Una noche épica y fantástica partida en dos mitades

Hay noches que, no recordando todo lo que pasó, resultan inolvidables. La del pasado martes, sin ir más lejos, que ya forma parte de mi intrahistoria gastronómica más emocionante, divertida, ilustrativa y canalla.

La cita era en Faralá, que celebraba su séptimo Encuentro del Ciclo de Gastronomía y Arte bautizado como 'Tradición, Emoción, Cultura'. En esta ocasión, la propuesta era Por Guajiras y, para la ocasión, el chef Michael Sandoval, que está triunfando en El Valle de Lecrín con su restaurante Elysium, abierto hace unos pocos meses y al que ardo por ir, cocinó a cuatro manos con la chef Cristina Jiménez, cada vez más afianzada al mando de la cocina del restaurante reconocido con un Sol Repsol y en cuya sala brilla con luz propia la sumiller Lidia Outeda.

Algunos de los platos de Faralá se los conté hace unas semanas, cuando hablamos de su Menú Alborán, dedicado íntegramente a nuestra Costa Tropical y perfectamente equilibrado y terminado. Voy a insistir en uno de esos bocados con memoria, de los que te retrotraen a la infancia. El equivalente motrileño de la magdalena de Proust: boquerón en vinagre y patata suflé. Porque todo el sabor de un verano se puede concentrar en ese bocado, moderno a la vez que cargado de un retrogusto clásico y familiar. Insistiré en la raya y menier, que es un pescado que se prodiga poco en nuestras mesas, y en el salmonete, zanahoria y galanga, con sabores de aquí y del Lejano Oriente.

Y con eso conectamos con la propuesta de Sandoval, muy fresca y repleta de influencias de diversas gastronomías, con Italia como escenario principal y con todo el sentido del mundo. Por ejemplo, en los aperitivos, su flan de nori tostado, que te llena la boca de sabor a mar, nuevamente. Otros platos de Sandoval: panna cotta de corazones de palma, 'Gnudi' de ricota fresca y el exotismo y la potencia de sabor del bogavante Nova Scotia pochado en mantequilla.

Y para rematar, sendos postres muy crocantes: eclair de caramelo y vainilla de Faralá y el trifle tropical de Elysium, que ya ha escalado al top de los restaurantes granadinos que quiero visitar.

Encuentros en la noche

Volvía para casa al borde de la medianoche, cruzando por calles estrechas y recónditas y desemboqué frente a La Casa de los Vinos, la popular Brujidera. Iba enviando un audio cuando, de espaldas, vi la inconfundible silueta de mi querido Luis Alberto Montes, dueño tanto de este local como de Casa Enrique, junto a David Gómez. Dije al teléfono, que sostenía como si fuera una tostada: «Espera, ahora te sigo contando, que voy a saludar un momento». Y la siguiente vez que miré la hora pasaban de las tres de la mañana. Fue como si en una fantástica película de Woody Allen me encontrara.

El tiempo se pasa volando con Luis, pero es que a la mesa estaban, también, nada más y nada menos que el gran Juan Carlos, el anterior dueño del establecimiento, y el no menos grande Enrique Martínez, de la mítica Casa Enrique. Que los dos maestros taberneros y el aventajado discípulo estuvieran compartiendo mesa, bebida y conversación es una de esas casualidades que sólo pueden pasar en Granada. O, como decíamos, en un guion de Woody Allen. Que a los pocos minutos pasara por allí Jorge Seco, el sumiller de Albidaya, terminó de redondear la noche.

Cuando recupere algo de mi memoria (y de horas de sueño) les contaré qué se habló en esa mesa. De lo 'contable'. Vinos, viñedos y añadas; denominaciones de origen, champanes, cavas, libros y cómics, que 'La increíble historia del vino', de Daniel Casanave y Benoit Simmat, publicado por Norma Editorial, salió a relucir en la conversación. Tres horas de apasionado charloteo hablando de bebidas, comidas y viajes. La vida, o sea.

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