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Pablo Amate
Viernes, 7 de abril 2023, 00:12
El cartel publicitario de la foto, da una idea de la importancia que ha tenido y tiene este pez en nuestras vidas. Ya saben, los ... periodos de abstinencia cuaresmal –este año coinciden con el Ramadan musulmán- en todo el interior de la España católica, romana y apostólica, tenía que disponer de pescado para estas fechas. Y este espécimen de conserva cecial, ha sido siempre protagonista de ollas, perolas, sartenes, ensaladas y fogones.
Recojo fielmente lo que el Instituto Cervantes conserva en su legado. No quise modificar ni un ápice su información. «Es uno de los alimentos más antiguos de los que se tienen noticias, pues se sabe que los españoles lo pescaban ya en el siglo XI, y ha tenido un papel esencial en la historia de la alimentación de los pueblos. Parece ser que los pescadores vascos eran los que abastecían a toda la península. Este alimento, propio de la clase social más baja, era poco apreciado. Su uso tan extendido en la Edad Media, fue una imposición forzada por la iglesia en la época de cuaresma por la prohibición de comer carne.» «Ida la vieja, se sentaron todos alrededor de la estera, y la Gananciosa tendió la sábana por manteles; y lo primero que sacó de la cesta fue un grande haz de rábanos y hasta dos docenas de naranjas y limones, y luego una cazuela grande llena de tajadas de bacallao frito. (Cervantes. Rinconete. Alcala de Henares: Centr. Est. Cerv., 587).
Es tan idónea esta parte, que no me resisto a compartir con ustedes: «A dicha, acertó a ser viernes aquel día, y no había en toda la venta sino unas raciones de un pescado que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucía bacallao, y en otras partes curadillo, y en otras truchuela. Preguntáronle si por ventura comería su merced truchuela, que no había otro pescado que dalle a comer (...) podría ser que fuesen estas truchuelas como la ternera, que es mejor que la vaca, y el cabrito que el cabrón. Pero, sea lo que fuere, venga luego, que el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas.»
Con unos cuantos millones de kilómetros en el cuerpo y alma, viene un recuerdo. Un mesón en plena Alpujarra, hace más de cincuenta años. Viernes Santo. Llega una pareja a la mesa del colindante. Piden jamón a la camarera. El dueño se acerca y con fuerte voz, exclama: «Aquí un Viernes Santo no se come jamón. Y ya pueden estar saliendo, que vamos todo el pueblo a los «Oficios» y se quedan las puertas abiertas…..Cuídense.
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