PABLO AMATE
Domingo, 29 de diciembre 2019
Imagino y quiero interpretar que la cena de la noche del 24, transcurrió como siempre. O sea; muy bien. Ahora queda el trance de la Nochevieja. Les daré alguna idea por si sale u organiza el cotillón en casa.
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Sobrecogedor: nombre que le daban a los que llevan a los toreros a hombros, por darle un sobre con dinero, asunto ampliable hoy día a muchos estamentos de la sociedad. Hecha la aclaración, me refiero a la maña que se dan los ignorantes en inventar. En concreto, escribo de quienes sin vergüenza, ni de la torera, escriben: «Las uvas se toman en España desde 1808 (con fecha exacta y todo... Ole) copiada de la costumbre francesa de las clases altas, que tomaban champán y uvas esa noche». ¡Manda huevos! Este tío no ha pisado Francia en su vida.
Hay motivos terrenales y disociados que son incredulidad. Una generosa campaña de uvas de la variedad Aledo, producida en la comarca del Vinalopó (Alicante). Un año hubo excedentes de gran cantidad de kilos sin vender. Alguien pensó que podían regalarlas en la Puerta del Sol de Madrid, donde la gente se reunía a ver y oír las campanadas, con bebidas dulces, vino y hasta comida. Era 1909, curiosa coincidencia con la falsa fecha francesa 1808. Los paisanos ilicitanos regalaron al público congregado racimos de uvas, diciendo que comerlas esa noche –aún no se precisaba la cantidad exacta– daba buenos auspicios.
La de Aledo sigue siendo la preferida para Nochevieja. Y resiste la embestida de su competencia directa: la oferta sin pepita procedente de California, Chile o Sudáfrica, y la conservada en almíbar, también sin semillas y originaria de Murcia. Si las compra, pienso que podían ser de España, que falta hace que le demos al menos valor sentimental a la palabra España, tan vilipendiada.
Mis amigos de verdad saben que hace siglos que voy y vengo por toda Francia, casi mensualmente. Muchas veces hemos recibido el año en el país galo. Les contaré brevemente cómo lo celebran desde siempre. Entre las muchas veces, escojo una estación de esquí del Pirineo francés a la que, por eso de estar al lado de España, se le podía haber pegado la costumbre. Cena de buen nivel. Miramos la hora. Falta menos de un minuto para las 12 de la noche.
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Allí no pasaba nada. Todos a lo suyo. A las doce en punto; como un resorte y sin campanadas ni nada, los comensales se pusieron de pie. Se percataron de que nosotros comíamos las uvas al compás. Caras estupefactas, repuestas al momento. Vinieron en tropel a nuestra mesa. Besos de todo tipo de hombres, mujeres, ancianos, chiquillos, camareros, cocineros, el dueño del restaurante... Era su costumbre de siempre. Además de tirar de mesa a mesa unas bolita de papel con una trompetilla. Fue difícil quitarme el maquillaje ajeno.
Les contaré un par de lugares exóticos donde recibimos el Año Nuevo. En 1999 todos los medios de comunicación informaban que al llegar el 2000, todo se iba a 'escachifollar', desde ordenadores hasta la tostadora. Una encrucijada. Decidimos recibir el nuevo siglo entre una civilización que logró avances insólitos: los egipcios. Allí nos fuimos la familia. Ya en Luxor embarcamos en un costeado barco. Arreglarse para la cena y sacar las uvas de la maleta. Distensión, exotismo en los alimentos y palo gordo con las botellas de champán. Llegó la hora y con una sartén atrapada y una cuchara de madera, di las campanadas en inglés. ¡Ole, ole y ole! Porque a la vez, comía mis uvas.
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Alegría y llamar a España. ¿Qué ha pasado? Pues que está cantando Rocío Jurado en la tele. En la cubierta del buque, navegando por el Nilo entre milenarias tumbas, brindamos de nuevo por la vida. Alegría que se nos cortó al informarnos de que salíamos a las cuatro de la madrugada del día 1 de enero para ir a Abu Simbel. ¿Cóóóóómo? A las 12 del mediodía del 1 de enero nadábamos en la piscina del barco con una cerveza bien fría. La siesta fue un escándalo.
Son 15 kilómetros sobre la tierra. Pues ahí pasamos otra Nochevieja. Volamos desde España hacia el Asia lejana. La fecha era obligatoria. El trabajo es así. Cena perfecta con vinos franceses –por lo que cobran, ya les vale– y esperamos las 12 de la noche, hora española. En nuestra categoría disponíamos de un coqueto bar privado, exclusivo para esa zona. Estábamos en la segunda planta del gran avión. Poco antes de las 12, fuimos al bar. No tenían uvas a bordo. Nos trocearon un kiwi, a modo de uvas.
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Pensé que el ambigú de postín volante habría un ambientazo. Una parejita, un vasco solo y nosotros. Las doce en España, comer el kiwi y a beber champán del bueno. El vasco pidió un par de gin tonics. Esa noche comprendí que a los ricos no les hace ilusión la Nochevieja. Yo no quiero ser rico. Bueno, no tanto como ellos. La cuestión es que seguí tomando champán, porque a esas alturas...
Contadas algunas de mis Nocheviejas, vamos a ver cómo les gustaría organizarse. Hay tres opciones o más. Una es celebrarlo en locales hosteleros. Otra, en macro fiestas, aconsejable solo para espíritus jóvenes; y otra el celebrarlo en casa ajena. Es más cómodo que en la de uno, pero también tiene su pega: el regreso al domicilio propio.
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Hay que preguntar antes de pagar cuánto dura y a qué se tiene derecho. Lo barato es caro. Puede aparecer el garrafón. Digan lo que digan, hay mucho. Guarde el folleto de la fiesta por si hay que reclamar. En los cotillones multitudinarios no suelen ser fiables los guardarropas.
Hubo un tiempo en que, al dar las campanadas, la TV ponía un pasodoble. Parezco antiguo, pero es que me lo han contado, ja, ja. Hoy, con tanta oferta de TV, pueden ver de todo. Pero si recibe en casa y son más de cuatro, procure organizar un bufé donde cada persona adulta pueda servirse lo que guste. Una mesa con los platos de embutidos y mariscos. Buen consomé y sus tazas. Pavo trufado con huevo hilado, buenas anchoas en aceite, lomo relleno, etc. Pastelillos salados, frutas frescas y salmón ahumado laminado.
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Para muchos, la Nochevieja es alegría, lentejuelas y carnavalinas, nombre que se les daba en la Granada de antes a los confetis. Pero hay muchas personas que trabajan y no pueden estar con su gente ni tomar uvas, copas, etc. Recuerden a los servicios sanitarios. Por cierto, yo pasé una Nochevieja de guardia. Y sé que, aunque hay camaradería, el pellizco de pensar en los tuyos aprieta. Bomberos y hostelería. Técnicos, policía y el cuerpo hermano de la Guardia Civil.
Su presencia y controles salvan muchas vidas ese amanecer. La frase de 'estoy de p… madre para conducir'. Cinco y media del 1 de enero 2020. Los amigos que el día anterior habían ido de tapeo. Se calienta el pico y cayeron unas copas duras. Pudo acicalarse, llamó a su chati y pasó a recogerla con su coche. Lo demás ya pueden imaginar. La noche es joven, pero los cuerpos tiene límite. Y conduce para volver a casa. Gracias a Dios, un control le para y comprueba que triplica la tasa de todo. El muchacho/muchacha se había metido hasta miedo en el cuerpo. Viven para contarlo gracias a los agentes. Aunque le quiten puntos. Peor es que se los pongan en un quirófano. ¡Buen 2020!
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