me valía andarme con ojo.
Curro me explicó que no nos íbamos a beber las copas completas. Que en total, la cosa no pasaría del equivalente a una copa y media, repartida entre cinco platos. Aún así, prefería ser cauto.
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Comenzamos con unas croquetas, uno de los bocados con los que Curro templa el cuerpo y deja un inmejorable sabor de boca de cara a lo que está por llegar. Suaves y cremosas, venían acompañadas precisamente por un vermú Garaje con soda, twist de naranja y un dash de bitter picante que le sentaba de maravilla.
Y de inmediato, otro de los clásicos de Curro, ese carpaccio de quisquilla erigido en monumento a la Costa Tropical. Es un plato al que me podría hacer adicto sin problema alguno. El maridaje lo unió a otra de las bebidas de la casa, la ginebra Road 78, acompañada por la Royal Bliss Yuzu, dash de Campari y twist de pomelo. Una bebida muy seca para un plato de hondo sabor marino.
Hasta ahí me había movido en los territorios conocidos de la casa, que tanto las croquetas como el carpaccio de quisquilla los había probado antes. La primera novedad llegó en forma de bacalao con espinacas, lo que me provocó enorme alegría dado que en Semana Santa no lo comí todo el que me hubiera gustado. Créanme si les digo que no tenía nada que envidiarle a las quisquillas, y no solo por el toque de trufa que acompañaba la salsa. Quizá porque no me lo esperaba, fue el bocado que más disfruté de un menú muy bien compensado. Lo tomamos con un nuevo gin-tonic de Road 78 que, en este caso, llevaba un toque de limón.
La carne fue una pluma ibérica de Joselito, sabrosísima, regada con un ron con ginger ale y toques a jengibre y twist de lima; y rematamos con una tarta de queso acompañada por vodka macerado en fresa y una tónica con toques a frutos rojos.
Jornadas estupendas, originales y diferentes. Nunca había comido con esa combinación de cócteles, tan bien elegidos que se hablaban naturalmente con los platos. Fue como estar en Manhattan, compartiendo mesa y mantel con los personajes de 'Mad Men', y un ejemplo más de que Curro y Bubi no paran de inventar. De hecho, les adelanto que ya se acercan sus anheladas y esperadas jornadas del cochinillo, el plato más definitorio del local.
Cocina colombiana
Con esto de los cambios de horarios y cierres prematuros, los restaurantes andan como locos. Tiene que ser muy complicado acertar con qué comprar y en qué cantidades, sin saber de un día para otro si podrás dar de comer y/o de cenar.
Imagino que fue por eso que en Papaupa no pudiéramos probar algunas de las especialidades de su carta, que se habían quedado sin existencias.
Restaurante de gastronomía colombiana, disfrutamos con el ceviche de langostino, que no había de pulpo. Rebosante de sabor, fue lo mejor de la comida. Pedimos las arepitas (las de ají con pollo y hummus, las más ricas) y los patacones con ají, cuya salsa me encantó a pesar de llevar cilantro, una de las pocas cosas que no me gustan del mundo mundial.
Se nos quedó pendiente la picada colombiana, surtido de carnes propio de la casa; y el postre típico de la tierra. A ver si conseguimos normalizar la situación y volver a Papaupa, pero al interior, que tiene una decoración muy atractiva. Y es que empiezo a estar de terrazas hasta el colodrillo, pero esa es otra historia.
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