Al entrar en la cocina de el restaurante El Claustro, en el hotel Santa Paula, todo está radiante, limpio y, como se dice en Granada, ' ... espercojao'. Una luz blanca inunda el espacio, que brilla como los chorros del oro. El equipo muestra unos uniformes igualmente impecables. Todo está listo para un nuevo comienzo.
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Y es que en El Claustro están de estreno. Una nueva decoración, una nueva vajilla y, sobre todo, una nueva cocina. «Al estar en un edificio histórico y catalogado, en su momento se adaptaron las antiguas cocinas del convento, pero resultaban poco útiles y prácticas», cuenta Rafael Arroyo, el cocinero de El Claustro. «Estaba todo un poco mezclado, un totum revolutum que complicaba bastante nuestro trabajo».
Y ahí es donde entra Miguel Ángel Carranza Roldán, responsable de dirección y ventas de Carranza Hostelería, al que une una larga relación profesional y amistosa con Arroyo. «Hará un año que empezamos a hablar de una posible reforma integral de la cocina, intercambiando bocetos, ideas y propuestas», cuenta Miguel Ángel.
Y no era una reforma fácil, por la disposición de un espacio desigual y asimétrico conformado por dos triángulos, casi en forma de cabeza de flecha. «Necesitábamos un diseño de cocina personalizado que encajara a la perfección en el espacio disponible, que antes estábamos muy limitados», cuenta Rafael Arroyo. «Nuestro concepto de cocina requiere de un circuito perfectamente establecido que permita que los platos salgan al comedor y a la terraza en el punto óptimo para el disfrute del comensal. Necesitábamos optimizar el espacio para conseguir la mayor fluidez en el trabajo y facilitar el servicio y el trabajo de sala».
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Ese fue el reto al que se enfrentaron en Carranza. «Rafael necesitaba un espacio separado por partidas, cada una ocupando un lugar diferenciado. Además, era importante contar con mucha encimera y zona de emplatado, que su menú degustación consta de 14 pases y algunos son muy complicados ya que se hacen por fases». Además, y de cara a los eventos, era necesario dejar espacio entre pasillos para que quepan los carros. Todo un desafío que ha quedado perfectamente solventado y contribuirá a hacer aún mejor la cocina de Arroyo.
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