¿Qué es mejor,el melón o la sandía?

Desde el punto de vista de la salud, no existe debate, son dos frutas fantásticas con grandes propiedades nutricionales, quizás la roja más refrescante... y a partir de ahí, elija, o mejor, disfrute de las dos

Fermín Apezteguia

Viernes, 31 de mayo 2024, 00:05

Hay preguntas que no deben hacerse por improcedentes. ¿A quién quieres más, a tu padre o a tu madre? ¿Lennon o McCartney? ¿'Satisfaction' o 'Here ... Comes The Sun'? Bueno, vale; en esta última (a mí) no me cabe duda, pero las dos anteriores son equiparables al debate que plantea este artículo, ¿melón o sandía? No se trata, claro, de una cuestión de gustos, que precisamente de ellos es de lo que más hay escrito, por mucho que se diga, sino de salud, que es de lo que aquí se trata. ¿Y sabe una cosa? Desde el punto de vista nutricional, son dos frutas fantásticas y, además, estamos en plena temporada. Aprovéchese.

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La nutricionista Leila Pérez Venturino, del hospital Vithas Vitoria nos saca de toda duda. «No existen diferencias significativas entre una y otra fruta», explica la especialista. «Las dos son muy saludables y hay que consumirlas en un contexto de dieta saludable y con moderación». ¡Con moderación? «Con moderación quiere decir, como cualquier otro alimento, dentro del patrón de una dieta saludable, como es la mediterránea».

No olvide que cualquier producto del que uno se zampe un cargamento, el más sano que cabe imaginar, le va a sentar mal... Hay que consumir dos o, como mucho, tres piezas o raciones de fruta al día y otras tantas de verduras, sin olvidar que los excesos, mejor evitarlos. La fruta, en definitiva, debe formar parte de la dieta diaria, pero su consumo abusivo favorece el exceso de peso. A lo que íbamos... ¿Melón o sandía? «Yo diría que un empate técnico. Al final va a depender de los gustos de cada uno», sentencia la nutricionista.

Para mantenerse hidratados

Los dos tienen una ventaja añadida sobre el resto de la fruta y es que constituyen una «opción excelente» para mantenernos hidratados. Quizás la sandía contenga un poco más de agua que el melón, pero tampoco se crea que es tanta. La diferencia, aunque parezca lo contrario, es nimia.

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Esa mayor cantidad de líquidos hace que tanto una como la otra aporten un poquito menos de energía que otras frutas, especialmente el melón. Aunque a muchos, quizás la mayoría, les resulten los melones la pieza más sabrosa de los dos, lo cierto es que tienen menos azúcar. En dulzor gana, en consecuencia, la sandía, que además de tener fructosa contiene un componente llamado sorbitol, que refuerza su sabor.

«Si tuviéramos que buscarle una pega», pero sólo en ese caso, «que esto no es algo que pueda llevarse a titulares», la sandía puede resultar difícil de digerir para algunas personas, que son pocas, pero son algunas. La sandía es más rica en hidratos de carbono y contiene determinados nutrientes que son buenísimos, pero que a los comensales con problemas digestivos pueden sentarles mal.

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Más proteína o ideal para la dieta

Unos y otras tienen a gala, además, ser frutas ricas en minerales como el potasio y el magnesio, fantástico el primero para el buen funcionamiento de los riñones y el corazón; y para fortalecer el sistema de defensas, el segundo. Además, son frutas ricas en antioxidantes, como la vitamina A, la C y el licopeno; y también en fibra, que le viene fenomenal al sistema digestivo. ¡Curioso después de lo dicho en el párrafo anterior, verdad? ¡Pues así es!

A favor del melón podría decirse que contienen más fibra que la sandía, además de una mayor cantidad de proteína (poca, pero algo más); y que permite obtener la misma cantidad de potasio que con un plátano, pero con la mitad de calorías. A favor de la sandía, lo dicho, es un poco más hidratante y también más saciante, lo que la convierte en un producto ideal para hacer dieta (siempre que ésta se haga con cabeza, claro).

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En definitiva, me quedo con mi padre, mi madre, los Beatles, los Rolling Stones, el melón y la sandía. Hay muchas más cosas sobre las que preferiría no elegir, pero ni me queda espacio, ni me apetece contarlo. ¡Feliz semana!

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