PABLO AMATE
Viernes, 17 de septiembre 2021, 01:24
Por supuesto, no me refiero a la copla de Manolo Escobar, que tenía un estribillo que decía algo así: «¡Viva el vino y las mujeres, que por algo son la obra del Señor!». Lo que pretendo, como se habrán percatado muchos de ustedes, es destacar que cada vez son más las féminas que trabajan en un mundo antes reservado a los hombres.
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En un antiguo debate, antes de la pandemia, discutíamos el porqué las mujeres tenían mejor disposición y sensibilidad para analizar los olores con su pituitaria. Salvo que, como cualquier ser humano, sea anósmica. Pérdida del olfato. Efecto que lamentablemente es uno de los síntomas que se padece al sufrir la Covid y que a veces perdura por mucho tiempo o definitivamente. Las opiniones fueron variadas. En algún caso, descabelladas por indicar que la mujer cata mejor al estar acostumbrada a escoger sus perfumes.
Las hembras mamíferas siempre han tenido en su ADN una especial y potenciada cualidad olfativa por dos motivos: buscar comida para sus crías y advertir con tiempo la llegada de diferentes peligros o visitantes a su madriguera. Esta singularidad positiva se ha quedado en todas las hembras, hasta llegar a las mujeres catadoras de hoy día. Son muchas las bodegas donde la enóloga es mujer. Impensable e inviable no hace tanto. En ciertos lagares rurales, si una mujer estaba en periodo de menstruación, tenía prohibida su entrada. La creencia es que podía romper el ciclo fermentativo de los mostos.
Tomo nota de las pautas que marca una gran bodega: Matarromera. Catar pide poner sus sentidos al servicio del vino y dejarnos sorprender con los toques y matices que vamos a encontrar en él. La cata de vino está compuesta por tres fases: visual, olfativa y gustativa. Tenga el vino no muy frío y abierto una media hora antes. Mantel o papel blanco para observar bien el color. Sala sin olores y ventilada. Y una copa amplia, de buen cristal transparente
La fase visual es fundamental. Como cuando miramos a una persona. Color: es el principal aspecto que vemos. Los vinos tintos tendrán colores cardenalicios, amoratados, teja, cereza, violáceos. Los blancos serán de colores pajizos, tonos verdosos, pálidos, dorados, etc. Y los rosados tendrán color cereza, rosa frambuesa, salmón o rosa pálido, también conocido como piel de cebolla. Si turbidez. En espumosos, observen el rosario y tamaño de las burbujas. En la fase olfativa, primero oler a copa parada y después agitándola ligeramente. Los aromas son muchos: frutales, florales, vegetales, minerales, de levaduras y propios de la fermentación, envejecidos o propios de la crianza. Primarios son determinados por la variedad. Secundarios son los de fermentación. Y terciarios son los relativos a la crianza en barrica. Continuará.
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