P. A.

Pablo Amate nos anima a descubrir esos productos que se esconden en el fondo de nuestros frigoríficos

No debemos tirar comida. Por solidaridad con los que no tienen nada que llevarse a la boca. Dé un repaso a su frigo y congelador y saque partido a todo lo que no dio tiempo de comer

PABLO AMATE

Domingo, 12 de enero 2020, 02:29

Se va a llevar muchas sorpresas al ver la cantidad de cosas que quedan en su frigorífico. A veces se quedan escondidas entre botes, frutas o cualquier otro elemento. Haga lo mismo con el congelador. Allí también caducan. Sobre todo porque los congeladores domésticos, a veces, no bajan mucho los grados bajo cero.

Publicidad

Lo perecedero

La creación de pequeños envases de distintos plásticos fomenta el guardar restos de una salsa, sopa, pescados, carnes y postres. Y los hay bien intencionados, pero muy despistado a la hora de consumirlos. Si yo tuviera que hacer un perfil psicológico y humano de una persona, usaría dos parámetros: ver su frigorífico y ver –si la tiene– su biblioteca. Por eso, haga recuento de esos 'táper' y decida lo que va a comer. Si tiene dudas, y hay cantidad en buen estado, dónelo a un comedor social. Hay muchos individuos que descubren al cabo de los meses cosas en su frigo que tienen que tirar para no jugarse el tipo.

Fechas de caducidad

Deben ser conscientes de que su seguridad alimentaria va en función de sus hábitos de compra. Si solo se fija en el precio y jamás mira la fecha de caducidad, se la juega. Son muchas las tiendas y grandes superficies que ponen en primera línea los alimentos que más pronto caducan. Es normal. Pero por la cuenta que nos trae, tenemos que mirar ese dato. Los despistes, a veces sin mala intención, pueden hacer daño al cuerpo. Solo un ejemplo: al visitar al dueño de un criadero de caracoles de fuera de Andalucía, le compré una bolsa al vacío para tomar en casa. Miro por casualidad y veo que la fecha de caducidad era del 2015.

Romper la cadena de frío

Otro de los casos más peligrosos es creer que nuestro congelador, casi siempre adosado al frigorífico, puede con todo. Al llegar de la compra, se abarrota de productos mientras dejamos la puerta abierta. El motor, para abatir –bajar– la temperatura hace un gran esfuerzo y llega hasta donde puede. Por eso jamás meta algo caliente. Si quiere saber lo que enfría su aparato –de cocina– puede ver las instrucciones en internet. Pero lo que no falla es meter un termómetro que nos dará una lectura auténtica. Y los congelados no duran toda la vida. Por muy hechos una piedra que los note. Ponga siempre la fecha en los envases.

Recelo hostelero

La revista HosteleríaDigital.es emite un manifiesto bajo el epígrafe 'Hostelería de España' en el que se reseña (sic): «H.E reclama al futuro Gobierno el mantenimiento del statu quo fiscal del IVA y los impuestos de consumo y potenciar la profesionalización en el sector este 2020. Seguir con el actual esquema fiscal es un objetivo fundamental para garantizar la actividad de la hostelería y el turismo, compuesta principalmente por microempresas y muy sensible a cualquier incremento, dado que perjudicaría gravemente su actividad. Recordar a las administraciones públicas la importancia de conferir un marco de estabilidad a nuestro sector y la necesidad de impulsar varias áreas de actuación».

Publicidad

Comer en los guiris

He realizado un periplo por el litoral mediterráneo. El buen tiempo, el sol y las temperaturas hacían apetecible estar por estos lares. Había gente. Sobre todo extranjeros. Compruebo que hay muchos de habla inglesa, abiertos a charlar de mesa a mesa, entre cerveza y cerveza. No hablo de política con extranjeros, pero a ellos se les nota preocupados. La mayoría tienen casa propia y les gusta la comida. ¿Ésta también? Vamos a cenar a un Steak House, que tiene clientes. No hemos encontrado ni un restaurante español decente para la cena. En éste, todos sus clientes son extranjeros. Camareras simpáticas que solo hablan inglés. No problem. Ya saben que un Steak House se especializa en carnes. Las compran congeladas y se supone que saben trabajarlas.

