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Cuando estábamos con el Dorayaki, ya en plenos postres, lo volví a pensar: «con lo que me gusta esta cocina, ¿por qué vengo tan poco?». A la japonesa en general me refiero. Y a Masae en particular, el restaurante donde siempre vamos a celebrar con ... Ainoa, una joven y entusiasta de la comida oriental.
No sé si es brecha generacional, pero cuando pienso en sitios a los que ir a comer o cenar, no se me vienen a la cabeza los de gastronomías foráneas, sean más o menos lejanas o exóticas. Luego me planto en El Nopal a comer tacos y me tiro de los pelos por no haber vuelto antes.
O lo de Masae y el sushi. Nada más entrar, el equipo de cocina encabezado por Masae Abe saluda al recién llegado con alegría y alborozo, haciéndole sentir más que bienvenido. Tienes la sensación de ser algo más que un cliente. Durante las siguientes dos horas, eres uno más de la casa, un invitado, un huésped, un amigo.
Me flipan las cocinas abiertas, grandes y luminosas. Esa sensación de cercanía y la confianza que da ver el trabajo de los cocineros en vivo y en directo, al natural. Sin filtros, como se dice en el mundo de las redes sociales. Nada que ocultar. Todo a primera vista. De hecho, sentarse en la barra para ver en acción a Masae y a su equipo es todo un espectáculo. ¿Y qué decir, luego, de disfrutar de sus elaboraciones?
Me encanta, también, el trabajo de sala, la atención, las explicaciones, los consejos y la información que te dan los camareros para que disfrutes de cada bocado. Se adaptan al nivel de conocimiento y experiencia de los comensales. Les guían si quieren mapa o les dejan a su aire si son más de brújula. Por mi parte, y como tengo buena boca, me dejo aconsejar y digo a todo que sí. A todo lo que me proponen. ¿Será por probar? Hay un plato, eso sí, que siempre que voy a Masae me gusta pedir, pero se lo digo luego.
Volvamos a la cuestión de la brecha generacional. ¿Por qué le gustan tanto a la gente joven las gastronomías orientales? Es que se pirran por las gyozas, el ramen, la sopa de miso y los fideos. Por el sushi y el pad thai. Pienso que parte de esa fascinación tiene que ver con el llamado 'soft power', el poder blando que, a través de la cocina, el anime y el manga; conquista el mundo. Sobre todo porque son disciplinas que van de la mano, se refuerzan y se retroalimentan entre sí. Hay cómics gastronómicos fascinantes, películas y series de televisión, tanto animadas como de acción real, en las que la comida y la cocina están en el centro de las tramas y la acción.
Y, a la contra, me hago otra pregunta: ¿aprovechamos en España nuestra gastronomía, que está entre las mejores del mundo, como herramienta cultural y diplomática? Pienso que no. Hasta hace muy poco tiempo era muy difícil, por no decir imposible, encontrar películas, series, novelas o cómics puramente gastronómicos y basados en nuestra cocina. Hablo de ficción, no de libros o manuales de cocina. ¿Qué separa a un cocido o una fabada de un ramen? ¿Y a unas empanadillas de las gyozas? ¿Y a los mil y un arroces del mundo de nuestras paellas?
Es precisamente por eso que me gusta ir a restaurantes de cocinas de fuera y sentirme transportado. Conocer un poco mejor culturas que me resultan muy lejanas. En ese sentido, Masae es uno de los mejores destinos nipones que podemos encontrar en Granada y todo lo que sirven está de lujo. En nuestro caso siempre caen las gyozas y diferentes tipos de nigiris, sushis y sashimis. Personalmente, como les decía antes, me fascina especialmente unas bolas fritas rellenas de pulpo macerado en jengibre con salsa Takoyaki y Katsuobushi. Prueben, prueben y me cuentan.
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