La contundente sopa Zurek servida en su tradicional recipiente de pan
Gastrobitácora

Pato, sopas, pierogi y, para desayunar, arenques aliñados

Un intenso viaje por el país centroeuropeo haciendo turismo climático además de cultural, nos permite descubrir una gastronomía desconocida por estos lares

Jesús Lens

Granada

Jueves, 4 de septiembre 2025, 23:55

Sopa, por favor. ¡Mi reino por una sopa bien caliente! Y es que no hay nada como estar pelados de frío en pleno agosto y que el cuerpo te pida para cenar el plato más odiado por Mafalda. Lo de pelados de frío en un sentido figurado. Pero al cambiar los 40 grados de la Granada asfixiada por el largo y cálido verano por los 17 de Polonia, el body reacciona. ¿O será la mente?

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Sopa. A mediodía y por la noche. Por supuesto, la mítica Zurek, una de esas sopas con nombre propio que resulta tan sabrosa como contundente e inolvidable. Su característica más importante: que se sirve dentro de una hogaza de pan, con lo que el concepto de 'hacer sopas' cambia radicalmente de sentido. La Zurek lleva carne, salchichas y/o jamón y beicon ahumado; además de su huevo duro. Tiene un sabor ácido y templa cuerpo y espíritu a una velocidad supersónica.

También cayeron sopas variadas de pescado, incluyendo una bullabesa de extracción francesa, y hasta una sopa fría con eneldo de origen lituano que estaba exquisita. El turismo climático es lo que tiene. Que huyendo del calor extremo de nuestra tierra nos podemos reencontrar con las sopas más placenteras a unos cuantos miles de kilómetros de casa.

Y el pato. ¡La de pato que hemos tomado! Es una de las especialidades de Polonia, preparándolo de forma diferente según las regiones. Lo hemos disfrutado tanto en Varsovia como en Cracovia, Breslavia y Gdansk. Y en Torun diría que también. Al menos, ganas no faltaron. Y es que esa carne es poco habitual por estos lares, más allá del magret, y resulta exquisita, suave y deliciosa. El plato tradicional polaco es medio pato asado en salsa. Y a volar. Salsa que varía dependiendo de la ciudad y del restaurante. Como la guarnición.

Los afamados pierogi

Mi querida y admirada Esperanza Peláez, directora de la versión latinoamericana de la revista gastronómica digital 7 Caníbales, fue muy clara al respecto cuando le pregunté por la gastronomía polaca, que conoce bien: «No te puedes ir de Cracovia sin comer pierogi. Te hacen volver y todo… Es una comida reconfortante y barata», me guasapeó.

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Pierogi. ¿Que son? Por no complicarnos mucho, el equivalente polaco a los dumplings orientales que tan de moda se han puesto. Algo así como nuestras empanadillas, pero sin freír y con la masa de pasta más fina. Por su propia naturaleza, los hay de muy diferentes rellenos: vegetales, carnes variadas y hasta de pescado. Los probamos todos… los que nos salieron al paso. Y no les voy a engañar: los más ricos, los de carne sabrosa y pringosa.

Arenques de desayuno

¿Y para desayunar? Los descubrí en mi anterior viaje a los países bálticos: los arenques. Me he aficionado a tomarlos después de –o en vez de, según la mañana– los huevos revueltos y las beans que tanto me gustan. En algunos hoteles los tienen al natural, para que cada comensal los aderece a su gusto. Ahí me sentía apocado y timorato. Sólo una vez, viendo a una avezada mujer prepararse los suyos, la copié paso por paso. Los demás los he tomado cuando ya estaban aliñados; sólo servir y comer. ¡Hasta tres aliños distintos de arenques he llegado a disfrutar en un mismo desayuno, acompañados de ensaladillas 'rusas' varias. Pero ese tema mejor no tratarlo.

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Les recomiendo Polonia como destino vacacional, sin duda. No sólo por la belleza de sus ciudades, sus cascos históricos reconstruidos tras la II Guerra Mundial y su legado artístico y cultural. También por su extraordinario nivel gastronómico.

Hemos seguido las recomendaciones de Guía Michelin, por cierto, y nos hemos llevado grandes alegrías. Desde una cervecería con 750 años de historia y decoración gótica –pero gótica de verdad– al True de Gdansk, un restaurante a orillas del río, donde además de una carne excelente pedimos una botella de vino de Burdeos que… Otro día se lo cuento. Como lo de Artesse, el restaurante del biestrellado Juanlu Fernández y su jerezano 'Alma' en Cracovia. ¡Conexión polaca-andaluza!

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