Sabor a metal

Creo que la gran mayoría de ustedes ha comido alguna carne a la brasa. Por tanto, llegar a la conclusión de si está buena o no, es elemental. No hay que haber hecho estudios algunos. En inglés, 'of course', pido la comanda, encargando un buen lomo de vacuno. Según la carta, es de Angus. Tardan mucho. Lo estarán descongelando. Llega por fin, rodeado de las ya habituales patatas congeladas y una salsa prefabricada que venden en los comercios solo para hostelería en garrafas de 3 a 5 litros. Lo separo todo y aprecio que la carne tiene marcada la reja de la parrilla en sus dos caras. Bien del punto pedido.

Publicidad

Susto o muerte

Primer bocado y pánico palatal. Sabe totalmente a metálico. Lo comento con mi acompañante y le doy a probar. Está asqueroso e incomible. Tengo el filete entero. ¿Qué hacer? ¿Se lo devuelvo a la afable camarera, pidiendo que lo pruebe antes ella? Esto creará una escena en el pequeño comedor. Me da mucha pereza, siendo el 30 de diciembre por la noche. Me dedico a cortar en daditos la carne y, con todo disimulo, la envuelvo en una servilleta de papel y voy al servicio, tirándola por el váter. Vuelvo a mi sitio y pedimos la cuenta rápido. Mi acompañante ha dejado todo en su plato. Sin recato.

Aquí no pasa nada

La camarera no pregunta ni se sorprende por la rápida cena. Pago y con un «gracias» y una liviana sonrisa, huimos de este negocio al que nunca volveré. Como leen, los críticos gastronómicos de verdad no montamos escándalos, pagamos nuestras cuentas y lo único que quizás tenía que haberle dicho a la cordial camarera es que, antes de poner la carne en la parrilla, hay 'que quemarla' para que no le dé este vomitivo sabor a la carne, pese a haber sido descongelada con prisa. Por cierto, no crean que el plato que pedí era barato. Más de treinta y cinco euros, solo la carne.

Publicidad

Jamón a mano

No me refiero a que lo debemos tener siempre a nuestro alcance. El título incita a que se corte el pernil a cuchillo. Son fechas donde el llevar o recibir un jamón en casa es más o menos habitual, pues los hay de todos los precios y calidades. La llegada significa fiesta y alboroto. Es el momento de empezar el jamón; situación comprometida. En los hogares no se suele contar con buenos cuchillos, idóneos para el corte de jamón. Asunto peligroso, pues un cuchillo mal afilado produce más accidentes caseros. Por eso recomiendo que lo lleven a las tiendas de José Ángel Muñoz, campeón de España de corte, y que tras su corte a mano, se lo pongan al vacío en bolsas de 200 gr. Y los huesos para calditos. Y nada de cortes.

No hay taxis

Me cuenta esta historia un amigo taxista. Amanece el año nuevo. Frío, mal cuerpo y no hay taxis. Un poema. Sobre todo si te pilla 'en la calle, de noche, perdido y sin rumbo'. Te acuerdas del bolero y la madre que lo parió. Pues ahora la canción dice: «Si tú dices ven, lo dejo todo». El taxi llamado no aparece. Parece conocer el bolero. Su conductor, un asalariado, se queja de que el dueño de la licencia le obligue a salir al terminar de tomar las uvas con la familia, sin probar el vino u otra cosa. Tiene que hacer la noche. Velada difícil, dado cómo van algunos. Le han vomitado dos amigos y ha perdido más de una hora limpiando los asientos y ventilando. Entre servicio de gente con su punto, pero tirando a lo normal. No falta el problema. Una parejita que al llegar a su destino le dice que no tenían dinero para pagar. Hace fotos con el móvil a sus DNI y al taxímetro. Y sigue ruta. Ya amaneciendo, lo más duro fue cuando tres amigos le iban cantando 'Macarena' todo el trayecto. Pero solo sabían el '¡ Ayyyyyyyy, Macarena, ¡Heee!'

Publicidad

Miren bien el frigorífico. Es como el medio interestelar: puede encontrar de todo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede a todos los contenidos el primer mes por 0,99 €

Publicidad