Una de las ensaladas del Negroni, con su burrata, pesto y prosciutto.
Gastrobitácora

Cuando lo ves muy Negroni

La vida es un proceso de cambio permanente. Por ejemplo, la transformación de la antigua Taberna Trastos que, sin melancolía, se ha convertido en un glamuroso bar pizzería

Viernes, 19 de agosto 2022, 00:26

Estuve allí tomando unas cervezas con Carmencita Calavera. Era diciembre y la Taberna Trastos transmitía calidez y rezumaba añejura y clasicismo. Unos meses después, antes ... de verano, volví a darme una vuelta por la zona y… ¡sorpresa! La taberna clásica de antaño se había convertido en un moderno bar-pizzería con nombre de cóctel: Negroni.

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Ya saben ustedes que soy un enamorado del género negro–criminal, por lo que me picó la curiosidad. ¡Con ese nombre! Estuve hablando con Gonzalo García y su hermana Rosa, los dueños de 'los Trastos', muy contentos con el cambio. No les tembló el pulso a la hora de variar el rumbo del negocio. «Tampoco teníamos especial ilusión por cumplir 50 años con la misma taberna», decían con un toque de ironía. Con la experiencia adquirida al diseñar la carta de Salvaje, uno de los locales de la plaza del Campillo que están contribuyendo a cambiar la gastronomía del centro de Granada, se embarcaron en el Negroni.

Lo primero fue incluir como socios del nuevo negocio a sus dos empleados en Taberna Trastos, con los que tan bien han trabajado estos años. Anas El Khamlichi y José Luis Vechicciola han asumido el reto y ahí están, dando lo mejor de sí mismos para sacar Negroni adelante.

Fuimos hace unos días y empezamos por pedir un Negroni, faltaría más. El auténtico y original. El que combina vermú rojo, Campari y ginebra. ¡Ahí es nada! Hay otros Negroni, pero no son lo mismo. Es fuerte, seco y amargo. Potente.

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Si les gusta el queso con cuerpo, pidan el pecorino, curado de leche de oveja, tan italiano como el Coliseo romano. Si prefieren los quesos menos intensos, la burrata, suave y cremosa, es obligatoria. Muy bien despachada, con una de las ensaladas de Negroni ya has ingerido el suficiente 'verde' como para contentar al dietista que llevas dentro.

A partir de ahí, las pizzas. Artesanales y preparadas en horno de leña. A mí me encantó la tartufata, con trufa, como su propio nombre indica. Se presentan en formato rectangular y la masa es fina y crujiente. Y ojo a la banda sonora del local, con clásicos del pop italiano más divertido y reconocible.

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